ECONOMíA
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Intervenir sin invadir
Por José Natanson
¿Se justifica intervenir en los asuntos internos de un Estado? ¿Qué dice el derecho internacional? ¿La diversidad cultural tiene un valor prioritario frente a los derechos universales? ¿Existen principios morales de validez universal? ¿El principio de no intervención es universal? ¿Y el de no intervención armada? Estas son algunas de las preguntas que se formula Ernesto Garzón Valdés en Calamidades (Gedisa), un libro que tiene la ventaja de abordar temas difíciles con una notable claridad conceptual, y que es útil no sólo para analizar y juzgar episodios como la intervención de la OTAN en Kosovo, la guerra de Afganistán o la invasión a Irak: sirve también para entender cuestiones más cercanas, como la participación argentina en la misión de paz en Haití o el rol del gobierno en la crisis boliviana.
Las calamidades (definidas por el autor como desastres que derivan de acciones humanas intencionales) generan interrogantes: ¿Qué hacer –se pregunta Garzón Valdés– con un gobierno que emprende políticas de limpieza étnica? ¿Cómo reaccionar ante un país que viola los derechos humanos de manera sistemática? ¿Y con otro que excluye a una mayoría de la población por motivos raciales?
En primer lugar, el libro repasa los argumentos de aquellos que sostienen que la intervención –no armada– en un Estado soberano es siempre desaconsejable, y los refuta uno a uno. “Bajo ciertas circunstancias, está moralmente permitido y hasta puede estar moralmente ordenado intervenir en los asuntos internos de los estados. Así, por ejemplo, la política del presidente James Carter en América latina como respuesta a la violación masiva de derechos humanos por parte de gobiernos como el de Argentina durante la última dictadura militar puede, desde luego, ser considerada como una injerencia en los asuntos internos, y así lo manifestaron en su hora los integrantes de la junta militar; desde el punto de vista ético, no veo argumentos para condenar esta política que contribuyó a salvar no pocas vidas.”
Para el autor, “una vigencia absoluta del principio de no intervención puede contribuir a perpetuar condiciones de vida caracterizadas por una notoria injusticia y miseria”. La intervención no armada es, entonces, recomendable en algunos casos.
La segunda parte del razonamiento es más difícil: ¿Cuál es el límite? ¿Cuándo hay que intervenir y cuándo no? ¿Cómo impedir la intervención constante de aquellos estados con vocación de “policías internacionales”? ¿Y las intervenciones armadas? Garzón Valdés sugiere analizar cuidadosamente caso por caso, identificando los motivos de la intervención, las razones que esgrime el país interventor y otras soluciones posibles. Y llega a la conclusión de que las intervenciones militares son justificables en poquísimos casos: cuando son la única vía posible y cuando se considera que la situación postintervención será moralmente mejor que la anterior, entre otra serie de circunstancias bastante extraordinarias.
En general, Calamidades es un razonamiento impecable sobre cuestiones muy difíciles de mesurar. Su autor, Ernesto Garzón Valdés, es un abogado y politólogo argentino que vive en Europa desde 1976, cuando la dictadura lo expulsó de la Universidad de Córdoba. Dictó clases en universidades de España, México, Italia y Finlandia y es autor y compilador de veinte libros sobre diferentes temas.Garzón Valdés no cae en sofismas, no distorsiona situaciones para ajustarlas a su argumentación y tampoco pierde tiempo en énfasis inútiles. Podría pedírsele más ejemplos concretos para ilustrar sus hipótesis, pero él mismo aclara que su intención fue escribir un libro con un enfoque conceptual. El objetivo, por otra parte, es nítido. “Una reflexión sobre las calamidades que padecemos tiene que apuntar a la liberación del yugo del fatalismo, de la ceguera moral que nos precipita en el error de creer que siempre nos enfrentamos con ‘elecciones trágicas’ y de la necesidad de confundir nuestro comportamiento con el maniqueísmo intolerante, consejero de torpes acciones que sólo engendran el sufrimiento del más débil.”