Sáb 19.01.2002

ECONOMíA  › “ASí, EL PAíS NO LE SIRVE A NADIE”

“Así, el país no le sirve a nadie”

El ministro de la Producción dijo a este diario que lo primero es resolver el candado del dinero y lo segundo arreglar con el Fondo, y fundamentó su postura de que lo mejor sería pesificar los ahorros uno a uno y entregar un bono en dólares por la diferencia.

› Por David Cufré

José Ignacio de Mendiguren es el primer hombre del gabinete en reclamar públicamente la pesificación total de deudas y depósitos. El Gobierno avanza en esa dirección, y el ministro de la Producción justifica en este reportaje exclusivo con Página/12 por qué se quieren cambiar de nuevo las reglas de juego. “La producción es inviable si tiene que cargar con la mochila del endeudamiento en dólares”, enfatiza. El ex presidente de la Unión Industrial mantiene su estilo frontal, pero ya se le nota el desgaste por apenas dos semanas en la función pública. Desde su rol de encargado en cuidar la producción, advierte que existe el riesgo a una mayor desnacionalización de la economia mientras se intenta salir de la crisis.
–La Unión Industrial Argentina propone la pesificación total de deudas y depósitos. ¿Usted está de acuerdo?
–Esa propuesta se hizo cuando yo presidía la entidad. Me parece la mejor alternativa y el camino más justo para toda la sociedad, sobre todo porque permite descomprimir rápidamente la angustia social. Es una solución clara, lineal y que abarca a todos.
–¿Por qué sería la solución más justa para un ahorrista en dólares?
–Lo que decíamos en la UIA era que debíamos sincerar la economía. Aclararle a la gente que los dólares no están en los bancos, como les hicieron creer. Si alguien hacía una transferencia de pesos a dólares, salvo que hubiera alguna alquimia, los billetes que quedaban eran pesos. La propuesta es respetarle al ahorrista el poder adquisitivo de su depósito. Si con lo que tenía en el plazo fijo se compraba un departamento, lo importante es que se lo pueda seguir comprando. O si se compraba una mesa y tres sillas, que lo pueda seguir haciendo. Lo que no podemos garantizarle es que se las pueda comprar en Manhattan o París.
–El Gobierno se comprometió a devolver los depósitos en la moneda en que fueron constituidos.
–Ante eso, propusimos que los depósitos se devuelvan pesificados uno a uno, y que por la diferencia con el dólar oficial se entregue un bono en dólares, a cuatro años de plazo. El bono pagaría intereses hasta su vencimiento. Es una propuesta simple, que se explica de una sola vez, y que a los bancos les permite netear entre depósitos y créditos pesificados.
–Una consecuencia de esa propuesta es que se licuan las deudas de las grandes empresas, mientras el salvataje a los bancos recae sobre los ahorristas.
–No es el efecto buscado. En términos de poder adquisitivo no hay licuación. Nuestra preocupación más fuerte es el ahorrista nacional, porque de ellos depende cualquier proyecto de desarrollo futuro. Es clave no defraudar al ahorrista. Pero también es cierto que la Argentina, producto de las políticas económicas de los últimos diez años, dejó a las empresas en una situación caótica. En casi todos los sectores productivos se trabaja con márgenes de rentabilidad negativa, tomando créditos a tasas del 60 ó 70 por ciento anual con una economía en deflación. Los pasivos no guardan ninguna relación con la capacidad operativa. Si esto no se sincera, el arranque del país no se va a producir. Es obvio que no vamos a arrancar con financiamiento externo porque no lo vamos a recibir. Entonces el arranque de la economía tiene que venir del lado de la producción. Pero insisto, la producción es inviable si tiene que cargar con la mochila del endeudamiento en dólares.
–Pero la situación de una pyme no es igual a la de Techint, Macri, Pérez Companc, Eurnekian, Fortabat o Bulgheroni, ni de las grandes empresas de capital extranjero.
–En la UIA, adonde el 70 por ciento de los asociados son pequeños y medianos industriales, pensamos la propuesta desde el pequeño taller deVilla Martelli o desde el parque industrial de Pilar. Pensamos en el 85 por ciento del producto bruto industrial.
–Entonces, ¿por qué no se hace un corte para separar a pequeños y medianos ahorristas y deudores de los grandes?
–Lo importante es trazar las grandes avenidas. Cuando uno decide el camino, después se pueden acomodar otras variables. Lo que intentamos hacer, más allá de licuarles las deudas a pequeños y medianos empresarios, es reconocer una realidad. Del ‘91 a la fecha, los índices industriales aumentaron apenas el 14 por ciento, mientras la acumulación de tasas de interés llegó en el mismo período al 11 mil por ciento. Pretender que cualquier empresa pueda volver a funcionar con ese pasivo, es condenar a la economía al no arranque.
–Tampoco podrá crecer con salarios depreciados por la devaluación.
–Para llegar a la reactivación, lo primero que debemos hacer de manera urgente es desactivar la bomba del corralito. Después necesitamos el acuerdo con el FMI, que es clave, y lograr que la devaluación no se traslade a precios. A partir de ahí podemos montar un escenario de crecimiento. Pero en nuestro proyecto (el de la Unión Industrial) hicimos hincapié en la redistribución del ingreso, hablamos de inyectar demanda con un seguro de desempleo universal para padres desocupados. Fuimos la primera entidad empresaria en plantear el tema. Decimos claramente que el salario no es un costo, es una inversión, es demanda y es justicia social. Junto con la mejora del salario, tenemos que tener cuidado para que no se destruyan más activos. Todo activo productivo es una herramienta social indispensable para generar crecimiento en forma rápida. No me gustaría que este proceso de arranque venga acompañado de una absoluta desnacionalización del aparato productivo.
–¿Existe ese riesgo?
–Claro que existe. La Argentina se transformó en un país barato para inversores en dólares. Entonces, aquellos sectores que quedaron diezmados por todos estos años de políticas económicas erradas, pero que son viables, hoy los pueden comprar por dos pesos. Hay que tener cuidado, porque es posible que salgamos de esta crisis en medio de un proceso de desnacionalización, que nos transformará definitivamente en colonia. A lo mejor no tenemos claras todas las salidas a la crisis, porque las posibilidades son enormes, pero lo que hay que tener en claro es el objetivo.
–¿Por qué los sectores productivos remarcan precios?
–No hay ninguna causa objetiva para que haya traslado a precios más allá del impacto directo por los insumos importados. Esta no es la Argentina de los ‘80, donde la híper se realimentaba a si misma porque todo aumento de demanda se iba a precios, y cuando la desocupación era baja y las fábricas trabajaban a full. Hoy la desocupación es record, estamos en una recesión de 42 meses y el 50 por ciento de la capacidad instalada está ociosa. Creo que los que remarcan van a tener que retrotraer los aumentos porque no van a vender. Pero el daño a las expectativas ya estará hecho. Hago un llamado profundo a la responsabilidad de todo el empresariado argentinos, que padeció tanto la deflación, para que la gente pueda gozar de los beneficios de estos cambios, porque por ahora sólo se ven los costos.
–¿Qué nivel inflacionario sería razonable?
–Para los sectores industriales, el aumento previsto para el año es del 5,9 por ciento. Y la inflación general se calculó en 11 por ciento.
–Como presidente de la UIA, hace dos meses usted dijo que si no hay un plan de desarrollo, la Argentina puede terminar como Somalía. ¿El Gobierno tiene un plan?
–Creo que vamos hacia el plan. En este momento está trabajando la brigada de explosivos para desactivar las bombas que nos dejaron. Pasado ese momento, el punto clave es que el FMI apruebe el programa del Gobierno y otorgue ayuda financiera. Aunque la gente está ansiosa y con razón,tenemos que pasar estas etapas para llegar al plan de desarrollo productivo.
–¿Hasta donde llega la presión del establishment financiero y de las privatizadas?
–Hay sectores que quieren mantener sus beneficios. Esa actitud tiene que cesar. Esta discusión podía ser válida el año pasado, cuando todavía había algo más por cosechar. El país quedó en un estado tan delicado que, así como está, no le sirve a nadie. El mes de diciembre fue la expresión más clara del colapso de un proyecto.

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