El desempleo de un dígito con tendencia a la baja motivó una interesante polémica sobre la posibilidad del pleno empleo, discusión impensada hace cinco años. Controversias por salarios.
› Por Fernando Krakowiak
La caída de la desocupación a un dígito posibilitó ayer una discusión que hubiera sido impensable hace apenas cinco años. Los economistas Ernesto Kritz, titular de la Sociedad de Estudios Laborales; Luis Beccaria, director de la carrera de Economía de la Universidad de Buenos Aires; Juan Luis Bour, investigador de FIEL, y Emilia Roca, del Ministerio de Trabajo, debatieron en el Congreso Internacional en Ciencias Económicas que se está realizando en la UBA sobre la posibilidad de alcanzar el pleno empleo. Además, polemizaron sobre el impacto que tienen las negociaciones salariales en el índice de inflación.
“El desempleo estructural es hoy más alto que en 1995. Esto me hace pensar que bajar del 9 por ciento va a ser más difícil que antes de la crisis ocupacional”, aseguró Kritz. Para justificarlo destacó que en octubre de 1995 el 54,8 por ciento de los desocupados provenía del sector informal, mientras que en el segundo semestre del año pasado ese porcentaje se había elevado al 70,5 por ciento, dejando en evidencia un supuesto “núcleo duro” de desempleo. Según Kritz, el bajo nivel educativo y la falta de capacitación de esas personas vuelven muy dificultosa la inserción laboral.
Emilia Roca, en cambio, sostuvo que “el pleno empleo es una de nuestras metas”. Su mejor argumento fue lo ocurrido en los últimos años: “A comienzos de nuestra gestión las proyecciones optimistas indicaban que íbamos a llegar a un dígito de desempleo en 2012 y las pesimistas en el 2020, pero la realidad demostró lo contrario”. Además, destacó que entre 2003 y 2006 la desocupación de los grupos vulnerables descendió más que el promedio (24 por ciento). En el segmento de las personas sin experiencia laboral cayó un 29 por ciento, entre los que tienen hasta primaria completa otro 29 y entre los mayores de 50 años un 27 por ciento. “Los sectores con menos formación fueron los más favorecidos por la ocupación. El núcleo duro depende del tipo de crecimiento que genera la economía”, remarcó. Luis Beccaria coincidió al destacar que “no hay ninguna evidencia que demuestre que la desocupación no puede seguir bajando”.
Otro de los temas que generó polémica fue la supuesta incidencia de la suba de las negociaciones salariales en el índice de inflación. Juan Luis Bour aseguró que la reacción empresaria frente a la creciente suba de los costos laborales consiste en tratar de adoptar tecnologías capital intensivas, pero eso requiere un mayor ahorro. Para aumentar ese ahorro sostuvo que, en el caso del Estado, se debe moderar la expansión del gasto público, mientras que los privados “deben ser cautelosos con la política salarial”. “Si no hago esto voy a tener un aumento de la inflación porque la demanda va a crecer más que la oferta”, agregó.
Luego sostuvo que depreciar el tipo de cambio podría ser una “fuga hacia adelante”, porque bajaría los costos laborales y el gasto público, pero se estaría comprando estabilidad con tasas de interés más altas. “Hablar del salario como fuente de inflación me parece extemporáneo”, le respondió Emilia Roca, quien luego aclaró que el poder de compra del salario es hoy un 50 por ciento menor que en la década del ’70. “Actualmente estamos en mejores condiciones para discutir la distribución del ingreso y sin mejoras salariales esa distribución es imposible”, concluyó.
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