ECONOMíA
› LAS POTENCIAS CONTRA ARGENTINA
El acoso
› Por Alfredo Zaiat
Hace mucho tiempo que Argentina no padece un apriete tan intenso como el de estos días por parte del FMI y de los países más ricos reunidos en el Grupo de los Siete. Nunca antes un ministro de Hacienda de una potencia expresó públicamente que Argentina avanzó en la reestructuración de la deuda en default con “mala fe” –que es una escalada sobre el ya conocido reclamo de “buena fe”–, como afirmó el japonés Sadakazu Tanigaki. El acoso es constante.
En un momento es Japón, la segunda economía mundial, en otro es Alemania, a través de un vocero que exige un acuerdo con los que quedaron fuera del canje. En otra ocasión aparece Italia para impulsar un comunicado de sanción a la política argentina, luego se le suma Francia exigiendo una inmediata respuesta a las demandas de aumento de tarifas de las privatizadas. Gran Bretaña y Holanda, con sus respectivos estilos, no se quedan atrás en prestar colaboración para ajustar el torniquete. Estados Unidos es, en ese contexto agresivo, la potencia que mantiene la posición “más amigable”, lo que no significa a favor.
Por si ese áspero cerco internacional no fuera suficiente, emerge el Fondo como portero de ese consorcio de naciones opulentas como si no hubiese tenido nada que ver con la catástrofe argentina. Se requiere de muchísima paciencia para tolerar la presión de una institución desprestigiada, especialista en fracasos y conducida por un español conservador que se maneja por el mundo como nuevo rico. Más allá de la valoración sobre el canje, éste –a diferencia de otros– se concretó sin la ayuda del FMI.
El acoso de los gobiernos de los países centrales se ha naturalizado de tal manera que no sorprende a la adormecida clase política y a la mayoría indiferente de la sociedad. Gran parte de los medios de comunicación presentan esos exabruptos como simples recomendaciones, sin destacar que esas voces, en realidad, encubren a irresponsables banqueros y multinacionales que se equivocaron en la estrategia de endeudamiento de las compañías privatizadas. En estos casos no aparecen analistas solicitando “mesura” y “prudencia”. En cambio, adelantan con un rictus de satisfacción que este fin de semana el G-7 emitirá un comunicado apercibiendo a la Argentina y elogiando a Lula. A propósito, puede entenderse el silencio de Brasil –el principal aliado de la región– ante este acoso, pero genera un pequeño cosquilleo de desilusión.
El economista e historiador Mario Rapoport escribió en un reciente artículo en el diario Hoy de La Plata que las potencias económicas “pretenden imponer políticas en base al poder que ejercen sobre nosotros”. Con elogiable oportunidad, destaca que “esta conducta no es históricamente nueva”. Recuerda que en mayo de 1949, durante el primer peronismo, un informe secreto de la Embajada de Estados Unidos daba cuenta de las presiones de ese país sobre Argentina y que por ellas “los hemos sacudido gravemente (we haven shaken them badly) y están lentamente acercándose a nuestro punto de vista sobre los problemas financieros y económicos”. Para agregar que se debía mantener “una firme y constante presión... sin darles la chance de sentir que la hemos aflojado”.
Argentina está sola para enfrentar el actual acoso. En esas circunstancias, no hay que darles la chance de que sientan que se ha aflojado.