Mar 08.02.2005

ECONOMíA

Todo lo que Aguas Argentinas pedía y Lavagna nunca se animó a contar

Pese a lo mucho que se dijo sobre la relación entre Aguas Argentinas y el Gobierno, nunca se supo en detalle cuál era el reclamo de la concesionaria francesa ni sobre la amenaza concreta de irse del país. En exclusivo, la nota que elevaron a Economía con esos datos.

Por Claudio Zlotnik y David Cufré

El primer dato llamativo de la carta del presidente de Aguas Argentinas, Yves Thibault de Silguy, aparece a un costado del encabezado. El sellado oficial de la mesa de entradas del Ministerio de Economía está fechado el 12 de enero, un día antes de que se hiciera la reunión con Roberto Lavagna. Es decir, el ejecutivo francés mandó la misiva comentando los resultados de un encuentro que, en realidad, recién se llevó a cabo la jornada siguiente. En el plano político, lo más relevante de la carta es que, por primera vez, Aguas Argentinas admitió por escrito, en una comunicación oficial, que podría irse del país.
Teniendo en cuenta que el envío de la carta ocurrió un día antes de que Lavagna recibiera a Thibault de Silguy, resulta por lo menos sorpresivo que, en la primera línea, el empresario agradezca la concesión de la entrevista. A lo largo de los siguientes siete párrafos, el tono de la misiva pone de manifiesto no sólo la delicada situación en el vínculo entre el Gobierno y Aguas Argentinas. También permite adentrarse en la intimidad de la negociación con la compañía. Una privatizada que, como otras, viene acostumbrada a ganar de local y de visitante. Sólo en ese contexto se hace posible entender algunos reclamos que, en otro escenario, lucirían irreverentes.
Al respecto, Aguas Argentinas menciona dos exigencias llamativas:
- El establecimiento de un seguro de cambio. La empresa lo plantea así: la propuesta oficial “tampoco permite reducir la exposición del contrato al riesgo cambiario”. “Es un tema de mucha importancia para nosotros”, agrega.
- Una remuneración anual, que incluye el reembolso de inversiones ya realizadas, por 350 millones de pesos. En tono de queja, el ejecutivo francés plantea en la carta a Lavagna que el monto “dista mucho” de la ofrecida por el Gobierno, de 120 millones.
Ambos requerimientos para seguir operando en la Argentina dan una idea de la posición de fortaleza con la cual una privatizada, en este caso Aguas, se sienta a la mesa de negociaciones: ¿hay muchas empresas en condiciones de exigirle al Estado que le asegure una rentabilidad determinada y que, a la vez, le fabrique una burbuja en la cual no se dé por enterada de los eventuales vaivenes del tipo de cambio?
Hay más. Thibault de Silguy le puso un límite a la intención del Gobierno de participar, en forma conjunta, en brindar el servicio. “Transformar el contrato de concesión en un contrato de operación y mantenimiento es incompatible con la visión que tenemos de nuestro rol como operador responsable”, suscribió el directivo.
En ese sentido, Aguas Argentinas pretende “conservar” la administración de unos 250 millones de pesos de inversiones anuales, “que estimamos necesarios para garantizar a largo plazo los niveles de calidad del servicio”. Eso sí, la compañía “propone” que el Estado se sume con fondos frescos para realizar inversiones de expansión del servicio.
El ejecutivo francés es bien claro: plantea su ambición de que Aguas maneje la operación, el mantenimiento del servicio y también la administración de las inversiones. A continuación va más allá. Y en una de las partes más jugosas de la carta asegura que, dadas las diferencias con la UniRen –el organismo que creó el Gobierno para renegociar los contratos de las privatizadas– quedan dos posibilidades:
- Si el Ejecutivo insiste con modificar “la naturaleza del contrato, tomando el control total de las inversiones (...); Suez (el grupo francés dueño de Aguas) no está dispuesto a asumir el rol de operador en un contrato de operación y mantenimiento”. Y finaliza: “Correspondería, por lo tanto, rescindir el contrato de concesión actual”.
- El segundo escenario es el que mantiene vigente el actual statu quo y propone seguir negociando las diferencias económicas. Esta es la primera vez que Aguas Argentinas deja establecido en un escrito oficial su intención de irse del país en caso de que no se cumplan sus expectativas.
En la última parte del documento y bajo el eufemismo de “generar recursos complementarios para la concesión”, la empresa reclamó un aumento tarifario. Es sabido que pretende un incremento del 60 por ciento. Se contrapone con un 16 por ciento que en algún momento acercó el Gobierno, pero que fue desmentido cuando trascendió de boca del ministro Lavagna.
Por último, Thibault de Silguy calificó de “crítica” a la actual situación de Aguas Argentinas. Y aseguró que este año la compañía mostrará un quebranto de alrededor de 100 millones de pesos, unos 300 mil pesos diarios. “La empresa no cuenta con recursos suficientes para hacer frente a la prórroga del fideicomiso (desde el cual se cubren las metas de expansión de la red), al pago de multas (se adeudan unos 60 millones de pesos) u otras contingencias que amenazan la concesión.”
Una fuente oficial dijo ayer a este diario que las negociaciones con la empresa siguen siendo “difíciles” y no descartó que el final sea de ruptura, tal cual lo dejó planteado el máximo dirigente de Aguas. El funcionario manifestó que el viernes próximo la empresa debería depositar unos 3,3 millones de pesos al fondo fiduciario desde el cual se nutren las inversiones. No obstante, una especulación era que la definición recién llegará tras el cierre del canje.
La carta a Lavagna cierra con un respetuoso “avec mon meilleur souvenir” (con mis mejores recuerdos) escrito a mano alzada por Thibault de Silguy. Cerca del ministro tienen otro recuerdo de la misiva, no tan galante: “L’pressé” (La apretada).

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