Supermercados y proveedores de alimentos llegaron a un acuerdo con el gobierno para ofrecer canastas básicas de productos a “precios accesibles” en algunos grupos de productos básicos, entre ellos lácteos, harinas, aceites y carnes. El compromiso de precios quedó atado a la continuidad en la estabilidad del dólar por debajo de los 3 pesos por unidad. El presidente Eduardo Duhalde habló incluso de una optimista regresión en la cotización de la divisa estadounidense hasta los 2,3 pesos. Después de los aumentos registrados tras la devaluación, entre productores y comercializadores existe preocupación por la caída de ventas. Con una estructura de control impotente, el Estado parece haber abandonado toda voluntad de intervención efectiva.
Primero fue el discurso altisonante para contener los aumentos de precios. Luego, frente a las remarcaciones descontroladas, se empezó a tratar la posibilidad de establecer una canasta de 80 productos básicos. Pero los precios continuaron su carrera ascendente. Las expectativas gubernamentales volvieron a bajar y los productos de la canasta básica pasaron a ser 10. El acuerdo de ayer marca una nuevo resignación. Ahora serán las propias cadenas de supermercados quienes ofrecerán canastas propias a menor precio. En la tarea serán acompañados por las empresas proveedoras, que ofrecerán segundas y terceras marcas a menor precio. Tras amenazar con la aplicación de la Ley de Abastecimiento y luego, con una más moderada difusión de listas de precios de referencia, el Gobierno se conforma ahora con sumarse a lo que finalmente será una estrategia de marketing de los supermercados. Puesto que las canastas no serán universales sino que cada supermercado ofrecerá la propia, los consumidores no podrán comparar los precios de productos iguales y, en definitiva, terminará imponiéndose la fidelización de clientes preexistente.
El presidente de la Coordinadora de Productores de Alimentos, Alberto Alvarez Gaiani, dijo a este diario que el acuerdo alcanzado fue “muy bueno”. Dejando atrás los tiempos de tirantez en que proveedores y supermercadistas ocupaban bandos opuestos, Gaiani dijo que “ahora parecemos Carmelitas descalzas y estamos unidos”. Y la unión no es sólo en la causa de la remarcación, sino también en el discurso que explica los nuevos precios. Así, los aumentos en alimentos, que en promedio rondan entre el 50 y el 70 por ciento, no responden a los costos de producción internos sino de manera directa al valor de la divisa estadounidense.
En rigor, la estructura productiva de la economía argentina presenta, tras la convertibilidad, tres rasgos característicos: la dependencia de insumos importados, la transnacionalización de la propiedad y el contexto de mercados oligopólicos. Estos tres elementos fueron los que se conjugaron en la rápida “dolarización” de precios. Según reconocieron fuentes empresarias, la paridad de este ajuste correspondería a un dólar de entre 2 y 2,70 pesos, según los productos. Sin embargo, fue esa misma estructura productiva la que, en los últimos tiempos de tipo de cambio fijo produjo deflación. Como podía preverse, entonces, la dolarización de precios con salarios congelados en pesos en un marco recesivo profundizaron la caída de ventas. “Las empresas no dan más”, sintetizó Gaiani.
Según el acuerdo alcanzado ayer, las principales cadenas comenzarán a ofrecer la canasta en 15 días. El secretario de Defensa de la Competencia, Pablo Challú, dijo tras el encuentro realizado en Olivos, que los productores alimenticios se comprometieron a cobrar “bajos precios” y las cadenas de distribución a obtener “márgenes cero” en sus ganancias. En tanto, Federico Braun, vicepresidente de la Cámara de Supermercados, especificó que la canasta no será de precios fijos y uniformes en todo el país, porque “hubiera sido imposible conformarla de esa manera”.