ECONOMíA › LOS EMPRESARIOS DE CARA AL GOBIERNO
Después de cuatro años en los que tuvieron que resignar protagonismo en la escena pública, las cámaras patronales confían en su vuelta a espacios de poder significativos. Entre ellas empieza una pelea por quién lleva la voz cantante.
› Por David Cufré
Cualquiera sea el resultado de las elecciones de hoy, los empresarios creen que lo que viene será mejor para ellos. No en cuestión de negocios, dado que la rentabilidad que alcanzaron los distintos sectores durante los últimos cuatro años se encuentra en sus máximos históricos, sino en la recuperación de espacios de poder para definir con el Gobierno la agenda económica. La convocatoria a la concertación social que anticipó Cristina Fernández en caso de consagrarse presidenta los entusiasma. Un banquero de capital nacional comentó a este diario que los hombres de empresa apuestan mayoritariamente a la continuidad política, aunque también admitió que les gustaría que la candidata por el oficialismo no ganara por paliza. “Mientras más apretada esté, más ganas va a tener de dialogar”, razonó. Su ideal sería la combinación de gobernabilidad y necesidad del Ejecutivo de negociar con el poder económico.
La relación de las distintas corporaciones empresarias con la administración de Néstor Kirchner fue distinta a lo que estaban acostumbradas. El estilo belicoso, confrontador, del Presidente las descolocó de entrada. La anulación de algunas concesiones –Correo, Aguas y trenes, entre otras–, la amenaza de rescindir otras –Aeropuertos–, la convocatoria a un boicot contra Shell, la negativa a aumentar las tarifas de los servicios públicos a usuarios residenciales, la ratificación de las retenciones, los reproches a supermercados y bancos y su permanente rechazo a las invitaciones a los principales cónclaves empresarios, como el de IDEA y la Sociedad Rural, terminó forzando a cámaras y compañías a cambiar de estrategia.
Lo que hicieron los que pudieron acomodarse a la nueva relación con el poder político fue decir a todo que sí. De ese modo, algunos que parecían condenados en un principio, como el banquero Jorge Brito o el dueño de Aeropuertos Eduardo Eurnekian, lograron congraciarse con Kirchner y su entorno. Las cámaras bancarias, de la industria, el comercio, la Bolsa y la construcción y los nucleamientos de las compañías más poderosas, como IDEA y AEA, hicieron de la moderación y de la premisa de confrontación cero su nuevo estilo de vida. Eso les permitió tener un diálogo más fluido y fructífero con las autoridades, pero a costa de resignar su lugar como actor social preponderante a la hora de armar la política económica.
En la práctica, la mayoría se adaptó, incluso a los modales del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, quien piloteó los acuerdos de precios. Un buen ejemplo es el de las grandes cámaras de supermercados, que registran facturaciones record por volumen de ventas y precios de las mercaderías, pero que aceptaron sin reparos el convenio para bajar los precios de algunos bienes un 5 por ciento hasta fin de año. O el de los bancos, también con ganancias record y que acataron la orden de reducir las tasas para unas pocas líneas de créditos. O el de las prepagas, finalmente sin regulación por ley y con una ayuda de Moreno –redujo el plazo para anunciar los aumentos a los usuarios– para el próximo ajuste de tarifas del 20 por ciento.
A pesar de ello, las cámaras patronales aspiran a recuperar el trato, la voz para fijar la agenda y el prestigio perdidos. Y confían en que en la nueva etapa lo lograrán. Eso da lugar, al mismo tiempo, a una nueva disputa dentro del propio empresariado. La pelea es por quién liderará la concertación social que convocó Cristina, si es que finalmente se produce. “Si vamos a usar ese espacio para justificar una vuelta disimulada a la ortodoxia no servirá para nada”, alertó un industrial ante Página/12. La central fabril procura llevar la voz cantante en las negociaciones con sindicalistas y Gobierno, a fin de profundizar el modelo productivo. Su prioridad es no detener el crecimiento económico. Pero también van por ese lugar los banqueros y los representantes de la cúpula del establishment, como AEA y hasta IDEA.
Las compañías asociadas a IDEA sintieron revivir cuando Cristina Kirchner asistió a uno de sus precoloquios a fines de agosto. Durante el gobierno de Néstor fueron una de las entidades más castigadas. Esa visita fue una señal de que un eventual gobierno de Cristina tendrá un perfil diferente, más abierto a escuchar las opiniones de los empresarios. Otro gesto en la misma dirección fue su participación en el seminario del Consejo de las Américas, tanto en sus sesiones en Buenos Aires como en Nueva York, y su almuerzo con los ejecutivos de AEA.
Los temas que busca instalar el establishment son los mismos de los últimos años: aumento de tarifas de servicios públicos, recorte del gasto público, elevación del superávit fiscal, acuerdo con el Club de París, plan con participación de las privatizadas para la resolución de los problemas energéticos, reducción de los subsidios a la energía y el transporte, recomposición del Indec y distanciamiento de Hugo Chávez. A ese listado, la banca extranjera y las multinacionales le agregan una reducción del valor del dólar.
La prioridad para las entidades del campo es la reducción o eliminación de las retenciones y la apertura total para las exportaciones de carne. Luciano Miguens, de la Sociedad Rural, estuvo en el citado encuentro de Cristina con IDEA y dijo sentirse alentado por la posibilidad de hablar con ella sobre los temas rurales.
Del otro lado se ubica la Unión Industrial Argentina, que pide abandonar el piloto automático y hacerle un service a la macro y a la microeconomía. “Falta gestión, políticas de aliento a los sectores y la creación de una banca de desarrollo que viabilice inversiones de largo plazo”, reclaman desde allí. Una vez que se conozcan los resultados de la votación, si el oficialismo consigue el triunfo, los distintos sectores empresarios empezarán a moverse activamente para posicionarse mejor de cara a la prometida concertación.
En lo que coinciden los diversos grupos empresarios es en lograr que esa mesa de diálogo lubrique un acuerdo con los sindicatos para moderar sus pedidos de recomposición salarial. Confían en esa vía para aplacar la inflación. “Debemos convenir en la necesidad de postergar beneficios presentes para asegurar beneficios futuros”, comentó un hombre de la alimentación a Página/12. Banqueros y grandes empresarios hacen hincapié, además, en la cuestión fiscal. Frenar el gasto público, generar un mayor superávit, dejar caer el dólar y aplicar una política monetaria no expansiva conforman su receta para atacar la inflación.
Los hombres de negocios que recomiendan esas políticas desearían que el actual gobierno las empiece a aplicar después de las elecciones. Creen que el Presidente debería arrancar con el trabajo sucio, y lo justifican con el argumento de que así liberaría a su esposa de ese costo político. Los industriales se resisten a la salida ortodoxa. Esperan que Kirchner no tome ese camino y que el Presidente sea un freno a esa elección en la próxima gestión. Lo imaginan con una activa participación en las sombras en la elaboración de la política económica. Desde las grandes empresas no lo descartan, pero igual estiman que el tiempo de su vuelta al primer plano de la escena pública está cada vez más cerca.
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