ECONOMíA
› LOSER PRONOSTICA UNA NEGOCIACION DURA, PERO CON FINAL FELIZ
“No hay que tenerle miedo al Fondo”
Mario Blejer y Claudio Loser compartieron durante años los pasillos del FMI. Son dos argentinos que ocuparon puestos relevantes en el organismo, conocen cómo funciona y cómo piensan sus autoridades. Uno en Inglaterra y el otro en Washington, analizaron la difícil relación de Argentina con el Fondo con miradas distintas.
› Por David Cufré
El mendocino Claudio Loser fue una figura central del FMI en las negociaciones con Argentina hasta la crisis de 2001. Hace dos años que abandonó el organismo, pero es palabra autorizada para expresar su pensamiento. Desde Washington, adonde trabaja junto al ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso en un instituto que analiza la realidad latinoamericana, el economista pronosticó que habrá acuerdo entre el Fondo y el Gobierno. La Argentina, de todos modos, deberá seguir cancelando su deuda con el organismo, para terminar de saldarla en una década.
–El Gobierno suspendió durante un año su relación con el FMI y la economía tuvo un crecimiento record. ¿Eso no los debería hacer reflexionar?
–No, porque el Fondo dice que la economía argentina tuvo la reacción normal después de haber caído tan bajo. Le pasó antes a México, a Brasil y a Chile. El rebote fue muy bueno, favorecido por un ambiente externo de precios y tasas positivo, por cosechas record y por un manejo interno muy ortodoxo. El Gobierno aplicó una política muy fondomonetarista. Las autoridades y el FMI lo niegan, pero la base de las negociaciones es mucho más fuerte de lo que la retórica predice.
–Entonces usted supone que habrá acuerdo.
–Creo que sí. La retórica estará muy fuerte y la negociación será complicada porque el Fondo está aplicando por primera vez una resolución que aprobó hace unos meses, por la cual antes de comenzar a discutir con un país se necesita una aprobación del directorio. Eso le quita margen de maniobra al staff. Pero al final de todo ese enredo habrá acuerdo.
–¿Y de qué características?
–El FMI no concederá la refinanciación del 100 por ciento de los vencimientos, sino a lo sumo de entre 60 y 70 por ciento. Lo más razonable sería definir un programa que cubra lo que queda de 2005 hasta la finalización del mandato de (Néstor) Kirchner en 2007.
–¿Supone que el acuerdo se firmará antes o después de las elecciones de octubre?
–Hay una fecha clave, que es la primera semana de octubre. Para entonces está prevista la reunión de otoño del FMI y del Banco Mundial en Washington. Es una práctica usual aprovechar esas asambleas para anunciar acuerdos. En Argentina se enfatiza demasiado que agosto está perdido para las negociaciones porque hay vacaciones en Estados Unidos. Es un error. El personal del Fondo que negocia con Argentina no se toma vacaciones. Yo recuerdo haber mantenido reuniones en agosto. Y siempre se queda alguien de la gerencia, ya sea Rodrigo Rato o Anne Krueger.
–Si el FMI no acepta refinanciar el total de vencimientos es porque busca que Argentina achique su deuda.
–Efectivamente. El Fondo aspira a que Argentina le pague toda la deuda en el término de 10 a 12 años. Es bueno que el país deje de depender de papá Fondo. Lo importante es graduarse del FMI, como hicieron Brasil, México y Chile.
–¿Cuál sería el costo anual?
–Al principio entre 1600 y 1700 millones de dólares: 1000 millones de capital y el resto de intereses. Después los intereses irían bajando. En promedio se estima unos 1500 millones de dólares anuales. Esa es la posición del staff. Hay alguna gente del mismo staff que pide acortar los plazos, pero una refinanciación al comienzo de entre 60 y 70 por ciento de los vencimientos es razonable.
–¿Cómo reaccionaría el Fondo frente a una eventual desafiliación de la Argentina después de cancelar toda la deuda?
–Es la historia más ridícula que escuché. Sé que alguna gente del Gobierno lo está diciendo, pero es ridículo. El Fondo es una organización multilateral. Los únicos dos países de alguna importancia que no son miembros son Cuba y Corea del Norte. Todos los demás están afiliados. Romper con el Fondo es cortar vínculos con el Banco Mundial y con el BID, que aportan mucho dinero al país, y con el mundo financiero internacional. Distinto es si el Gobierno paga toda la deuda y no firma un nuevo programa. Ahí no habría problemas y, como decía antes, es lo que quiere el Fondo.
–¿Y qué pasaría si el Gobierno se declarara en default ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo?
–El FMI no iría a la bancarrota, porque tiene suficientes reservas, pero tendría una repercusión negativa. No hay antecedentes de default de países del tamaño de Argentina. Hay antecedentes de Sudán, Zambia y Perú. Más que para el Fondo, el problema es para otros países que tienen que absorber el impacto. El FMI se financia con dinero aportado por los bancos centrales. Frente a un default argentino, se les aumentará la tasa a los que están en una posición deudora y se les bajará a los acreedores. Los grandes deudores del FMI son Turquía, Brasil, Indonesia y Uruguay. La Argentina les estaría pasando la cuenta a sus compañeros latinoamericanos. Algunos creen que afectaría al Grupo de los 7, cuando en realidad la presión para evitar el default será de otros países, incluso socios de Argentina.
–¿Por qué el FMI no hizo una autocrítica profunda después del derrumbe de la convertibilidad?
–La hizo, sólo que la conclusión fue que su desempeño en los ’90 fue demasiado blando. La oficina de evaluación independiente señaló que durante los períodos de (Carlos) Menem y (Fernando) De la Rúa el Fondo no apretó las clavijas como debía. Por eso ahora el directorio asume una posición dura, porque no quiere repetir los errores del pasado. El Gobierno, por el contrario, considera que como antes el FMI fue muy duro, ahora debería ser más flexible.
–¿Y usted cómo lo ve?
–Estoy más cerca de la posición del Fondo. Creo que fue una equivocación no haber sido estrictos antes de la crisis. Pero pienso que los últimos años la Argentina hizo muchas cosas muy bien. Kirchner y Lavagna están manejando la macro como corresponde.
–La economía argentina atraviesa una situación muy distinta a la de 2002. Sin embargo, los reclamos del FMI son esencialmente los mismos: aumentar el superávit fiscal, subir las tarifas y compensar a los bancos.
–Me hace acordar al cuento del marido que está cansado de que la esposa le pida plata todo el día para comprarse un vestido, para pagar las cuentas, para el colegio de los chicos, para arreglar el auto. Y cuando le preguntan cómo hace para gastar tanta plata, responde que no sabe porque nunca le da. Una cosa es lo que se pida y otra la que se obtenga. De todos modos, creo que el FMI está exagerando al pedir un mayor superávit fiscal, porque hace un cálculo demasiado conservador sobre la capacidad de financiamiento del Gobierno en los mercados. Hay una visión un poco extremista. Como en toda negociación, uno pide cinco para lograr tres y otro ofrece uno para cerrar en tres. El Gobierno es astuto, pero no es original.
–¿Y el Fondo?
–Es consistente a través del tiempo. Al Fondo no hay que tenerle miedo, hay que saber negociar. El Gobierno lo tiene claro.
–¿Hay que utilizar las reservas del Banco Central para pagarle al FMI?
–No, lo correcto es que salga del sector público. No estoy de acuerdo con la recomendación del directorio. Están entrando en un terreno peligroso.
–¿Las intervenciones del Banco Central para sostener el tipo de cambio son inflacionarias?
–Podrían serlo. El año pasado lo fueron, porque aumentaron demasiado la liquidez. En 2005 el Banco Central cambió y se convirtió en una aspiradora de pesos, pero eso le cuesta porque tiene que subir la tasa de interés y genera déficit cuasifiscal. Además, una tasa más alta atrae más capital. Es un ciclo que no termina.
–¿Usted qué sugiere?
–La Argentina tiene margen para dejar que el dólar fluctúe más. Puede haber una variación del 10 por ciento, que además haría más difícil apostar.