Sáb 17.07.2004

ECONOMíA  › PANORAMA ECONÓMICO

La política del cupo

› Por Alfredo Zaiat

Si se pudiera determinar un ranking de éxitos del pensamiento neoliberal de las últimas décadas, en los primeros lugares merece ubicarse la apropiación de palabras, ideas y objetivos que inicialmente no formaban parte de su discurso pero que a fuerza de las circunstancias los han incorporado y, fundamentalmente, resignificado. Los propagandistas de esa visión del mundo han logrado sumarlos como propios con una eficacia a elogiar. Entonces se necesita estar atentos para no ingresar en ese mar de confusiones. Así con un desparpajo que no deja de asombrar, el Banco Mundial expone que su principal objetivo es la lucha contra la pobreza, y su economista jefe para América latina, Guillermo Perry, afirma que no basta con crecer para disminuir la desigualdad. Y que para favorecer el crecimiento económico se requiere mejorar la distribución del ingreso (reportaje publicado el lunes pasado en este diario). Para alcanzar esa meta, el hermano bueno de los mellizos de Washington exige antes de desembolsar unos millones de dólares, por ejemplo, subir tarifas, compensar a los bancos y pagar más a los acreedores. Si algún economista del BM o cualquier otro que aspira a serlo puede elaborar un modelo que permita bajar la pobreza y mejorar la distribución del ingreso con esas medidas tiene grandes chances de ganar el Premio Nobel de.... Astrología.
Puede ser que por ese tipo de economistas, en un mundo donde la religión adquiere mayor influencia en el espíritu de los pueblos, esa profesión tenga cada vez más adeptos y seguidores de sus pronósticos. Tal como pastores que van prometiendo la salvación a sus fieles, van construyendo teorías que chocan una y otra vez contra la realidad. Ante la fe lo que corresponde es subordinarse, puesto que si aún los Perry & Cía. continúan dando cátedra es porque sigue habiendo una creencia ciega en ese tipo de economistas. El asesor del alcalde de Londres, Alan Freeman, en una entrevista en el suplemento económico de Página/12, Cash (domingo 4 de julio), fue muy didáctico al respecto: “Cuando a una persona se le da un remedio para curarla y muere, el tratamiento se desecha. Se ajusta la teoría a la realidad. Pero la reacción del economista es la contraria y, cuando hay conflicto entre la teoría y la realidad, dicen que lo que está mal es la realidad”.
Qué hacer en la economía, en el fortalecimiento de las instituciones y en el campo social es presentado por el pensamiento neoliberal con una jerga que facilita la comunión. Lo relevante, por lo tanto, es prestar atención al contenido de las políticas para no recibir un chasco. La eficacia demostrada en su capacidad para influir en la acción de los gobiernos se debe, en buena medida al poder que tienen las potencias económicas con los organismos financieros internacionales que controlan. Y también se debe a que han logrado inculcar sus valores y criterios en el campo democrático. Esa es una de las principales dificultades para estructurar alternativas viables con consenso a las políticas neoliberales.
Diversas situaciones se presentan a diario en la gestión de gobierno que se enfrentan a esa trampa dialéctica. En estos días de puja con Brasil por cupos de mercado en el rubro de electrodomésticos, por caso, la cuestión de la política industrial, en forma tímida, se ha hecho presente. En las últimas décadas predominó la idea de que la apertura, comenzando con la reducción de la protección arancelaria a ciertos sectores, constituía el camino para mayores niveles de competitividad externa. Por esa vía se induciría una reducción de los costos de producción, ya sea a través del menor precio de los insumos importados o de la necesaria adecuación de los precios internos a los internacionales. El resultado es el conocido: desarticulación productiva, menor utilización de los factores de producción, achicamiento del mercado doméstico y, por lo tanto, menor competitividad externa.
Ahora bien: surge el conflicto con Brasil y la primera reacción fue fijar restricciones al socio estratégico y postular el requerimiento de que la integración sea a través de una matriz interindustrial. El pequeño detalle que aquí no aparece es la cuestión principal: ¿cuál es la política industrial argentina?, porque la brasileña se sabe en qué consiste. En esa instancia se filtra la contaminación de la visión neoliberal en el lenguaje de las políticas de Estado. Esa corriente de pensamiento estructura su propuesta de política económica jerarquizando los conceptos desde una idea que domina todo el sistema: la eficiencia. Eficiencia que en esa lógica la brinda el funcionamiento libre del mercado. Como ahora no gusta mucho esa “eficiencia” por intereses diversos, entonces se fuerza un acuerdo de “mercado”. Créditos subsidiados, beneficios fiscales y fomento a las exportaciones, entre otras medidas que aplica el socio mayor del Mercosur no son consideradas. No para criticarlas, sino para imitarlas. En Argentina, ya sea por mandatos bíblicos que bajaron del Monte Washington en manos de los mesías mellizos FMI-Banco Mundial o porque la experiencia de fraudes con la promoción industrial en los ’80 ha marcado a fuego ese tipo de regímenes o, simplemente, por anteojeras ideológicas, se carece de política industrial.
Es difícil pensar que se puede postular con honestidad intelectual que el tipo de cambio real alto es la condición necesaria y suficiente para que la industria vuelva a ser el motor de la economía. Un peso subvaluado en exceso permitió el comienzo de un sendero de sustitución de importaciones, proceso que dinamizó a ciertos sectores, y alentó la concentración de riquezas en un reducido grupo de empresas exportadoras. Pero evidentemente esa estrategia es insuficiente. Para muchos es una sorpresa que Roberto Lavagna, a quien sus colegas le reconocen sus conocimientos en política industrial, carezca de una. Fijar cupos para forzar una negociación entre privados para que definan ellos mismos, con la mediación de funcionarios de ambos países, cómo se dividen el mercado no es una medida que pueda ingresar ni en la categoría de esbozo de estrategia industrial.
No es una cuestión de hacer un diagnóstico y constatar que Argentina vende materias primas y aspira, en el discurso, a impulsar ciertas ramas industriales. Se trata de instrumentar un plan de desarrollo que implica afectar intereses de actores sociales que se benefician con el modelo del dólar alto. Ese es el desafío. Fijar cupos sirve solamente para dejar contentos a la hinchada de la tribuna de acero.

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