El Julio auténtico:

Por Alfredo Zaiat

Muchos lo recordarán por su explosión de fines del año pasado. Cuando las lacerantes heridas de las esquirlas todavía dolían a aquellos que lo querían y también querían bien al diario, reflexionó que había roto todos los puentes. Pero esa ruptura no será. Porque para aquellos que lo conocieron durante muchos años de trabajo cotidiano, la historia que quedará será otra. Será la de un periodista impresionante, maestro malhumorado, al que se lo padecía al mismo tiempo que se lo admiraba. No fue fácil encontrar en el archivo un pirulo que escribió y salió publicado el miércoles 9 de julio de 2003. Valió la pena. Esas once líneas lo retratan a la perfección. La anécdota sobre esa perla del periodismo comenzó en el horario de cierre, él estaba partiendo, se detuvo y con ironía comentó: “Mañana es el día de la Independencia Económica que hace dos años habían anunciado De la Rúa y Cavallo”. “Escribí algo”, le propusieron. Y escribió, en no más de cinco minutos porque perdía el tren, lo siguiente: “Hoy se conmemora en todo el país el Día de la Independencia Económica, evocando así la gesta del presidente Don Fernando de la Rúa, quien rompió las cadenas financieras que aherrojaban a la Patria al declarar establecida, para esa esplendorosa jornada de 2001, la vigencia del Déficit Cero. La proeza fue confiada a la ínclita figura de Don Domingo Cavallo, en su calidad de ministro de Economía de la República. Las magnas hazañas suelen nacer de ideas simples. Tal aquélla, basada en el elemental propósito de que las expensas de la hacienda pública no excediesen la colecta de recursos. El temple de aquellos prohombres permitió que la Nación recuperase su predicamento entre los mercados libres del mundo. Con esos patricios es, pues, la deuda de gratitud. ¡Gloria y loor!”.
No falta ni sobra una palabra, como aconseja otro maestro, Homero Alsina Thevenet. No está firmada, pensando simplemente en el lector, estado puro del periodismo. El lenguaje, exquisito. El contenido, impecable. La acidez, presente. Un Julio Nudler auténtico.

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No habrá ninguno igual:

Por Raúl Dellatorre

Da bronca perderte. Hacerse a la idea de que ya no vas a estar lanzando dardos desde un costado de la sección con ese humor fino, irónico, ácido, inteligente, que obligaba hasta al que fuera blanco de la chanza a reírse de sí mismo. Voy a extrañar, ahora, esa exigencia permanente por la corrección de cada frase, cada título, cada razonamiento, cada conclusión, que entonces nos parecía insoportable. Esa forma particular que tenías de enseñarnos, en definitiva, cómo ser profesionales. Aunque cada vez que te llamaba “maestro”, me respondías: “No tenés derecho a hacerme cargo de los resultados”.
Nos dejaste tras una enorme lección de vida, con una trayectoria de grandeza, de ética, de principios, enseñándonos a jugarse a andar sobre el hilo sin red abajo, siempre mirando hacia adelante.
Y me pregunto, ¿cómo se hace para ser dignos al camino que trazaste? ¿Cómo hago para mostrarte que algo de lo que nos enseñaste nos quedó? ¿Te habré agradecido alguna vez que me convocaras dos veces para trabajar junto a vos? ¿Te habré dicho que ser parte dos veces de tus equipos de trabajo es mi mayor orgullo y de las cosas más placenteras que me pasaron en esta actividad? ¿Te llegué a contar los proyectos que tenía para hacer otras cosas, en otros medios, juntos?
Ya es tarde para eso, y ahí quedan esas preguntas entre un montón de cuestiones atragantadas. Me quedo con esta mezcla de bronca y dolor. Como el tango más triste y mejor interpretado jamás compuesto. Siento que se nos fue, se nos escapó de las manos, el último maestro de una generación brillante de periodistas. Una combinación incomparable de grandeza y humildad. Se nos fue también el mejor, por lejos, de nosotros. Y dejame que te lo diga así, Julio querido, siento que por segunda vez en mi vida perdí a mi viejo.
Ahora divertite nomás, desde donde estés, encontrándole errores a mi nota. Por siempre, gracias.