ECONOMíA › ANSES TOMO DATOS OBJETIVOS DEL MERCADO LABORAL PARA PROYECTAR HABERES
El organismo previsional elaboró tres ejemplos de cuánto ganarían mujeres y hombres que aportaron al Estado o a las AFJP. Se basó en cómo es la Argentina de hoy. Para la gran mayoría, lo mejor es el sistema público.
› Por David Cufré
La Anses preparó tres ejemplos de cuánto sería la jubilación de un hombre y una mujer por el sistema de capitalización y el público de reparto. A diferencia de distintos modelos elaborados por consultoras privadas, que parten de supuestos ideales, como la acumulación de más de cuarenta años de aportes previsionales, el documento al que accedió Página/12 se basa en hechos reales. Es una radiografía del mercado laboral argentino, con la evolución de los aportes jubilatorios tal como surge de la base de datos del organismo y con la curva real de salarios de la economía desde que una persona empieza a trabajar hasta que se retira. Para evitar controversias, la Anses tomó como válida la proyección de rentabilidad de las AFJP que dan las propias administradoras, del 5 por ciento anual sobre inflación. Al procesar los datos, partiendo de hechos verificables y no de situaciones estadísticas que le calzan a un porcentaje minoritario de la población, tanto hombres como mujeres, pero sobre todo ellas, salen ganando si aportan al Estado.
Una mujer que empiece hoy su vida laboral y gane un sueldo de 900 pesos, cuando se retire cobrará 1125,6 pesos si aportó durante 30 años a una AFJP. Si lo hizo al Estado, su haber será de 2083 pesos (ver cuadro aparte). La tasa de sustitución, es decir, qué porcentaje representa esa jubilación de su último sueldo como trabajadora activa, será del 26,6 por ciento en el primer caso, y del 49,1 en el segundo. Como se ve, en ambos ejemplos queda muy lejos el 82 por ciento móvil que rigió durante largos años del siglo pasado. Pero, entre los dos sistemas, el estatal ofrece un mejor salario.
Lo mismo ocurre con el hombre. En el ejemplo, cobraría 1432,4 pesos de renta vitalicia en una AFJP (por 30 años de aportes al régimen privado) y 2096,3 en reparto (con 30 años de aportes al Estado). Las tasas de sustitución serían del 33,5 y 49,5 por ciento, respectivamente.
En el régimen de reparto, no hay discriminación entre hombres y mujeres: cobran de jubilación prácticamente el mismo porcentaje de su último sueldo como activos. Para seguir con el ejemplo, ellos se llevan el 49,5 por ciento de lo que venían ganando y ellas, el 49,1. En las AFJP, en cambio, las tasas de sustitución varían: la de los hombres es del 33,8 por ciento, sobre el 26,6 de las mujeres. La explicación se encuentra en dos hechos: ellas tienen la opción de jubilarse a los 60 años (contra los 65 de los hombres), por lo cual capitalizan durante menos tiempo, y disfrutan de una mayor expectativa de vida, lo que obliga a prorratear los fondos acumulados en su cuenta individual por una mayor cantidad de años. En reparto esto no ocurre. Para las mujeres, el diseño del sistema estatal les sienta mejor que el privado.
En los modelos de simulación de jubilaciones que presentan consultoras ligadas a las AFJP se escamotea un dato central: más del 90 por ciento de los argentinos no llegan a acumular cuarenta años de aportes previsionales como ellas postulan para hacer sus cálculos. Es un segmento muy pequeño de la población el que consigue un trabajo en blanco a los 20 años y se mantiene en la formalidad hasta que se jubila. En verdad, según aclara la Anses en su informe, lo que pasa hoy en Argentina es que una persona aporta ocho años entre sus 18 y sus 32 años (el resto está desocupado o en negro, entre otras posibilidades); aporta 10 años y dos meses entre sus 33 y sus 46, y 11 años y ocho meses entre sus 47 y sus 60.
Si el supuesto es que una persona trabaja en blanco en forma ininterrumpida durante 40 años, entonces sí una AFJP puede resultar conveniente. Pero la realidad es muy distinta: menos de la mitad de la población alcanza a juntar 30 años de aportes, mucho menos 40. La Secretaría de Seguridad Social hizo una proyección oficial: en función de los años de aportes que se requieren para acceder a la jubilación, en el año 2025 apenas el 46 por ciento de los argentinos se convertirá en jubilados. El 54 por ciento restante no podrá hacerlo porque durante su vida activa estuvo en negro o desocupada.
Y qué pasa si una persona no reúne 30 años de aportes: si es afiliado a una AFJP, pierde la garantía de la jubilación mínima. Sólo cobrará lo que haya capitalizado, sin el agregado estatal. En el 99 por ciento de los casos, esas personas ganarán menos de la mínima. Hasta el momento, ya se jubilaron por las AFJP 180 mil personas. De ellas, 90 mil agotaron sus fondos capitalizados y cobran la mínima gracias a la cobertura estatal. Ese salvataje desaparece si alguien se jugó a la AFJP y no llegó a los 30 años de aportes. ¿Qué pasa, en el mismo caso, con alguien que optó por reparto? Tiene una segunda oportunidad de jubilarse a los 70 años: es lo que se llama Jubilación por Edad Avanzada. El requisito es diez años de aportes al Estado, con la jubilación mínima garantizada.
La otra diferencia clave entre las proyecciones de haberes jubilatorios que hacen consultoras privadas y el que preparó la Anses es la curva real del salario. Las consultoras sólo estiman un aumento real del 1,5 por ciento por año. Es decir, calculan que una persona empieza su vida laboral ganando 1000 pesos y a eso le añaden 1,5 por ciento por año sobre la inflación hasta el momento del retiro. Pero dejan de lado el otro factor básico: el crecimiento personal en los empleos. La Anses tomó la curva real de los sueldos en función de la edad, con una persona que empieza como cadete y desarrolla una carrera como administrativo, o lo mismo en la industria o en cualquier otra actividad económica. Este elemento es determinante porque la jubilación estatal se calcula promediando los sueldos de los últimos diez años antes del retiro. En la hipótesis de las consultoras, hay una subestimación de esos sueldos y, por lo tanto, las jubilaciones estatales son más bajas y las de las AFJP más atractivas. Con datos contrastables con la realidad, el resultado se invierte.
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