ECONOMíA › ESCARPADO Y SINUOSO CAMINO HACIA LA INTEGRACION
› Por Raúl Dellatorre
Si no es por convicción, será por necesidad. La propuesta de integración energética a nivel regional parece moverse al compás de la escasez: cuanto más amenazante sea, más urgente es juntarse. Ayer, Cristina Kirchner abrió un abanico, a partir de la insuficiencia de gas para Argentina, que involucró a varios vecinos. Incluyó a Chile en el problema, a quien Argentina le vende gas excedente; a Uruguay y Brasil, a quienes también les envía gas y desde los que, a cambio, recibe electricidad. Y a Venezuela, abundante en recursos energéticos, para el cual reclamó que “finalmente” se apruebe su ingreso al Mercosur. Un modo de involucrar a todos en lo que, hasta ahora, parecía afectar sólo a la Argentina: la falta de gas para el próximo invierno.
Bolivia, en tanto, sigue ejerciendo un estilo de triangulación del conflicto: para no quedar como victimario de los consumidores argentinos este invierno, primero intentó lograr que Brasil cediera una parte de su cupo de gas boliviano. Ante la negativa, probó por otro camino: le recordó a Petrobras su compromiso de inversiones, de las cuales depende que Bolivia pueda aumentar su producción de gas. “No somos nosotros, son ellos”, es el mensaje que desde La Paz intenta que lean en Buenos Aires.
“Brasil tiene que asegurar esa inversión”, señaló el ministro de Hidrocarburos de Evo, Carlos Villegas, en referencia al compromiso anunciado en diciembre pasado por la petrolera mixta brasileña, según la cual en los próximos años invertirá entre 750 y 1000 millones de dólares en ampliar su capacidad de producción. “Producir más gas es un eje de preocupación y de definiciones políticas” en la región, remarcó Villegas, que la semana próxima será anfitrión en sus pares de Argentina y Brasil en la primera reunión del Comité Coordinador a nivel ministerial, creado en la cumbre de Olivos del último sábado.
Los tres países llegaron al punto actual por caminos diferentes. Argentina destruyó en los ’90 a YPF, privatizó y desreguló la producción y comercialización de hidrocarburos y penó durante años por falta de inversión. Hasta el gasoducto que originalmente se utilizaba para mandarle gas a Bolivia debió cambiar de cabecera de inyección para recibir en vez de dar. Brasil, más allá de los distintos gobiernos que desfilaron por el Planalto, mantuvo su política de fuerte presencia de Petrobras y el control estatal de la misma. Bolivia decidió un cambio de rumbo hace dos años, con la nacionalización de los hidrocarburos, de la cual salió airosa pero está pagando los costos de la transición: el sendero creciente de su producción se interrumpió por la ausencia de inversión mientras duró la renegociación de los contratos.
Ahora, los tres gobiernos están en sintonía en buscar soluciones compartidas y solidarias, lo que supone un cambio respecto del privilegio otorgado históricamente a los intereses mercantilistas, que dominaron y fijaron las condiciones durante décadas, en éste y en otros sectores estratégicos.
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