China, la potencia emergente, marcó un nuevo record: alcanzó la cifra simbólica de 1 billón de dólares de reservas de libre disponibilidad. Lidera el ranking de países con más cantidad de dólares en sus arcas, privilegio que obtuvo luego de desplazar a Japón en febrero pasado. El gigante asiático ha estado incorporando a su tesoro la friolera de 19 mil millones de dólares cada mes. Esa estrategia de acumulación está extendida en la mayoría de los países que han padecido severas crisis en la traumática década del ’90. Corea y el resto de los tigres asiáticos, Rusia, Brasil, México y también Argentina, entre otros, están sumando a ritmo acelerado dólares. Lo que hace, entonces, el gobierno de Néstor Kirchner no es nada diferente a la política de la mayoría de las naciones del planeta. En ese contexto, resultan llamativas las críticas –aunque ahora aminoradas– de la ortodoxia a la compra constante de dólares para engordar las reservas. Se trata del consenso internacional predominante de que muchas divisas en la caja fuerte del Banco Central constituyen una sólida defensa anticíclica. Es una vía para fortalecer la economía y generar anticuerpos a shocks externos. En el caso de Argentina, además, contar con abundantes reservas brinda un manejo desahogado de la deuda y de la cotización del dólar, ambas variables con conocidas cualidades desestabilizadoras en la economía local. Esa estrategia es cuestionada desde la visión ortodoxa por su efecto monetario expansivo debido a la emisión de pesos para comprar divisas. Y advierte sobre el crecimiento del déficit cuasifiscal por la tasa que se paga por la esterilización de esos pesos. Las reservas devengan una tasa que más que compensa ese costo. Pero en el caso de tener un leve saldo negativo sería igualmente un costo infinitamente más bajo que el asociado a una crisis de confianza por la escasez de reservas. Como enseñan los ortodoxos, hay que seguir las políticas de la potencia. Y hoy la potencia emergente es China.