ECONOMíA
› PANORAMA ECONOMICO
Pérdidas y ganancias
› Por Julio Nudler
Alfonso Prat Gay y Pedro Lacoste pidieron ayer sus respectivos currícula a los abogados del Banco Central. Los necesitaban porque el presidente Kirchner debía enviarlos junto con sus pliegos al Senado, para ratificarlos hasta el 2010. La gente de Legales no pudieron dar con ellos y los hallaron recién esta mañana, apresurándose a comunicar que los mandarían de inmediato. Pero nadie necesitaba ya esos antecedentes. Los abogados parecían no haberse enterado de que los CV que ahora hacían falta eran los de Martín Redrado y Miguel Pesce. En este país uno no puede distraerse.
A medida que avanzaron las horas, los analistas fueron concentrándose en la tarea de interpretar lo sucedido y extraer un balance de pérdidas y ganancias. Fue entonces cuando emergió lo paradójico: el encumbramiento de Redrado, alguien que en 1991 se integró al estrellato menemista de la mano de Bernardo Neustadt, con su atractivo de golden boy, es visto como un éxito del productivismo y una victoria estratégica de Roberto Lavagna, que ahora contará con un directorio centralista bastante alineado con su política.
A casi nadie pareció ya preocuparle el costo institucional de lo sucedido, y tampoco esa danza vertiginosa de nombres, que corresponde más a la época de los golpes militares. ¿Qué explicación puede hallarse, por ejemplo, a que hace menos de dos meses Pesce haya sido puesto a cargo de un organismo clave como la Sindicatura General de la Nación, y ahora se lo saque de allí? ¿Cómo puede creerse que el combate a la corrupción es realmente una prioridad?
Paralelamente, sucedía algo muy curioso. El ministro Lavagna fundó la decisión de no reducir la alícuota del IVA entre uno y tres puntos en que, en síntesis, los empresarios le habían advertido que no bajarían los precios. Esto contradice la más simple aritmética, porque ese impuesto es un porcentaje que se añade al precio (y por eso se factura por separado). Si la tasa del IVA bajase de 21 a 18 puntos, el precio total pagado por los compradores tendría que bajar linealmente casi 2,5 por ciento.
“De no haber un abaratamiento –razona Jorge Gaggero, especialista en temas fiscales–, eso querría decir que en esta economía no hay competencia, y que la prioridad en ese caso sería aplicar una efectiva política antimonopólica.” En realidad, un diálogo de esa naturaleza entre los empresarios y el ministro es en sí mismo un despropósito.
Mientras tanto, se otorgan y esperan nuevos estímulos fiscales para las empresas, como los subsidios que beneficiarían a las automotrices cuando usen partes nacionales, y también menores retenciones al exportar, además de esquemas de amortización acelerada de los equipos (que implica reducir las ganancias contables y pagar menos impuesto), incluso cuando la inversión ya esté iniciada. Esto retomaría la preferencia por los alicientes a la oferta y no a la demanda, que son un aspecto de la regresividad del régimen tributario argentino.
Tanto a la cúpula saliente del Central como a la Casa Rosada les conviene, por razones diferentes, alimentar la idea de que la no ratificación de Prat Gay y Lacoste obedeció a que éstos disienten de la estrategia de Lavagna y Guillermo Nielsen hacia los acreedores. Dando esto por cierto, ayer el economista jefe del Deutsche Bank para América latina, Gustavo Cañonero, contaba a sus clientes que a Prat Gay le preocupaban las perspectivas de la política monetaria en caso de fracasar la restructuración de la deuda en default.
Pese a la “señal negativa” que emite la remoción de la cúpula centralista, Cañonero entiende que los bonistas tienen buenas razones para aceptar la oferta que se les hace, entre otras razones porque ve deteriorarse la performance de la economía. Dice luego que Redrado es visto como un “economista de mercado”, y es improbable que ocasiones sorpresas negativas, aunque lógicamente “se debilitará la independencia del BCRA” y dejará de haber una “segunda opinión” en el Gobierno sobre la política económica.
Para el J. P. Morgan, en la voz de David M. Franco, lo que estos hechos sugieren es que “Kirchner no valora la credibilidad de un presidente de banco central con buenos antecedentes” (es decir, Prat Gay). “Esto confirma que Kirchner carece de convicción para adoptar soluciones orientadas al mercado”, dice el Morgan en una reacción típica.
Entre las diversas hipótesis del deterioro que fue sufriendo Prat Gay se menciona su oposición a que el Central le dé al BICE fondos para que éste pueda garantizar el fideicomiso que deberá financiar el nuevo gran gasoducto que se planeó entre el Gobierno y Techint. Ahora, con su puesto en el directorio del BCRA, es probable que Arnaldo Bocco, que viene del BICE, ayude a allanar el camino.
“Ganó el partido del dólar”, deducía ayer un observador, sosteniendo que en adelante el ente emisor ejecutará con más entusiasmo el deseo de Economía de mantener un dólar “competitivo”. Es decir, no permitir la apreciación real del peso. Pero si esto ocurriera en el contexto de una inflación más acelerada, el dólar tendría que subir nominalmente todo lo necesario.
Otra impresión es que el famoso inflation targeting (el manejo de los instrumentos de la política monetaria para alcanzar una meta de inflación) será puesto en la congeladora. Esta estrategia fue muy cuestionada por economistas como Roberto Frenkel y contemplada con poco afecto por Economía, temiendo que operase en contra del crecimiento.
Es manifiesto, sin embargo, que Redrado tiene muy mala imagen entre los economistas opuestos al neoliberalismo, y que el papel que circunstancialmente viene a jugar no es el que mejor coincide con sus orígenes y su trayectoria, en la que siempre fue visto como próximo al establishment. Pero en estas movidas cuentan poco las condiciones técnicas y la prosapia de las piezas utilizadas en juegos de poder. Sólo interesa su disposición a jugar el papel requerido en el momento oportuno.