Sáb 27.10.2007

ECONOMíA  › OTRO SALTO DEL PETROLEO Y NUEVO RECORD: 92 DOLARES EL BARRIL

Haga su apuesta en el casino negro

Los fondos especulativos dominan el mercado, atraídos por las fuertes diferencias en poco tiempo y huyendo de otras plazas en crisis.

› Por Raúl Dellatorre

El mercado petrolero se convirtió en un terreno de especulación desmedida, en la que a cada suba le siguen argumentos que intentan justificar una tendencia que no encuentra razones lógicas. Ayer, la cotización del barril alcanzó un nuevo record en los mercados principales, Nueva York y Londres, cerrando a 91,86 dólares en el primero y 88,69 en el segundo, para distintos tipos de crudo (WTI en uno y Brent en el otro). Pero todos descuentan que la semana próxima estos valores volverán a ser superados. Nadie podría explicar racionalmente por qué, pero así lo marca la tendencia.

Ni las tensiones en Medio Oriente, ni los problemas de producción en Nigeria, ni las nuevas sanciones de Estados Unidos a Irán podrían explicar por sí solos los actuales precios del petróleo, que superan en más de un 80 por ciento a los vigentes apenas nueve meses atrás (enero de este año). Tampoco se alcanza a explicar semejante salto de precio por la baja en las reservas de crudo en Estados Unidos en la última semana.

Nadie espera que cuando desaparezcan estos factores, el precio se retrotraiga a los 50 dólares de enero de este mismo año, que ya entonces superaba en un 100 por ciento a los 25 dólares de tres años y un cuarto atrás (septiembre de 2003). El comportamiento asimétrico de los precios (suben ante un nuevo factor de riesgo, pero no vuelven al precio anterior cuando ese factor desaparece) indica que hay otras cuestiones que pesan más en las cotizaciones que las supuestas amenazas que “ponen nerviosos a los mercados”.

Prácticamente desde el momento en que la cotización del barril superó los 30 dólares para ya no volver nunca más a acercarse siquiera a esos valores (abril de 2004), empezó a hacerse evidente que una especulación ajena al sector petrolero dominaba el mercado. Las operaciones “a futuro” consisten en apuestas al precio que tendrá el barril un mes o sesenta días más adelante, pero no obliga al comprador ni al vendedor al retiro ni la entrega del producto. No hay producto, simplemente un contrato a un valor que se pretende adivinar de antemano. Cuando llega el vencimiento, el que pierde, paga la diferencia.

Esta timba atrajo a apostadores que huyeron de otras plazas, cuando éstas entraron en crisis. Fue el caso de las acciones tecnológicas a principios de la presente década, de los apostadores a distancia en los mercados asiáticos en otro momento, de los más audaces que se arriesgaron a los bonos de deuda latinoamericana hasta que el default dejó de ser un fantasma y tomó cuerpo, y últimamente sumó a quienes huyen de la especulación sobre las hipotecas inmobiliarias en el mercado estadounidense. Una enorme masa de fondos especulativos desembarcó en el negocio de los contratos petroleros, y ya nada volvería a ser lo que fue.

Mientras tanto, se multiplican las explicaciones que buscan encontrar en los problemas de oferta o crecimiento de la demanda la respuesta a subas del 200 por ciento del precio del crudo en los últimos tres años. “La posibilidad de que Turquía ataque Irak no debería perturbar los mercados petroleros, pues la capacidad de producción iraquí está suficientemente dañada; ya hay una guerra ahí”, señaló casi como verdad de Perogrullo un analista de mercados energéticos (reales, no especulativos) esta semana. Sin embargo, hasta ayer se insistía con la misma excusa para la suba.

Los más de cien mil millones de dólares que volcó al mercado financiero la Reserva Federal de Estados Unidos para salvar a sus bancos se filtraron, en buena medida, hacia otros mercados. El petrolero ha sido su principal receptor, ahora jugando con los fondos de la Fed. Es paradójico, pero la explosión del barril que puede dañar severamente a la economía estadounidense hoy se alimenta con fondos del propio gobierno. La especulación sigue dominando la partida. Y gana la batalla.

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