Mié 29.05.2002

ECONOMíA  › OPINION

Preparando los cañones

› Por Julio Nudler

¿Con Reutemann o con López Murphy contra Carrió y Zamora? El capital necesita reagruparse para ordenar su poder de lobby después de episodios caóticos como el de la Ley de Quiebras, y superar el cuarto de hora admitido a personajes pintorescos y útiles como De Mendiguren. Por ahora juntaron medio centenar de cabezas, entre las cuales se notan huecos tan sintomáticos como la ausencia de muchas privatizadas. Quizá consigan ir llenándolos, pero ¿cómo harán para ponerse de acuerdo precisamente ahora, cuando hay tanta pérdida que asignar –sin desdeñar algunos manotazos patrimoniales posibles– frente a un Estado fundido? Más fácil era cuando se podía vivir a costa del sector público, lo cual forma parte de la experiencia de varios de los fundadores de AEA. De todas maneras, siguen planteando reclamos, confiando en que conseguirán, por un medio u otro, que éste o el próximo gobierno los atienda.
Las caras visibles de este relanzamiento empresario son las mismas que se desgastaron en muchos años de presiones sobre los poderes públicos, de escaso apego a la competencia –por más que ahora vuelva a invocarse al mercado–, de ejercicio de prácticas simétricas a las de una clase política impregnada de corrupción. ¿Quiénes sino los empresarios –y sobre todo los grandes– fueron los interlocutores en el metódico juego del vaciamiento estatal? Sin embargo, en el discurso de Oscar Vicente no hubo arrepentimiento sino dedo acusador contra “la falta de continuidad en las políticas de apoyo a la empresa”.
A pesar de las grietas que recorren el bloque empresario, la hora exige unidad. No es éste un momento cualquiera. Es –sin ir más lejos– el de una caída vertiginosa del salario real, que va empujando a la Argentina al linde de una reacción social incontenible, o de una expresión política ante cuyo eventual advenimiento es preciso responder estratégicamente de antemano. Pero la fuerza es hoy una respuesta insuficiente: también se necesitan ideas, y la derecha, que está naturalmente llamada a encargarse de crisis como la actual, no las tiene. A punto tal que se encolumna detrás de un personaje como López Murphy, cuyas expresiones suenan patéticas.
La defensa de intereses corporativos no alcanza para desatar este nudo y mantener el control sobre el centro del terreno, repeliendo la desesperación de la creciente marea de excluidos. Pero la nueva Asociación no parece haber surgido en torno de una concepción que diga cómo se detiene la caída y se abre el futuro.

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