El ex ministro de Economía español Carlos Solchaga pasó revista a los principales temas que interesan a los inversores, explicando la experiencia de su país acerca del pacto social. Destacó que Argentina aún tiene asignaturas pendientes que resolver.
› Por Cledis Candelaresi
A pesar de la expansión económica, Argentina es un país “no homologado” para los inversores extranjeros. El ex ministro de Economía español y dirigente del PSOE Carlos Solchaga fundamenta su apreciación en una presunta falla de la coyuntura económica actual: la falta de seguridad jurídica, expresada en parte por un ajuste pendiente en el precio de las tarifas públicas. Respecto de la experiencia del pacto social español, que la candidata oficial quiere imitar aquí, señaló que no puede extenderse sobre las condiciones para desarrollarlo en Argentina, pero explicó cómo se concretó en su país. A la vez, señaló que “un país que crece al 9 por ciento por año siempre es muy atractivo. La pregunta por qué siéndolo las inversiones no vienen” es el provocador interrogante que plantea el también ex funcionario fondomonetarista, reconocido nexo entre las empresas hispanas y los gobiernos latinoamericanos, quien a mediatarde de ayer tuvo oportunidad de conversar de esas y otras cuestiones con el ministro de Economía, Miguel Peirano.
Solchaga llegó a Buenos Aires para disertar hoy en un seminario organizado por Garantizar, la sociedad de garantías recíproca del Banco Nación, a la que el BID se integrará como accionista. Su paso por la función pública española le permitió a este economista formado en Madrid pero con posgrados en Massachusetts y Cambridge acumular experiencia en el armado de ese instrumento financiero para pymes, aunque entre los bancos de inversión es más reconocido como asesor externo de grandes empresas, Repsol y Endesa entre ellas.
“Los inversores se preguntan lo mismo que se preguntaban en el 2005, cuando Kirchner salió fortalecido de las elecciones internas: por qué no resuelve las cuestiones pendientes.” Entre ellas, según aclaró expresamente ante un reducido grupo de periodistas, el ajuste en las tarifas de servicios públicos. A su juicio, ése será uno de los varios puntos de la agenda de quien ocupe la Casa Rosada a partir de diciembre.
En la primera categoría de problemas a resolver por el próximo presidente identificó “el combate de la inflación” y la consolidación de un superávit que permita “invertir en capital humano e infraestructura”. Estos ítem, junto “al problema energético”, podrían configurar “los cuellos de botella” de la futura administración. El otro cometido del nuevo mandatario argentino debería ser “la transparentación de los costes de producción de los bienes energéticos, tanto para los consumos industriales como para los residenciales”. Aquí fue cuando estableció el nexo entre ese punto pendiente y “la seguridad jurídica” que él sugiere ofrecer como herramienta para seducir capitales.
“El inversor quiere saber que la política del tipo de cambio será estable; que si los precios de un producto están sujetos a regulaciones, éstas serán transparentes y no estarán sometidas a la arbitrariedad de un momento”, sentenció el también ex titular del Comité Interino del FMI, para quien el resquemor de los inversores externos también se explica por el default en el que entró Argentina a principios del 2002 y los duros términos de refinanciación impuestos luego a los bonistas.
“No se le puede reprochar a (Roberto) Lavagna haber sido extremadamente duro en la renegociación de la deuda. Era necesario. Pero los mercados aún deben recuperarse de eso”, concede el ex ministro de Industria y Energía español. La segunda disculpa a los administradores locales está referida a la falta de un marco supuestamente acogedor para los capitales. “Falta la homologación de prácticas económicas habituales. Quizá se deba –-relativizó– a que el Gobierno se vio obligado a salir de una crisis horrorosa, y por eso tuvo que sacrificar comportamientos que en otros países se consideran ortodoxos y normales.”
El promotor de su viaje a la Argentina fue el actual consultor y otrora funcionario aliancista en el área de Economía hasta diciembre del 2001 Daniel Marx. Claro que el prestigio internacional de Solchaga y su capacidad de tejer buenos lazos con las distintas administraciones le garantizaron una buena acogida de parte de sus anfitriones oficiales Norberto Schor, titular de Garantizar, y la propia presidenta del Banco Nación, Gabriela Ciganotto, entre ellos.
Solchaga también miró Buenos Aires con ojos de político avezado. El participó en varias compulsas para ganar bancas legislativas en representación del partido del ex jefe de gobierno español Felipe González. Desde esta óptica lo sorprendió “un clima preelectoral moderado” o, en otros términos, la falta de pasión propia del desafío de las urnas que se vive en esta Capital. Para quien triunfe en octubre, el español dejó dos avisos. Uno: “Argentina sería un buen destino para las inversiones si hubiese algunas garantías. Ahora (por las elecciones) puede ser una buena oportunidad para cambiar lo que falta”. Dos: “Es extraordinario aprovechar las ventajas comparativas del agro. Pero el país también tendría que desarrollar la competitividad en otras cosas”.
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