Sáb 22.04.2006

ECONOMíA  › NUEVO RECORD DEL PRECIO DEL PETROLEO, QUE PASO LOS 75 DOLARES

En un polvorín y todos jugando con fuego

› Por R. D.

En una jornada dominada por las bruscas oscilaciones y humores cambiantes, el precio del petróleo alcanzó nuevos records tanto en las operaciones de Londres como de Nueva York. Los aumentos del orden de 1,40 a 1,50 dólar por barril (dos por ciento) con respecto al cierre del jueves reflejan los temores existentes en relación con la interrupción del suministro, pero también la fuerte ola de especulaciones desatada sobre este volátil mercado. A diferencia de otras crisis anteriores del petróleo, sin embargo, hay que decir que esta vez la vulnerabilidad del mercado está dada por restricciones reales de la oferta, como la perspectiva declinante de la producción por agotamiento, en los próximos años, de los yacimientos en actividad y la falta de descubrimientos importantes que los reemplacen.

El barril de crudo Brent, de referencia en Europa, superó su propio record al cotizar a 74,57 dólares al término de la sesión regular del mercado de futuros de Londres. Con ese precio final, el barril para entrega en junio aumentó 1,39 dólar respecto de la sesión anterior, cuando acabó en 73,18 dólares. En el transcurso de la sesión, el crudo del Mar del Norte llegó a cotizar a un valor máximo de 74,77 dólares.

Paralelamente, el crudo en Nueva York cerraba con un precio record de 75,17 dólares, reflejando las mismas inquietudes. Al cierre de la sesión regular en la Bolsa Mercantil, los contratos de Petróleo Intermedio de Texas (WTI) para junio añadían 1,48 dólar al precio anterior, después de tocar 75,35 dólares durante la última hora de contrataciones. Los contratos de este tipo de petróleo, el de referencia en Estados Unidos (pero también para las exportaciones argentinas), con su entrega mensual prevista entre julio y diciembre se negociaron a un precio de entre 76 y 78 dólares el barril. Los precios de la gasolina y del gasoil de calefacción también se incrementaron en el mercado mayorista estadounidense.

El temor a una interrupción de los suministros de hidrocarburos por un tiempo prolongado se apoderó del mercado. Por un lado, está la presión que ejerce Estados Unidos para promover sanciones a Irán, como condena a su programa nuclear. Si ello ocurre, se teme que no sólo la producción iraní quede bloqueada sino toda la que transita por el estratégico estrecho de Ormuz. La tensión provocada en Nigeria por la acción de los movimientos separatistas sobre las instalaciones petroleras han reducido la capacidad exportadora de ese país. La situación no es mejor en Irak y, por distintas razones, los que operan en el negocio petrolero expresan cierto temor e inseguridad por los suministros de Venezuela, Chad y Rusia. Salvo Arabia Saudí, el resto de los exportadores produce casi al límite de su capacidad, por lo que difícilmente se pueda contar con oferta sustituta cuando se corta el abastecimiento de alguno de los grandes productores. Ese estrecho margen de maniobra hace todavía más vulnerable al mercado petrolero frente a eventuales catástrofes, como la desatada por el huracán Katrina sobre el Golfo de México.

Complementariamente, el mercado petrolero –en el que se negocian contratos a futuro por magnitudes muy superiores a las operaciones físicas reales– se vio invadido en los últimos tiempos por fuertes fondos de pensión y especulativos que anteriormente operaban en Wall Street (principalmente en acciones tecnológicas), lo que le agrega volatilidad a la cotización.

Además el mercado empieza a tomar conciencia de que el petróleo es un producto con una oferta limitada en el tiempo –no renovable– y que, en pocos años más, su curva de producción entrará en la etapa declinante. Los eventuales sustitutos no han demostrado hasta acá poder reemplazar la oferta energética que dejaría vacante el crudo.

Por todos estos condicionantes, la proyección que pueda tener el alza del precio del barril es impredecible. La alteración de los mercados podrá encontrar eventuales momentos de calma temporaria, pero, a diferencia de oportunidades anteriores, esta vez la crisis se origina en una saturación real de la capacidad de producción mundial y no a un recorte por decisión política de la oferta.

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