La visita de Kirchner a Paraguay tiene por objeto negociar la deuda que tiene ese país con la Argentina. Pero el propósito es buscar un acuerdo para concretar las obras de ampliación.
› Por Cledis Candelaresi
El presidente Néstor Kirchner llegó ayer a Mburubicia Róga, la residencia presidencial paraguaya, escoltado por medio gabinete y animado por el propósito de anunciar hoy junto a su colega Nicanor Duarte Frutos un acuerdo sobre la multimillonaria e imprecisa deuda que Paraguay tiene con la Argentina por Yacyretá. Este pacto, que se basará en una fuerte condonación o quita de esa obligación, permitiría continuar con las obras necesarias para ampliar la capacidad operativa de la represa, vital para evitar en el mediano plazo un colapso energético de este lado de la frontera.
Ambos países son socios en el megaemprendimiento, pero con un rol diferente. La Argentina financió las costosas obras y Paraguay fue acumulando una deuda que, según el tratado original, se comprometió a pagar con parte de la energía que le correspondería tomar de la represa. Esta cuestión resulta hoy tan críptica como otros tantos aspectos de la controvertida historia de esta obra, al punto de que hasta anoche la propia Entidad Binacional Yacyretá se negaba a informar sobre las acreencias acumuladas.
Oficiosamente, se sabe que alrededor de dos años atrás la Argentina exigía a Paraguay un monto cercano a los 12 mil millones de dólares, algo que a priori podría exceder el alto costo de levantar la presa. Ese monto imposible para la economía paraguaya por estos días habría descendido a 10 mil millones y, sobre esta base, la Argentina dispondría un recorte que formalmente puede asumir distintas formas, empezando por un nuevo método de cálculo para cotizar la energía producida y con la que Asunción debería honrar su compromiso.
Ese valor siempre podría revisarse, a la luz de lo que ocurre en el mercado. Yacyretá hoy vende su energía a 32 o 34 milésimos de dólar el kilovatio hora, la mitad del precio al que le importa electricidad a Brasil y por debajo del que resultara si se lo ligara de modo directo a los altos costos de construcción de la usina.
Hace casi un año y medio, el gobierno paraguayo reclamó algún mecanismo de condonación que pudiera habilitarle la designación de directores ejecutivos con real influencia en las decisiones cotidianas de la EBY. Pero, ante la falta de respuesta afirmativa de los funcionarios argentinos, optó por presionar por una vía más eficaz como la de no dar el OK para las obras que se necesitan a fin de elevar la cota.
Un paso en ese sentido fueron los reparos a Aña Cuá, vertedero natural que, con la colocación de tres turbinas, habría aumentado de modo importante la cantidad de energía generada. Planificación estaba fogoneando la obra bajo el sistema de iniciativa privada: la licitación tomaba como base la propuesta que realizó Impsa, asociada a una constructora paraguaya. Pero con el planteo de posibles irregularidades en el proceso, éste quedó suspendido antes de que se conocieran formalmente los números de la propuesta de Pescarmona.
Más allá de las características que asuman las proyectadas obras, lo cierto es que para Buenos Aires resulta vital aumentar la capacidad operativa de Yacyretá, en particular cuando hoy el parque térmico está produciendo con máquinas en gran medida obsoletas y que, a falta de gas, reclaman de los onerosos combustibles líquidos.
Otro cantar es cómo enfrentará el Tesoro el enorme pasivo contraído para construir la usina y en parte judicializado, como los reclamos por 2 mil millones de dólares que plantea la constructora Eriday, grupo liderado por Impregilo. Pero por estas horas, la atención de Kirchner y sus acompañantes estará en otro punto quizá más urgente, como persuadir al socio paraguayo para que no obstaculice las decisiones que permiten reforzar la generación.
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