Si a las reservas venezolanas se les suman las de Bolivia, con un plan estratégico los países latinoamericanos no sufrirían una crisis energética. Esa es la idea que predominó en la Cumbre.
› Por Raúl Dellatorre
Desde isla Margarita
Aunque no todos los participantes compartieron el mismo entusiasmo, el presidente venezolano Hugo Chávez y buena parte de su comitiva estaban exultantes por lo que consideraron el mayor logro en materia energética de esta primera cumbre sudamericana en ese tema: la aprobación que prestaron los distintos mandatarios presentes a un plan de integración energética, en base a un trabajo preliminar que propuso Chávez apoyado en la labor de técnicos de Pdvsa. “Sumando las reservas de Venezuela y Bolivia y un buen plan estratégico, no va a haber crisis energética en ninguno de nuestros países”, afirmó el jefe de gobierno venezolano en la reunión de cierre de la Cumbre.
La oferta de petróleo y de gas venezolano para su uso por los demás países de la región es ampliamente tentadora, pero hasta el último instante de la reunión sobrevoló la sombra de George Bush, al que las imágenes lo mostraban visitando Brasil para seducirlo en una asociación de abastecimiento de bioetanol a Estados Unidos. Ya los moderadores, entre ellos el mandatario argentino, Néstor Kirchner, habían hecho su trabajo, y Chávez había suavizado su discurso.
“No estamos en contra de los biocombustibles. Incluso quisiéramos comprar etanol de caña a Brasil. Eso sí, Lula, sin aranceles”, dijo Chávez en medio de la última sesión entre los presidentes. Iba bien, pero no pudo con su genio. “Y a través tuyo, Lula, sin que se malinterprete lo que te voy a decir, queremos solicitarle a Estados Unidos que nos permita exportar etanol a Citgo (filial de Pdvsa que refina en ese país) también sin arancel. El biocombustible es una estrategia válida, siempre cuidando que no afecte la producción de alimentos. Una cosa es el etanol de caña, o de palma, y otra distinta es de maíz. Porque sacar el alimento a la gente, eso es terrible”, dijo estirando en tono grave la segunda sílaba para enfatizar la palabra, en un típico estilo caribeño.
Venezuela propuso al resto de los socios de la ahora llamada Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) un acuerdo “que tenga carácter de tratado internacional”, que fije una estrategia común en el plano energético con cuatro ejes: gas, petróleo, ahorro de energía y energías alternativas.
La estrategia en el gas plantea complementar la producción de Venezuela y Bolivia, en el primer país con el desarrollo de las tareas de exploración y explotación actualmente en curso, y en Bolivia con el inicio de un agresivo plan de inversiones. A eso se agregaría un ambicioso plan de instalación de centros industriales del gas: plantas separadoras para distribuirlo para su uso como combustible o su conversión en gas licuado. Esta etapa se completa con la construcción de gasoductos para su transporte a otros países desde esos puntos nodales. Además de los proyectos ya conocidos del Gasoducto Güiria-Recife (Venezuela-Brasil), GNEA (Bolivia-Argentina) y Transoceánico (Venezuela-Colombia), Chávez anunció el acuerdo ya existente para extender este último hasta Centroamérica (Panamá) y una idea avanzada para el trazado de un gasoducto trasandino, que uniría a Venezuela con Perú y Ecuador.
En materia de ahorro energético, la propuesta venezolana incluye, en su propio caso, la sustitución del consumo de gasolina en el transporte urbano por GNC, para lo cual ya cuenta con respaldo y ofertas de quienes han participado del desarrollo argentino en esa especialidad. Venezuela propone que el petróleo que se ahorre por esa vía se destine a proyectos petroquímicos compartidos por los países asociados.
El diagnóstico que acompaña el plan también señala que el reemplazo de las lámparas de iluminación residencial por bombitas de bajo consumo equivaldría a construir varias centrales térmicas: 50 millones de lámparas reemplazadas, una central de mediana dimensión, según el estudio.
El programa de desarrollo de energías alternativas suma los desarrollos realizados hasta el presente por cada uno de los países asociados, sin exclusiones: eólica, solar, nuclear y biocombustibles. En este punto, la propuesta venezolana plantea la sustitución de elementos contaminantes en las naftas por etanol, pero en una proporción que no podría superar el 10 por ciento del volumen de combustible, según señalan los expertos de Pdvsa. Además, el estudio recomienda el uso de etanol de caña o de palma, pero no de maíz o de otras plantas alimenticias.
El proyecto de industrialización del petróleo contempla la instalación de refinerías allí donde se considere más conveniente, desde el punto de vista del desarrollo regional y la integración social. Por ejemplo, ya está en marcha una refinería en el nordeste de Brasil, en Pernambuco (región de origen de Lula), una de las más empobrecidas de Brasil, por un emprendimiento conjunto de Petrobras y Pdvsa. Chávez también mencionó los proyectos de Pdvsa en Uruguay (La Teja, Montevideo) y en Argentina (remodelación de Rhasa).
El fuerte respaldo que estos planes obtuvieron en la reunión de ministros de energía y las dudas que después se plantearon en la de presidentes para ir más allá en las definiciones, indican que la necesidad tiene más urgencias que el compromiso político. Ahora se abre un debate al interior de cada país, pero el plan maestro presentado por Venezuela indica el rumbo que quiere darle a la oferta que está haciendo de sus recursos. Argentina y Brasil, significativamente, son los que con sus acuerdos bilaterales con el gobierno de Chávez están haciendo punta en ese sentido. La necesidad sigue siendo un móvil poderoso.
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