ECONOMíA
El fantasma de la híper y la receta de Washington
Una delicada ingeniería financiera le permitirá a Lavagna estrenar cargo con un dólar domado. Su apuesta es transitar en 15 días el camino hacia Washington. Una receta que todos saben que no reactivará la economía.
› Por Maximiliano Montenegro
Roberto Lavagna tiene una única certeza. Cree que en los próximos días 15 días se definirá si podrá permanecer un período más prolongado en su nuevo despacho del quinto piso del Ministerio de Economía y, por lo tanto, sabe que por el momento no tiene sentido realizar una gran mudanza de efectos personales. Su tiempo de descuento comenzará hoy, cuando abra el mercado cambiario y el dólar empiece a dar su veredicto. Para ello, ya acordó con el Banco Central una delicada ingeniería para que la divisa cotice en bancos y casas de cambio más cerca de los 3 pesos que de los 3,50 que tocó en el paralelo la semana pasada, durante el feriado.
Pasado satisfactoriamente, como espera, el examen del primer día, le quedarán 14 días por delante para transitar exactamente el mismo camino hacia Washington que dejó a Jorge Remes Lenicov en la banquina. A su favor jugará el fantasma de la híper, que no sólo asusta a Eduardo Duhalde sino también a la mayoría de los gobernadores.
“Tenemos que darle una chance al nuevo ministro para que pueda hacer las cosas. A partir de mañana tenemos que tratar de poner un límite al caos.” Así explicó un alto funcionario del Banco Central la estrategia acordada con Lavagna para que dólar hoy no lo deje nocaut antes de empezar. “Vamos a vender dólares por cuenta y orden del Central en todos los bancos y casas de cambio adheridas. Calculamos que con vender como máximo 30 millones durante todo el día vamos a tener controlado el mercado minorista”, contó la fuente.
Obviamente, la pregunta clave es a qué valor venderá el Central ese dólar de referencia para la gente. Se decidiría antes de las 10 de la mañana, en una reunión especial de directivos del Central en línea directa con Lavagna, pero en el Central confían en que la cotización estará más cerca de los 3 pesos, que de los 3,50 que tocó el paralelo, en pleno feriado. Esa definición dependerá también de lo que se conoce como el mercado mayorista del dólar, conformado por los exportadores, los importadores y los bancos. “Tenemos un compromiso de los bancos de liquidar apenas comience el día unos 30 millones de posiciones propias, así que el día debería largarse tranquilo”, reveló el funcionario. Si los bancos fallaran, o los exportadores retuvieran dólares a la espera de una mejor cotización, será el propio Central el que apostará vendiendo sus reservas para que el dólar se mueva mansito.
El Central también se comprometió con Lavagna a proveer de dinero (“liquidez”) a los bancos para que los problemas de alguna entidad para entregar los límites máximos de cash dispuestos por el corralito no malogre el estreno de ministro. Hay una lista de 15 bancos que ya no están en condiciones técnicas de recibir más redescuentos de la autoridad monetaria, porque la ayuda oficial ya superó su propio patrimonio. Sin embargo, tendrán asegurado, al menos durante las próximas dos semanas, el efectivo necesario para devolver sobre sus cajas de ahorro y cuentas corrientes.
Así, por una ventanilla el Central emitirá pesos que suministrará a los bancos y por la otra venderá las reservas necesarias para neutralizar el impacto que tendrá esa política sobre la cotización del dólar. “Con las reservas estamos financiando la salida del corralito, así que no le estamos dando un uso perverso”, se justificó el funcionario del Central.
Resuelta toda esa ingeniería financiera, Lavagna habrá comprado –según reconocen sus propios colaboradores– “un horizonte de dos semanas”. En ese plazo piensa avanzar a todo vapor con los proyectos que Remes prometió y no pudo con el Fondo Monetario: modificación de la Ley de Quiebras, derogación de la Ley de Subversión Económica y acuerdo firmado con cada una de las provincias de llevar un duro ajuste fiscal durante mayo. A ese menú se le suma un nuevo Plan Bonex para clausurar definitivamente la salida de plazos fijos de los bancos.
Ayer, inteligentemente, Lavagna adobó el discurso remesiano con dos condimentos a gusto del paladar de la clase media. Por un lado, habló muy mal del CER (“no podemos dejar que el banco termine embargando los sueldos para pagar los créditos”) y anunció que será modificado en base a un índice de indexación salarial. Por el otro, destacó que el nuevo Plan Bonex contemplará la alternativa de que cada banco garantice sus propios bonos (ver aparte).
Pero nada ha cambiado. Duhalde y los gobernadores se comprometieron a aprobarle en dos semanas la receta de ajuste del FMI que, todos saben, no sacará a la economía de la recesión y hasta tenderá a profundizarla. La única apuesta, entonces, es que Washington se apiade de tanto gesto hacia la comunidad internacional y envíe un módico paquete financiero, que alcanzará para poco más que cubrir los propios vencimientos con el FMI y otros organismos.
El Presidente está dispuesto a llevar a fondo esa jugada, al igual que los gobernadores, por miedo al fantasma de una hiperinflación que termine por desintegrar el entramado político que los sostiene. El camino de Washington no les asegura que ese día no llegará. Pero Lavagna cree que por esa vía comprará tiempo, al menos, para ordenar su nuevo despacho.