Vie 25.01.2008

ECONOMíA

La industria está subida cómoda al remolque del sector automotor

El crecimiento de la industria fue de 7,5 por ciento en 2007. La automotriz fue determinante de ese índice positivo. Después del rebote y con un dólar alto se presentan nuevos desafíos al sector.

› Por Claudio Scaletta

Como fuera adelantado días atrás por el Poder Ejecutivo, la actividad industrial registró en diciembre un incremento interanual desestacionalizado del 9,7 por ciento. En términos acumulados, según adelantó el Indec, el crecimiento manufacturero de 2007 fue del 7,5 por ciento. La expansión fue liderada por el sector automotor y los materiales de construcción. También siguieron creciendo algunos sectores tradicionales, como la molienda de cereales y oleaginosas, que registró una suba anual acumulada del 8,2 por ciento.

Los datos anticipados de diciembre del Estimador Mensual Industrial, que permitieron cerrar el año, no aportaron grandes novedades a las tendencias principales mostradas por la industria local. No obstante, desde la salida de la recesión pueden separarse con relativa claridad dos etapas. Un primer momento en el que la dinámica fue aportada casi exclusivamente por las actividades orientadas a la exportación y mano de obra intensivas. Esa etapa corresponde a la inmediata salida del régimen de convertibilidad, cuando se aprovechó a pleno el diferencial de tipo de cambio. Luego, un segundo momento fue el de la consolidación del crecimiento del PIB con el dinamismo del mercado interno.

El caso paradigmático que refleja tanto el desarrollo de la demanda externa como la respuesta a la demanda doméstica es el de la industria automotriz, que en 2007 registró una expansión acumulada del 25,4 por ciento derramando también en el 9,5 por ciento de crecimiento del sector metalmecánico. Según Adefa, la cámara que nuclea a los fabricantes, las 544.647 unidades producidas en 2007, batieron en casi 90 mil unidades el record alcanzado en 1998. Además, durante el año pasado se exportaron 316.410 unidades, 33,6 por ciento más que en 2006, lo que junto a un consumo interno de casi 560 mil unidades indica tanto la presencia de un déficit externo como la transnacionalización productiva sectorial.

El segundo sector de mayor crecimiento fue el de los minerales no metálicos, fundamentalmente materiales de construcción. Ambos sectores, construcción y automotores, son destacados tanto por su efecto multiplicador sobre el resto de la economía como por su alta capacidad para generar empleo. La tasa de desocupación del 7,5 por ciento, también adelantada esta semana por el Poder Ejecutivo, no está lejos de la llamada “friccional”: la emergente del desempleo temporal generado por la rotación de la mano de obra y calculada entre el 3 y el 4 por ciento, según las economías.

Por el lado de los puntos oscuros se destaca la importante caída anual del 8,7 por ciento acumulada en la producción de lácteos, un llamado de atención para la política sectorial, junto con la sensible baja del 21,7 por ciento en la elaboración de fibras sintéticas y la disminución del 2,7 por ciento en la producción de acero crudo.

Si bien el uso de la capacidad instalada disminuyó en muchos sectores, el nivel de 74,9 por ciento registrado en diciembre último se encuentra dos puntos porcentuales por encima de los registros de igual mes de 2006, un indicativo tanto de que existieron inversiones como de que todavía son insuficientes, en particular en algunos sectores, entre ellos el alimentario. Respecto de las expectativas sectoriales, las empresas no pierden su optimismo.

Mirando hacia el futuro, es posible que el sector industrial se encuentre presto a ingresar, si no lo hizo ya, a una tercera etapa en la que su competitividad y expansión necesiten asentarse en el desarrollo de ventajas competitivas y no sólo en el diferencial cambiario o las no siempre justificables barreras a la competencia externa. El punto de inflexión, como ya lo saben en las empresas sin que lo reseñen las consultoras, está en la evolución de los costos medidos en moneda constante, entre los que destacan los de mano de obra y servicios.

En el primer caso porque, como lo muestra por ejemplo el freno en la expansión de la industria textil –que con una suba del 5,5 por ciento en el año crece por debajo del promedio–, ya no es posible basar la competitividad solamente en salarios bajos. La reducción del desempleo aumentó el poder de negociación de los asalariados y los costos comenzaron a crecer en dólares, en muchos casos en relación con los máximos de la década pasada. Y en el segundo caso, el de los servicios, porque la política tarifaria oficial fue ajustar más sobre los grandes usuarios, entre los que se cuentan las industrias, que sobre los domiciliarios, al mismo tiempo que, por problemas de infraestructura, se optó por penalizar el consumo. Un tercer factor asociado a los mayores costos de producción es, para las industrias que no se benefician de ello, la persistencia de mercados oligopólicos en la provisión de bienes intermedios.

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