ECONOMíA › FRANCO MACRI, CONSEJERO DE LOS CHINOS PARA LA REGION
› Por Cledis Candelaresi
Aunque a esta altura la pompa no sea algo que lo sorprenda, es previsible que Franco Macri se haya conmovido durante la ceremonia en la que el gobierno chino formalizó ayer en Pekín su designación como Consejero Senior de Inversiones para Latinoamérica. Para el empresario argentino fue una especie de mojón que corona el trabajo de nexo empezado hace casi dos décadas y que promete prolongarse ahora, en particular si prosperan sus proyectos de explotar el Belgrano Cargas y fabricar un auto para el Mercosur con tecnología y capital asiático. Todo en el marco de su confesa simpatía por las políticas kirchneristas.
Su casa de Palermo Chico fue paso casi obligado de los funcionarios y empresarios chinos de jerarquía que visitaron la Argentina en los últimos tiempos. En 1988, cuando Macri integraba el selecto núcleo patronal conocido como capitanes de la industria, recibió en su domicilio a Yan Shangkun, presidente de China, nación a la que las empresas del grupo le vendían piezas utilizadas en la perforación de petróleo.
Pero después de integrar la populosa comitiva empresaria que en 2004 acompañó a Néstor Kirchner a Pekín, esos recibimientos se hicieron mucho más fluidos. El gobernador de la provincia de Anuhi, una de las económicamente más prósperas, estudió junto al empresario local las chances de acuerdos con industrias nacionales. Pocas semanas atrás, tuvo ocasión de ser anfitrión de Yao Zhongmin, vicepresidente del Banco de Desarrollo China. Esta entidad, con un capital superior a los 200 mil millones de dólares, acaba de abrir su única sede regional en Caracas y desde ahí busca ansiosa proyectos para financiar.
Un interés central de los chinos es el desarrollo de la infraestructura de Sudamérica, que permita canalizar productos primarios hacia el Asia. En este rubro, no van a escatimar los millonarios recursos ociosos. Una prueba es la asociación de Macri con el grupo Sanhe Hopefull Grain & Oil, principal productor de soja, para explotar el Belgrano Cargas, una línea carguera poco seductora como negocio, pero importante vehículo para el transporte de granos.
Otra apuesta macrista es la fabricación de un vehículo para la región, que en principio fue concebido como un auto económico. Esa idea quedó suspendida después de la negativa de Roberto Lavagna a apuntalarla con los subsidios reclamados. Pero Macri –quien hasta amagó comprar la planta cordobesa de Fiat para ese emprendimiento– retomó la iniciativa, ahora con una cuatro por cuatro, de la que importó unidades para probar y desarmar con miras al desarrollo local de la matricería.
Los flamantes acuerdos con Brasil alientan el propósito de reeditar la experiencia de Sevel, pero ahora asociado a la China, la gigante y próspera economía con la que su hijo Mariano también teje lazos como presidente de la Cámara de Comercio binacional.
Macri quiso involucrar al Gobierno en ese tejido de vínculos y cada vez que un representante chino llegó a Buenos Aires tendió sin éxito una invitación a la Rosada para que algún funcionario se sumara al cónclave. Los convites cayeron en el mismo saco roto que las frecuentes cartas que le envía al Presidente, serie de la que sólo trascendió la de apoyo al acto del 25 de Mayo que devino en un ecuménico aval a la gestión oficial.
En su entorno lo definen como un “neodesarrollista”, que simpatiza sin vueltas con las políticas de intervención estatal esbozadas por Néstor Kirchner, de quien, al menos en privado, es un acérrimo defensor. Tal vez porque le sacó de encima el lastre del Correo Argentino que la dupla Sideco Americana-Banco Galicia consideró un pésimo negocio.
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