El dato definitivo llegó a manos de la ministra Felisa Miceli ayer a primera hora de la mañana, en Caracas, e inmediatamente trasmitió la buena nueva a Néstor Kirchner. Contra todos los pronósticos, la inflación de junio fue del 0,5 por ciento, inferior al 0,7 por ciento al que apostaban incluso los funcionarios de la Rosada. El costo de la canasta básica de alimentos, con la que se mide la línea de indigencia, se mantuvo sin cambios. Según cuentan en Economía, la caída de precios durante la última semana del mes en los rubros “alimentos y bebidas” –volvió a bajar la carne– y “esparcimiento” es lo que redujo la tasa de inflación por debajo de todas las expectativas. Así, el IPC acumulado durante el primer semestre alcanzó al 4,9 por ciento, inferior al 6 por ciento que sumó durante la primera mitad del año pasado cuando Roberto Lavagna estaba todavía al frente de Economía. Con estos números, en el equipo de Miceli confían en que la inflación anual se ubicaría por debajo del 11 por ciento, contra el 12,3 por ciento con que cerró el año pasado.

Sin embargo, julio no será un mes fácil si de domar precios se trata. El secretario de Comercio, Guillermo Moreno, ya sentó nuevamente a la mesa de negociación a varias de las empresas alimenticias que están reclamando descongelamiento de precios con el argumento de que aumentaron los costos, en particular los salariales. De hecho, las dos mayores empresas lácteas (Sancor y La Serenísima) ya avisaron informalmente que tarde o temprano deberán aplicar un nuevo ajuste en sus productos, pese a que se suponía que los acuerdos firmados con Moreno debían durar hasta fin de año. El otro elemento que presionará sobre la inflación de julio es la estacionalidad propia de las tarifas turísticas. No obstante, el Gobierno cerró semanas atrás un acuerdo de precios con las cámaras del sector, con lo cual intentará moderar el “efecto vacaciones” sobre el índice.

En junio del 2005 la inflación minorista había llegado al 0,9 por ciento. De ahí que el 0,5 por ciento del mes pasado haya sido recibido con especial entusiasmo en el gobierno. En los últimos doce meses el IPC acumula un 11 por ciento y desde la salida de la convertibilidad trepó el 82,3 por ciento.

Durante junio los alimentos se encarecieron 0,5 por ciento, en línea con el índice general, con subas por arriba del promedio en frutas (2,4 por ciento), productos de panificación, (1,6 por ciento), bebidas alcohólicas (0,7 por ciento) y azúcar (1,4 por ciento). En cambio, volvieron a caer los precios de los cortes de carne relevados por el Indec (en promedio, 1,4 por ciento). Según el relevamiento oficial, desde el enero, el corte que más bajó fue el asado (casi 6 por ciento), seguido por la nalga (2,2), mientras que el resto de los cortes están o en los mismos precios que a principios de año o ligeramente más caros. Así, las drásticas medidas que adoptó el Gobierno desde marzo en el sector de la carne, después de las fuertes remarcaciones del verano, parecen haber servido para retrotraer los precios a los valores de diciembre. Sin necesidad de medidas extraordinarias, en junio el pollo se pudo comprar un 3,4 por ciento más barato, y los valores de hoy son un 7 por ciento inferiores a los de diciembre.

En el índice de junio impactó también la suba de peajes dispuesta en los accesos Norte y Oeste. Los precios de los restaurantes (“alimentos y bebidas fuera del hogar”) también jugaron para arriba en la tasa del mes, ya que se elevaron un 2,3 por ciento. Los alquileres volvieron a escalar por encima del índice general: 1,2 por ciento en junio, al igual que el rubro “gastos comunes de la vivienda”, que incluye las expensas y se encareció un 0,8 por ciento.

Según el Indec, los productos con mayores subas de precios fueron los siguientes: choclo (20,6 por ciento); lechuga (9,9), zapallito (8,9), banana (5,8). En cambio, los que más bajaron: tomate (-14,3), naranja (-11,7), lentejas (-10,1), y calamar (-8,2).