Hoy también cortarían el gas a industrias para garantizar el abastecimiento domiciliario. Habría GNC. Pero dependerá de cuánto frío haga.
› Por Cledis Candelaresi
Si la temperatura mínima no supera los 4 grados previstos para hoy por el Servicio Meteorológico Nacional, la suerte de las industrias está echada: sufrirán los cortes de gas de los que posiblemente zafen las estaciones de GNC, a las que se les terminó de restituir el servicio en las últimas horas. Las bajas temperaturas en un día hábil vuelven a desnudar las debilidades de un sistema que trabaja al borde del colapso, tanto por la limitada capacidad de transporte como por la insuficiente producción de gas. Ya no hay dudas sobre la existencia de una crisis que el frío agudiza. Tampoco admite mucho margen de discusión el dato de que no hay solución factible a corto plazo y que la suerte de los consumidores depende de un imponderable como el clima.
Anoche las distribuidoras barajaban al menos dos estimaciones de temperatura, los 4 grados del servicio oficial y los 7 que arriesgaban otros pronosticadores. En cualquier caso, las casas de familia requerirán más gas para calefaccionarse, lo que en un contexto de escasez obligará a suprimir el fluido para grandes usuarios, aquellos que consumen más de 10 mil metros cúbicos por día. En este universo entran sin duda las usinas y las industrias, aunque tengan contratos “en firme”, ya que estos acuerdos incluyen una “ventana” que también habilita la interrupción por un máximo de cuarenta días al año. Un límite de cortes a las fábricas que todavía no se alcanzó.
Durante el viernes, último día hábil anterior, la red de transporte gasífero trabajó al límite, rondando los 128 millones de metros cúbicos por día que admite todo el sistema. Según el parte técnico del Enargas, los gasoductos San Martín y Neuba (I) llegaron a inyectar algo por encima de su capacidad nominal: 17 millones contra 14, en el primer caso, y 29 contra 28, en el segundo. El Norte, el Centro Oeste y el Neuba II estuvieron rozando su tope, apenas por debajo. Aquí uno de los puntos críticos de esta coyuntura energética.
Reforzar la capacidad de transporte no es algo que pueda improvisarse, aunque el diagnóstico sobre el insuficiente espacio en los caños se haya advertido hace tiempo. Las obras previstas para este fin están de hecho paralizadas por la investigación de los sobreprecios a que se estaban contratando en el marco del primer plan de ampliaciones, a costear con el fideicomiso que administraba el destituido Néstor Ulloa.
Lo mismo ocurrió con el segundo programa (2006-2008), que originalmente se presupuestó en 3200 millones de dólares y que el escándalo de Skanska obligó a Energía y al propio Enargas a recalcular hasta rebajarlo a 2400. Hoy se están revisando las contrataciones que ya se habían encarado con los presupuestos originales, así como el cargo que tienen que pagar las industrias beneficiadas con esa mayor capacidad. Ni los funcionarios encargados de administrar el fondo fiduciario ni las empresas gerenciadoras (TGN y TGS) dan un paso para avanzar.
Pero aunque la red de ductos se duplicara mágicamente, tampoco hay posibilidades en el corto plazo de que exista más gas para inyectar. La producción de este fluido, al igual que la del petróleo, viene declinando y no existen planes de exploración tan agresivos como para apostar con certeza a grandes hallazgos inmediatos. Y Bolivia, la gran apuesta regional inmediata para suplir esa carencia, tampoco hoy puede dar garantías de que podrá aportar los 20 millones adicionales comprometidos.
Otra fuente de incertidumbre la aporta el hecho de que transcurrida la mitad del 2007, el Gobierno aún no consiguió cerrar con las empresas productoras de gas un acuerdo de provisión válido desde este año hasta el 2011 por el que cada una de ellas se comprometa a proveer cierta cantidad según cada segmento de usuario. En la medida en que el precio a residenciales y comercios esté congelado, las petroleras a las que les corresponde hacer un aporte relativamente importante para esos segmentos se muestran más renuentes a sellar un trato.
El sistema eléctrico también está en problemas, sobreexigido por la necesidad de calefaccionar y jaqueado por la escasez de gas que requieren las usinas térmicas. Para atender poco más de 18 mil mega de demanda en un día, se están importando 600 de Brasil, 150 de Uruguay y algo de Paraguay. Las dos centrales de ciclo combinado proyectadas son sólo una promesa para el año próximo, que no está claro si podrá ser honrada: el Gobierno aún no consiguió todos los fondos que necesita para levantarlas, en parte reclamado a las energéticas privadas. Nuevamente, el precario equilibrio del sistema está sujeto a la providencia.
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