La interrupción del suministro eléctrico en varias zonas de la ciudad y el Gran Buenos Aires, esta vez, fue responsabilidad de la distribución. Faltan inversiones en media y baja tensión.
› Por Raúl Dellatorre
Cada vez que las temperaturas se elevan por encima de los 33 grados centígrados en el área metropolitana, en la que se concentra el 40 por ciento del consumo eléctrico domiciliario, el sistema empieza a dar muestras de sofocación. Esta vez, la crisis (dicho en términos estrictos, no como sinónimo de colapso) se expresó en el corte del suministro durante los días lunes y martes en varias zonas del conurbano y en unos cuantos barrios de la Capital Federal, algunos de los cuales ayer todavía no habían recuperado el servicio.
Los cuellos de botella del sistema son varios. Esta vez, le tocó mostrar sus debilidades a la distribución. El parque de distribución no estaba preparado para enfrentar una demanda que creciera a saltos durante cuatro años seguidos, como ocurrió desde el mismo año 2003. Ni se hicieron durante este período las inversiones necesarias para solucionar esta deficiencia, ni siquiera para atenuarla.
Así, cuando en las primeras horas de la tarde se prenden simultáneamente los aparatos de aire acondicionado instalados en los últimos años en casas y oficinas para combatir un calor agobiante, el sistema muestra sus limitaciones. Las líneas de baja tensión que reparten la energía en los distintos domicilios no dan abasto, y “saltan” como si fuera la térmica de una casa particular. Cada vez que ello ocurre, dos o tres edificios, o una cuadra de casas bajas, pueden quedar sin electricidad simultáneamente.
Cuando la demanda excedente se acumula sobre determinada zona, y en esta resisten las líneas de baja tensión, a veces sucede que colapsa la línea de media tensión. Estas son las conocidas cámaras eléctricas subterráneas ubicadas en las calles (habitualmente en las esquinas) porteñas. Cuando éstas salen de servicio, el número de afectados se cuenta por miles: una cámara puede atender a mil, dos mil o cinco mil usuarios domiciliarios. Es decir, varias manzanas.
Cada interrupción de este tipo necesita ser reparada por una cuadrilla de la empresa distribuidora “in situ”: es decir, trasladarse al lugar para detectar la falla y arreglarla. Cuando varios de estos acontecimientos suceden al mismo tiempo, como ocurrió entre lunes y martes, las empresas deben priorizar qué puntos de la red fuera de servicio reparan primero y cuáles demoran, por falta de equipos de emergencia suficientes para atender a todos al mismo tiempo. Recién durante el día de ayer las distribuidoras fueron terminando de solucionar los problemas en las cámaras de media tensión, mientras que los cortes en líneas de baja fueron resolviéndose en forma más paulatina.
Retóricamente, se habló de “cortes rotativos”, como si se tratara de interrupciones programadas. En realidad, las empresas iban solucionando los problemas que aparecían, mientras que al mismo tiempo iban surgiendo otros. De allí que los cortes parecieran “rotar” de un barrio a otro.
La recuperación de la demanda de electrodomésticos, de la mano del crecimiento general del consumo, provocó el fuerte impulso al uso de energía eléctrica. “Por año se instalan sólo en Capital Federal entre 200 y 400 mil aparatos de aire acondicionado; si esos 400 mil se prenden al mismo tiempo y en el momento pico del consumo, se requeriría una oferta adicional equivalente a una central de 200 megawatts”, señaló una destacada fuente del sector para dimensionar el problema. Dicha capacidad instalada es aproximadamente la que posee la Central Térmica Güemes, de Salta, cuyo control accionario acaba de adquirir el Grupo Dolphin en 14 millones de dólares.
La generación también funciona al límite en los picos de demanda. Es el otro cuello de botella del sistema. A fines de julio y principios de agosto la demanda estuvo muy cerca de alcanzar el límite de la capacidad instalada disponible (17.400 megawatts contra 18.000, respectivamente). Si una sola gran generadora saliera de servicio en ese momento, no habría alternativa a un corte masivo (no total) del suministro. Se estima que, con la actual tendencia, el sistema necesita incorporar por año alrededor de 1000 megawatts de potencia instalada. Recién a mediados de este año se encararon los llamados a licitación para erigir dos nuevas centrales térmicas por 800 Mw cada una, que entrarán en servicio entre 2008 y 2009. En los años siguientes se espera sumar la puesta en marcha de Atucha II y la ampliación de Yacyretá.
En generación, la iniciativa la tuvo que tomar el gobierno nacional, ante la pasividad del capital privado. En materia de distribución, no hay el más mínimo registro de que las distribuidoras estén encarando planes de expansión de su parque eléctrico para ampliar su capacidad de transporte en media y baja tensión. De parte de las mismas, sólo se puede esperar que pongan sus mayores esfuerzos en contar con más cantidad de equipos de emergencia para resolver, en el menor tiempo posible, los cortes de suministro que inevitablemente aparecerán durante el verano con cada pico de demanda.
Escudándose en el congelamiento de tarifas, nada se hizo, ni se hará, para evitarlos. El Gobierno insistirá en que no hay riesgo de colapso eléctrico. Lo que quedará en evidencia, sin embargo, es el colapso del modelo de privatización del sistema.
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