A diferencia de la oposición que manifestaban a la figura de Néstor Kirchner, ahora los ejecutivos de IDEA muestran satisfacción y esperanza por la futura gestión de la presidenta electa. El Coloquio trató el tema de la corrupción.
› Por Cledis Candelaresi
Desde Mar del Plata
“¿Cómo no voy a estar contento con el triunfo de Cristina Kirchner si las cosas están bien?”, plantea con tono casi cándido el presidente de Fiat Argentina. En boca de Cristiano Ratazzi, uno de los pocos empresarios que todavía se anima a esbozar algunas críticas a la gestión oficial, la sentencia tiene mayor peso relativo. Está en la misma línea que la mayor parte de los pronunciamientos patronales que se escuchan en el Coloquio de IDEA este año, organizado a días de las elecciones que encumbraron a la Rosada a la senadora del Frente para la Victoria. Ese buen ánimo, sumado a la intención de no tensar la relación con el Gobierno con ninguna declaración urticante, llevaron a elaborar una agenda de discusión que ayer dedicó casi por completo la jornada al análisis de cómo combatir la corrupción. Drama que, al menos en público, los empresarios ven como si fuera sólo un mal estatal, ajeno al modus operandi de los negocios.
No es extraño que Ratazzi esté contento, considerando que la industria automotriz atraviesa uno de sus mejores momentos, gracias a una explosión de la demanda interna y externa. Aunque, en realidad, el pope de la terminal italiana nunca vio con buenos ojos ninguna forma de intervención estatal que hizo el Gobierno ni los coqueteos con administraciones como las de Hugo Chávez. “Yo tengo un sueño: que la presidenta electa haga las cosas como corresponde y lleve a la Argentina a ser como Irlanda o como España, no como Cuba”, opina.
Pero es quizá más llamativo que pinte un cuadro optimista un hombre de Esso, cuyos activos están en venta en la Argentina. “Las refinadoras estamos trabajando al tope por una demanda cada vez mayor”, indica Tomás Hess, uno de los directores de la filial local de la estadounidense Exxon. El problema, según advierte, es el creciente precio del petróleo que las “no integradas (que sólo elaboran combustibles pero no extraen crudo) tienen que negociar todo el tiempo con las proveedoras de ese insumo. La ventaja, omitida, es que los precios de los combustibles no dejan de subir, después de haber estado quietos en virtud de un pacto de caballeros que las empresas del rubro habían suscripto con el Gobierno.
“Yo no la voté. Pero la verdad es que hace cuatro años estaba quebrado y ahora estoy muy bien”, sentencia un empresario pyme de servicios que el 28 de octubre apostó por Elisa Carrió. Para el director adjunto de una de las alimenticias más grandes del país, Cristina Kirchner merece un crédito para ver si sostiene o no la bonanza. “Hay que esperar para ver cómo conforma su gabinete y qué medidas toma, ya que no necesariamente tiene que haber continuidad. Seamos optimistas y démosle”, apuesta.
La disposición no es la misma que había entre los hombres de empresas en el 2003, cuando se consagró como presidente Néstor Kirchner. Entonces, en el precoloquio de Rosario, muchos de los que hoy están dispuestos a darle una chance a su esposa miraban con gran recelo al contrincante de Carlos Menem y lo condenaban por dos prejuiciosas razones: lo conocían poco y lo imaginan un adversario del capital.
El buen ánimo actual y la sensación de continuidad de políticas también quedaron plasmados en la tradicional encuesta de expectativas que realiza la consultora de D’Alessio cada seis meses y que ayer fue presentada con los comentarios de Bernardo Kosacoff, un técnico cercano a la presidenta electa. “En plena convertibilidad, las empresas pensaban que íbamos a ser Europa y nos acercamos al Africa. Entre el 2002 y el 2004 imaginaban un desastre y los sorprendió la recuperación. Ahora, finalmente, hay una coincidencia entre los pronósticos y lo que se espera, lo que habla de que el país se está normalizando”, interpretó ante este diario el economista, alguna vez sindicado como eventual ministro de Economía de Cristina, pero que hoy apuesta a la continuidad de Miguel Peirano en ese cargo. “Para mí tiene que seguir”, indicó el hombre de Cepal.
Según la encuesta que D’Dalessio realizó sobre 159 ejecutivos y difundida ayer, el 61 por ciento percibe que la situación económica del país en el próximo semestre será “igual”, mientras que el 20 apuesta por que resulte “moderadamente mejor”. El 70 por ciento cree que la rentabilidad se mantendrá o será moderadamente mejor, a semejanza del empleo, y un 38 imagina que el crecimiento de la demanda interna explicará el de su negocio.
Quizá sea ese oxígeno lo que permitió despojar al temario del Coloquio de las cuestiones macroeconómicas tradicionales y dedicarse de lleno al análisis de cómo combatir la corrupción. Hubo varios expositores de fuste para esto, que comenzaron a la mañana y terminaron al final de la tarde, entre ellos el actual integrante del Tribunal Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo. Este punto no es novedoso para un Coloquio. Ya en 1993, cuando se organizó en Pinamar, se puso sobre la mesa con la misma perspectiva actual: como un mal endémico, cultural, por el que Argentina ya ocupaba un lugar modesto en el ranking del Banco Mundial. Pero sin entrar en el detalle de que los funcionarios corruptos tienen como contraparte empresarios corruptores.
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