ECONOMíA
› NO ESTA PREOCUPADO POR LA INFLACION POR AHORA
El Central no pisará el freno
En el BCRA se jactan de ver mejor las tendencias que Lavagna. De López Murphy dicen que no lee el Informe de Inflación que publican y por eso “no entiende”. Al Banco Nación lo acusan de tener inmovilizados miles de millones de pesos por no saber prestar. Y dicen que Economía, al planear un dólar a 2,88 pesos para este año, convalidó un retroceso del tipo de cambio real.
› Por Julio Nudler
A no asustarse. El Banco Central no ve “nada inquietante” en la evolución de los precios. No está por tanto en sus planes endurecer la política monetaria, según las prescripciones del régimen de metas de inflación, o inflation targeting, que adoptó como supremo patrón. En consecuencia, no habría amenazas de un conflicto de estrategias con Economía. Los incrementos de precios que se están viendo no expresarían la “inflación de base” sino ajustes “de única vez”, referidos a precios que se habían rezagado o a los administrados por el Gobierno, como cigarrillos, taxis, luz y gas. Fuentes próximas al BCRA confiaron a Página/12 que, en relación con la banda de entre 7 y 11 por ciento prevista para el alza de precios este año, el ascenso del índice estará en 2004 cerca del piso de ese intervalo, ya sea dentro (por encima) o fuera (por debajo) de él. Todo en sosiego entonces. Y en síntesis, no hay razones para modificar el programa monetario.
Sin embargo, en el instituto emisor se apunta que “está normalizándose la relación entre las variables económicas”, y esta inocente expresión significa, en el fondo, que crecer al fuerte ritmo de los últimos tiempos pasaría a ser inflacionario y a chocar, por tanto, con las barreras que el Central tiene preparadas para esas circunstancias. Dicho de otro modo: “crecer a más del 11 por ciento anualizado, como ocurrió en el primer trimestre, condice con una situación extraordinaria pero no normal”. La normalización arriba mencionada implica que reaparece el vínculo entre demanda agregada (consumo más inversión más exportaciones) e inflación. Si la oferta de bienes (producción más importaciones) no responde elásticamente al aumento de esa demanda, los precios suben.
Pero, de nuevo, no habría razones para presagiar que el BCRA pisará el freno porque, según su pronóstico, el crecimiento de la actividad se irá desacelerando a lo largo del año, hasta que al final, año contra año, la expansión del Producto Interno Bruto rondará el 8 por ciento. Suponer menos –por ejemplo un 5,5 por ciento, como se sostiene oficialmente– implica esperar una recesión, que es una prognosis absurdamente pesimista. Tanto en esto como en materia de inflación, en el Central se jactan de leer mejor que Economía las tendencias.
El año pasado se despidió con una inflación de base de 3,7 por ciento, pero dejando pendientes diversos ajustes de precios de única vez. La predicción para 2004 fue que éstos sumarían unos cuatro puntos a la inflación, de modo que ella se situaría entre el 7 y el 8 por ciento, y en ningún caso el 10,5 por ciento que Jefatura de Gabinete y Economía anotaron en el Presupuesto Nacional. Y aunque en el primer trimestre la previsión falló porque la inflación mermó en lugar de acelerarse, luego comenzó a evolucionar dentro de lo esperable.
“Ricardo López Murphy debería leer nuestro Informe de Inflación (publicado trimestralmente). Como no lo lee, no nos entiende”, dicen en el irreconocible laberinto de edificios al que se accede por Reconquista 266, virtualmente tomado, no por piqueteros sino por bancarios en paro, con enormes carteles y banderas argentinas, que cubren mármoles y cristales. Se reclama un aumento general de sueldos para el personal, en vez del selectivo, supeditado a puntajes que asignan los jefes y en cuya objetividad ningún empleado parece creer. Como quiera que sea, este ruidoso reclamo alguna relación guarda con el inflation targeting.
El error de López Murphy consistiría en no haber aprendido a discernir entre aumentos de precios de una sola vez y aumentos permanentes. Es decir, entre índice e inflación. En este sentido, en el BCRA advierten que confundirse, tomando por permanente una suba sólo transitoria, llevaría a un enorme error. En un ejemplo muy gráfico, un fuerte encarecimiento del tomate puede agregarle décimas al IPC, pero sería absurdo endurecer la política monetaria, poniéndole una presión innecesaria a la economía, para conseguir por vía recesiva que bajen otros precios y así compensen la carestía del tomate.
Hay no obstante también otro error posible, que es el inverso: no darle importancia a un envión del índice, creyéndolo equivocadamente un deslizamiento transitorio. Para los banqueros centrales argentinos, “no hacer nada” en tales circunstancias pondría en peligro el sendero de crecimiento de la economía al afectar las metas para el 2005. Por otro lado, un aumento transitorio puede transformarse en el foco de aumentos permanentes en la inflación si se ponen en marcha mecanismos propagadores: indexaciones, reajustes salariales, entre otros. No hay una separación nítida, una muralla china entre mero índice y verdadera inflación.
Lo concreto, por el momento, es que los programadores monetarios no están afligidos por los precios, e incluso planean trabajar en la construcción de un índice federal de precios al consumidor, porque el que releva y difunde el INdEC, y es tomado como representativo de toda la Argentina, es apenas un indicador metropolitano. De hecho, en los últimos meses habría menos inflación en el interior que en la Capital: los índices que relevan las direcciones provinciales de Estadística están subiendo menos que el IPC, probablemente porque en aquellos inciden menos los servicios, y es el encarecimiento de éstos lo que más está gravitando en el poder de compra de los porteños.
Como se sabe, el BCRA es el creador primario de dinero: cada peso que sale de él, que acredita a favor de un banco o del Tesoro Nacional, es un peso que por ese acto se suma a la oferta monetaria. Pero los bancos también “emiten” de alguna forma cuando toman la plata que un cliente depositó en su cuenta y le prestan parte de ella a otro cliente, tomador de un crédito. En ese momento, el dinero que el banco tenía en una cuenta pasa a estar en dos simultáneamente. Ya no es sólo el depositante original quien dispone de esos fondos. También hay otra persona, o quizás una empresa, con derecho a ese medio de pago.
Esta reproducción del dinero puede reiterarse sucesivamente, partiendo de un depósito original. El mecanismo es denominado “multiplicador” y debe ser tenido en cuenta por el Central, ya que cuando realiza la emisión primaria de un peso, éste puede transformarse en tres, cuatro o cinco a través del circuito bancario. En 2002 y parte de 2003, como la banca no otorgaba préstamos, el BCRA podía olvidarse del multiplicador, pero esto no es más así. Anualizando la expansión en el segundo trimestre, el crédito está creciendo a un ritmo de 40 por ciento anual, si bien desde niveles muy bajos, equivalentes a 8 puntos del PIB. La atención con que el BCRA mira este número indica que piensa ir refrenando su creación de base monetaria y preparando instrumentos para secar la plaza si llega el momento. De todas formas, no acepta que le peguen ninguna etiqueta de ortodoxo o descalificativos semejantes, y menos desde Economía. “Ellos plantean un dólar a $ 2,88 para este año, inferior al actual. Nosotros, en cambio, no tenemos ninguna proyección del dólar”, puntualizan, como para sugerir que los verdaderos apreciadores del peso, o retrasadores del tipo de cambio real, están al otro lado de la Plaza de Mayo.
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