Vie 09.07.2004

ECONOMíA

Uno va por la reelección, el otro quiere rodearlo

La pulseada entre Prat Gay y Lavagna tendrá un round clave cuando, en pocas semanas, se renueve la cúpula del Central. Aunque su actual titular siga, Lavagna busca incidencia en el próximo directorio.

› Por Claudio Zlotnik

El control del Banco Central se ha convertido en el principal campo de batalla entre Roberto Lavagna y Alfonso Prat Gay. Las peleas de poder entre cada ministro de Economía y los sucesivos presidentes de la entidad monetaria se hicieron costumbre en los últimos años. Y ahora están en máxima tensión: en las próximas semanas Néstor Kirchner tendrá que elegir al número uno y dos del instituto emisor y aprobar los nombres de cuatro de los ocho directores. Prat Gay está seguro de su continuidad después de septiembre, cuando vence su mandato. Lavagna supone lo mismo, pero también está convencido de que lo terminará rodeando con directores que le responderán directamente. El presidente de la Nación definirá la disputa.
En la Casa Rosada creen que la actual cúpula del BCRA –Prat Gay como presidente y Pedro Lacoste como vice– debe seguir en su puesto. No obstante, funcionarios cercanos al jefe de Estado aseguraron a Página/12 que Kirchner aún debe resolver sobre una cuestión de fondo: si elevar los pliegos al Senado para una renovación por seis años o mantener a los funcionarios “en comisión”, situación en la que pueden permanecer un máximo de dos años y que implica una cobertura política y legal menor.
Los cambios en el Central son considerados “estratégicos” tanto por el lado de Lavagna como por el de Prat Gay. Después de la crisis, los próximos tiempos estarán dominados por el desafío de que el crédito sea uno de los motores de la economía y, puertas adentro del sistema, una esperada reestructuración que podría desembocar en el traspaso de un grupo de pequeños y medianos bancos extranjeros a manos de banqueros locales. El anuncio de salida del inglés Lloyd’s fue el caso reciente de lo que podría suceder en el sistema. Las decisiones que se tomen en el BCRA serán una señal para saber quiénes se quedarán con los grupos extranjeros que se alejen del negocio.
Otra cuestión clave se refiere a las medidas que se adopten desde la autoridad monetaria y que tengan impacto sobre la economía. Prat Gay-Lacoste ya se jugaron por la aplicación del “inflation targeting”, que toma a las metas de inflación como eje central de la política de la autoridad monetaria. Lavagna es un fuerte opositor de esta estrategia.
Volviendo a la situación política en torno del Banco, y de acuerdo con la reconstrucción que pudo hacer este diario entre distintas fuentes oficiales, Kirchner evalúa varios motivos a favor de mantener a la dupla Prat Gay-Lacoste en sus puestos:
u Una gestión positiva de la política monetaria y cambiaria, permitiendo un dólar cercano a los 3 pesos, tal cual pretende el jefe de Estado.
u La buena llegada de Prat Gay en la comunidad financiera internacional, donde es reconocido por su paso como economista del banco de inversión estadounidense JP Morgan. Por otra parte, la misión del FMI dejó trascender entre los financistas de la city que el organismo preferiría su continuidad.
u A favor de la actual conducción juegan, además, dos factores políticos. El primero es que Kirchner no querría ver allí a un economista del círculo de Roberto Lavagna. Y, segundo, la excelente relación que tienen Alberto Fernández y Prat Gay. El jefe de Gabinete aparece como el principal sostén político del banquero central.
Pero no todas son a favor de la actual cúpula del BCRA. Hay, a su vez, distintas cuestiones que se marcan como déficit de la administración Prat Gay. Cerca de Kirchner consideran que el titular del Central tiene actitudes soberbias y poco manejo de la política, factores que, según se cree, incidieron en que los ecos de la protesta de los empleados de la autoridad monetaria traspasara las paredes de Reconquista 266 y estuvieran a punto de provocar una crisis en la red de cajeros automáticos y en el pago a los jubilados y pensionados.

El directorio

En septiembre vencen los mandatos de cuatro directores: Víctor Bescos, Arturo O’Connell, Guillermo Lesniewier y Augusto Magliano. Las fuentes consultadas en Economía y en la Casa Rosada coincidieron en que los dos últimos no seguirán en la institución. Lesniewier entró auspiciado por Pedro Pou y Roque Fernández durante el menemismo. Magliano, en cambio, ingresó cuando el presidente era Fernando de la Rúa. Con Bescos y O’Connell la situación es diferente ya que responden a Roberto Lavagna. La pregunta, entonces, radica en si el ministro impulsará o no la renovación de sus contratos.
Además de O’Connell y Bescos, hay otro director que es referente de Lavagna: Félix Camarasa, a quien no se le vence el mandato. Con Bescos, el ministro de Economía tiene control sobre la estratégica Superintendencia de Entidades Financieras, desde donde se controla a los bancos. Jorge Levy, de estrecho vínculo con Eduardo Duhalde, es el superintendente. El directorio se completa con Eduardo Cafaro, el único kirchnerista, y Ricardo Branda, ex senador a quien se lo involucró en la causa de los sobornos, y que es el vicepresidente segundo de la entidad monetaria.
Sin ocultar el tono irónico, desde el Banco Central dejan trascender que, a pesar de contar con tres directores que le responden, el ministro de Economía no tuvo injerencia en las decisiones más importantes y que Prat Gay logró imponer un perfil netamente presidencialista a la administración. Y dan como ejemplo que, en poco tiempo más, pondrá en marcha el programa de “metas de inflación” que él mismo impulsó. Y que ése será el eje de su gestión.
Desde el Palacio de Hacienda critican ese plan. En el entorno del ministro afirman que mide el éxito del trabajo tomando sólo en cuenta la marcha de los precios, pero que relega a un segundo plano la cuestión social. Argumento que replican en el instituto emisor alegando que Prat Gay fijó muy firmemente su preocupación por el desempleo y la pobreza en los principales informes económicos emitidos por la entidad.
Lavagna y Prat Gay intentarán persuadir a Kirchner de que su posición es la más conveniente al proyecto presidencial. En ese juego de seducción, Prat Gay tiene una a favor y otra en contra: Kirchner no ocultó su enojo cuando el banquero central desestimó en público, y con cierto desprecio, la preferencia del jefe de Estado por contar con un dólar a 3 pesos. “Es un enorme disparate”, dijo a los pocos días del inicio de la Era K, en referencia a ese pedido. Ahora, pasado el mal momento, en la Casa Rosada se preguntan cuál sería la actitud de Prat Gay en caso de un desequilibrio en las variables financieras. “¿Volverá a relucir su soberbia, negándose a implementar las medidas que necesitemos?”, se cuestionan en la Rosada.
A favor, el banquero central puede mostrar que sus opiniones son atendidas por Kirchner, con quien dialoga asiduamente. También fue elegido como referente cuando el jefe de Estado necesitó tomar distancia de Lavagna. Así fue cuando, desde Presidencia, difundieron la instantánea de una reunión entre Kir- chner y Prat Gay. ¿Dará el jefe de Estado luz verde a una expansión de Lavagna en el directorio del Central?
En este sentido, una crítica que desde la Rosada le formulan al ministro es la falta de coordinación entre los directores que actualmente le responden. Por ese motivo hay funcionarios cercanos al ministro que piensan en que la renovación debería incluir a técnicos con peso propio. O sea, que sus opiniones sean escuchadas puertas adentro pero también afuera del Central.
En medio de la pelea Lavagna-Prat Gay, el nombre de Felisa Miceli, titular del Banco Nación, apareció como posible reemplazante de Prat Gay. Miceli, a quien el ministro llevó como delegada del Palacio de Hacienda ante el Central durante la administración Duhalde, recaló en el Nación de la mano de Kirchner. Desde ese puesto construyó una sólida relación con el jefe de Estado. Enterada de los rumores que circularon en las últimas jornadas en el microcentro, Miceli dejó trascender entre sus íntimos que se siente muy cómoda trabajando en el Nación.En diálogo con Página/12, uno de los protagonistas de esta historia exageró: “Se viene una pelea a muerte”. La frase, no obstante, encierra la puja que se avecina en las cumbres del poder. Frente a uno y otro bando, Kirchner será quien tenga la palabra final.

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