Alertado por el constante aumento de las verduras, el Gobierno analiza implementar un nuevo plan para contener los precios de esos productos. “Si es necesario habrá subsidios”, aseguró un miembro del equipo económico a este diario. Según el Indec, las verduras aumentaron un 15,4 por ciento en lo que va del año. Sin embargo, en el Palacio de Hacienda circula otro relevamiento con incrementos mucho más impactantes, de hasta 245 por ciento en el caso de la lechuga, pero con precios más cercanos a los que el consumidor encuentra en las verdulerías.

De acuerdo con una encuesta privada que llegó a manos de Felisa Miceli, los precios de las verduras sufrieron un fuerte aumento justo antes de las fiestas de fin de año. A diferencia de otras temporadas, pasado ese momento los valores no volvieron al escalón previo sino que se mantuvieron en los máximos. Algunos, incluso, mantuvieron la tendencia alcista.

La explicación de los funcionarios es que esos ajustes están reflejando un mercado cada vez más tenso, con una sensible disminución en la producción y un nivel de consumo cada vez más importante. Uno de los casos que se sigue más de cerca es el de la lechuga. “Desapareció el denominado cordón verde de la provincia de Buenos Aires”, diagnostican los funcionarios. La dramática caída de la producción es reflejo de que los productores fueron vendiendo sus campos a los emprendedores inmobiliarios que construyeron countries y barrios cerrados.

Según el Indec, en lo que va del año, la lechuga se encareció un 12 por ciento. El Instituto aseguró en su último informe que el kilo de “criolla” cuesta 2,90 pesos. El relevamiento de la consultora Tomadato, especializada en el tema precios, contratado por Economía detectó un precio un 88 por ciento más alto: 5,45 pesos por kilo. En esta segunda versión, la lechuga ya subió un 245 por ciento desde las Fiestas.

Otros productos de importancia en la canasta alimentaria también mostraron fuertes incrementos: la acelga, un 122 por ciento (2,38 pesos); zanahorias (69,4 por ciento, a 1,88 peso); cebollas (53,8, a 1,43 peso) y papas (44, a 1,57). El kilo de tomates fue de lo que menos se elevó, un 13,2 por ciento, a 3,34 pesos. En todos los casos existen importantes diferencias con los precios informados por el Indec, de hasta un 88 ciento por ciento en el caso de la lechuga.

En el Gobierno están preparando un plan para incentivar la producción hortícola. Los primeros borradores incluyen subsidios para los productores –esquema parecido al que se puso en marcha para otros sectores, como el maíz, el trigo y los lácteos– y un programa para la instalación de invernaderos para pequeños y medianos horticultores. En los despachos oficiales reconocen que los temporales tuvieron parte de la culpa de los incrementos. También apuntan a los productores que se pasaron a la soja buscando mayor rentabilidad. Por ese motivo se está evaluando la manera de compensar la situación y favorecer la producción de verduras y hortalizas. El caso de la papa es paradigmático. Miles de hectáreas de la provincia de Buenos Aires, con Balcarce a la cabeza, y en Córdoba se pasaron a la soja.

El plan que se está elaborando viene precedido del fracaso de la intervención de Guillermo Moreno en el Mercado Central. El secretario de Comercio puso un pie en el mercado concentrador definiendo valores de referencia con los participantes del mercado. Pero esa estrategia no impidió las sucesivas remarcaciones al público minorista. El diagnóstico del equipo de Miceli es que la raíz del problema es que la oferta se encuentra muy por debajo de la demanda. Con ese diagnóstico, en el entorno de la ministra creen contar con aliados: son los miles de pequeños productores de origen boliviano que se establecieron en el Gran Buenos Aires y que abastecen en su mayoría a los autoservicios chinos (que tercerizan la venta de frutas y verduras) y a comercios pequeños. Los horticultores bolivianos son cada vez más importantes: ya existen alrededor de 60 asociaciones distribuidas en el segundo y tercer cordón del GBA.