ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
› Por Alfredo Zaiat
Los traumas provocados por crisis generan un efecto residual de larga duración en gran parte de los agentes económicos. Esos temores han sido aprovechados en varias ocasiones para disciplinar a una sociedad para que acepte restricciones y violentas reducciones de sus ingresos. Ese comportamiento resignado se verificó con más intensidad en el miedo a la hiperinflación que perduró durante la década del ’90, estado de ánimo defensivo que permitió convalidar la instrumentación de una veloz transformación en el funcionamiento de la economía. El pánico a vivir las angustias del pasado fue manejado por el poder con habilidad para convalidar su política, facilitando de ese modo una impresionante transferencia de riquezas a un núcleo reducido.
A otro nivel de tensión, los actuales cimbronazos del mercado financiero internacional convocan el recuerdo de los furiosos sobresaltos de las cotizaciones de los activos locales que colmaban de incertidumbre al resto de la economía en la década pasada. El derrumbe mexicano de diciembre de 1994 castigó a la Argentina como a ningún otro país de los denominados emergentes. La caída del mercado de Hong Kong impactaba con más fuerza en la plaza local porque ese ex enclave británico convivía con un régimen de convertibilidad. La crisis rusa también provocó desequilibrios en un sistema cambiario que comenzaba su agonía. Y así se puede recorrer la sucesión de tormentas financieras de los noventa con sus respectivas rayos y relámpagos que caían sobre la economía local. La apertura, el ingreso y salida sin barreras de capitales especulativos, el seguro de cambio que brindaba un esquema monetario rígido y un elevado endeudamiento junto a programas de condicionalidades con el FMI generaba condiciones óptimas para las absorción doméstica de crisis externas. Hoy, el panorama es otro.
Si bien aún se mantiene cierta aprensión al contagio, que se refleja en análisis de gurúes más interesados en sus negocios que en entender lo que está pasando, resulta alentador el casi nulo impacto sobre la economía local de los fuertes ajustes de las bolsas mundiales y también de la de Buenos Aires. La flexibilidad que se ganó abandonando la paridad fija, los mayores grados de autonomía que se consiguieron con la liberación de la tutela del Fondo y el liviano control de capitales permiten transitar sin tanto estrés el presente contexto internacional lleno de incertidumbres. El derrumbe de las cotizaciones, en estos momentos, es un problema de los jugadores del casino global. Pero si lo hubiera para el resto, no sería tan devastador como los padecidos en los noventa. Los países castigados por el tsunami de la liberalización financiera han construido sus particulares diques de defensa, coincidiendo todos en una política de acumulación acelerada de reservas. Estrategia ayudada por el excelente escenario de los precios de los commodities, materias primas que juegan un rol estelar en la bonanza de sus respectivas economías, que derivó en superávit de la sensible cuenta corriente de la balanza de pagos.
El interrogante que recorre los análisis internacionales es cuál será la modalidad que finalmente adoptará la corrección de los desbalances globales de la economía de Estados Unidos. No se duda de que se inició el ajuste, sino en cómo éste se desarrollará. Ese convencimiento es el que explica el aumento de la volatilidad de las cotizaciones de los activos de riesgos, con una magnitud que incrementó la incertidumbre general. En la próxima reunión de la Reserva Federal (banca central estadounidense), del 28 y 29 de junio próximos, la tasa de interés volverá a subir otro cuarto de punto, según el consenso del mercado, para ubicarse en 5,25 por ciento anual. Así completará un rally de 17 ajustes consecutivos desde el mínimo del uno por ciento donde se encontraba hace apenas dos años. Y probablemente no sea el último retoque ante indicadores divergentes sobre las marcha de la economía de Estados Unidos.
Con barreras financieras defensivas, que incluye la decisión política del gobierno de Kirchner de acumular reservas hasta alcanzar los 30 milmillones de dólares a fin de año, cuando hoy se ubican en unos 25 mil millones, la atención gira hacia el lado de la balanza comercial. Además el horizonte de corto plazo de necesidades de financiamiento para hacer frente a la deuda está despejado: el programa de este año está completado, y el del próximo no es muy exigente, aunque la idea de Economía es empezar a cubrirlo en los próximos meses. Entonces, el principal canal de trasmisión de un shock externo vendría por el sector comercial, con una caída de los precios de los commodities, retroceso generado por el enfriamiento de la economía mundial a partir del alza de la tasa de interés. Un menor crecimiento de las potencias repercutirá en una menor demanda y, por lo tanto, en una baja de las cotizaciones de las materias primas.
Sin embargo, ese esquema tradicional de transmisión de crisis, ya sea por vía financiera o comercial, está siendo cuestionando por la irrupción de China e India. La presencia cada vez más importante de esos protagonistas emergentes en la economía mundial alteran los rumbos esperables de la corrección de desbalances globales de la aún primera potencia. Ahora no necesariamente una suba de la tasa de interés con el consiguiente andar más lento de la economía de Estados Unidos derrumbaría el precio de los commodities. China e India actuarían de amortiguadores de los efectos negativos que difunde un proceso de ajuste de la economía estadounidense. Esto implicaría, además de una bendición para los países con escasa diversificación productiva y dependiente de las exportaciones de materias primas, una señal contundente de que ya se ha iniciado un reordenamiento de la hegemonía en la economía mundial.
Argentina en la versión unplugged del mercado de capitales internacional tiene, en ese nuevo mapa económico mundial, su atractivo y un gran desafío. Los mismos que enfrentan los músicos en esos recitales donde se los escucha casi en estado natural. Desconectado de la maquinaria electrónica emergen con autoridad sus mejores dotes así como también sus falencias. La relativa desconexión del mundo financiero global y la bienvenida conexión al mundo por el lado comercial brindan la oportunidad de abrir las puertas para potenciar virtudes y minimizar defectos.
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