ECONOMíA
La inflación de abril marcó 10,4% en una carrera que recién comenzó
Los precios minoristas acumulan en el cuatrimestre 21,1 por ciento, según el relevamiento del Indec. Los mayoristas subieron en el mes 19,7, elevando a 60,7 por ciento en el año. Mayo arranca con un arrastre del 3 por ciento. Y todavía no hubo ajustes de tarifas.
› Por Cledis Candelaresi
El índice de precios al consumidor subió en abril un 10,4 por ciento, expresando el mayor aumento mensual de los últimos once años. El registro, que para todo el cuatrimestre es del 21,1 por ciento, está acorde con los últimos trascendidos, hecho que le quita impacto, pero no oculta la gravedad del problema. Desde la devaluación, algunos alimentos que ocupan un lugar destacado en la canasta de los más pobres, como la harina o el aceite, duplicaron cómodamente su valor, transformando en inaccesibles productos que hasta diciembre sólo podían resultar caros. Pero todo puede ser aún peor, ya que las incesantes subas en los combustibles y el descongelamiento de las tarifas públicas seguirán empujando el IPC hacia arriba. El dólar en alza, los carburantes cada vez más caros, y el incipiente desabastecimiento dejan a la hiperinflación a la vuelta de la esquina.
El índice mayorista llegó el mes pasado al 19,7 por ciento, y el minorista viene registrando un aumento progresivo que ya transformó en una estimación errónea la pauta inflacionaria plasmada en el Presupuesto nacional (15 por ciento). En enero fue de un 2,3 por ciento; en febrero del 3,1; en marzo del 4,0; en abril del 10,4 por ciento y, según los especialistas, el de mayo ya tiene un piso “de arrastre” de aproximadamente el 3 por ciento.
Durante el cuarto mes del año, las principales subas correspondieron a Indumentaria, que se encareció un 21,7 por ciento, parte por cambio de temporada, parte por ajuste en función del dólar, ya que es un rubro donde tienen una elevada presencia los artículos importados. También por encima del promedio estuvo el renglón de Atención Médica y Gastos para la Salud, que subió un 14,5 promedio, aumento que llega al 26,6 por ciento cuando se trata de medicamentos y accesorios terapéuticos.
Sin embargo, el mayor desvelo de quienes deben hacer las compras diarias de una familia son las remarcaciones computadas en Alimentos y Bebidas, rubro que insume como mínimo la mitad de los ingresos de los pobres y al menos un cuarto de los considerados estadísticamente más ricos, con ingresos de alrededor de 2500 pesos por mes. El mes pasado ese renglón subió un 13,2 por ciento. Pero por encima del promedio se ubicaron varios productos que ya picaron en punta desde enero, como el aceite de maíz, con las siguientes subas: el aceite un 28 por ciento, la paleta 26,7, la carne picada 24,8 y la harina común 24,2. Si se abre la perspectiva a todo el cuatrimestre, es claro que hubo aumentos impactantes en productos muy sensibles a los consumos de quienes tienen bajos ingresos: la harina de trigo común un 121,6 por ciento, el aceite mezcla un 119,3 y los pañales descartables un 103 (ver cuadros).
Las diferencias entre los registros que ayer difundió el Indec y el peso relativo de la inflación en los bolsillos es consecuencia de cómo se pondera cada rubro al confeccionar el índice. Previsiblemente, desde el Gobierno descartan cualquier maniobra estadística. Pero, al mismo tiempo, desestiman la posibilidad de abusos reiterados de productores o empresarios que remarcan. “Porque hay competencia y muy baja demanda”, argumentaba una fuente oficial ante Página/12. “Son las leyes del mercado”, explicaba el mismo funcionario al aludir a subas como las del aceite: según las aludidas normas, al ser un producto que se exporta debe costar en el mercado interno lo mismo que vale venderlo al exterior.
En los mismos despachos oficiales saben que hay varios riesgos de que el índice se desboque en el corto plazo. Uno es el dólar que, aun en el hipotético caso de que se hubiese anclado en 3, dejaría margen para que muchos precios sigan acomodándose. Superada esta barrera, en el propio Gobierno admiten que la híper es un dato inobjetable. Uno de los precios que aún no se ajustaron totalmente en función del nuevo tipo de cambio es el de los combustibles, cuyos valores se están acomodando hacia arriba mediante una política de aumentos espaciados. Si el criterio de las refinadoras fuera que la nafta y el gasoil cueste fronteras adentro tantocomo vale exportarla, con un dólar a 3, esos productos deberían aumentar aún un 50 por ciento.
Los carburantes tienen un efecto multiplicador sobre el resto de los precios, al igual que los servicios públicos. Y sólo falta que las prestadoras de luz, gas, agua, teléfonos o transporte ferroviario acuerden con el Gobierno cuánto y desde cuándo subirán para adecuar su negocio a la economía pesificada. Entonces, el IPC tendrá otro impulso vigoroso. Para entonces ya sería imposible seguir conteniendo salarios y la mecánica hiperinflacionaria estaría activada. Especialistas como Roberto Dvoskin opinan, incluso, que la híper ya es un hecho probado por el desabastecimiento. “Por incertidumbre nadie quiere comprar ni vender, y la híper tiene un reflejo: faltan productos en súper y farmacias.”