ECONOMíA • SUBNOTA › EMPRESARIOS PARISINOS BUSCAN AMPARO EN LA IGLESIA ANTE LA ANGUSTIA DE LA CRISIS
Francia vive la actual situación como una pesadilla. En particular en los barrios más acomodados, habitados por empresarios y banqueros, que siguen los acontecimientos mundiales paso a paso y sufren ante cada nuevo fracaso.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Los empresarios y banqueros del barrio de negocios de La Defense llenan la iglesia de Nôtre-Dame de Pentecôte. Desde que estalló la crisis financiera se crearon grupos de reflexión especialmente diseñados para esta categoría social cuyas pesadillas empiezan a la madrugada con la apertura de los mercados asiáticos y se despliegan a lo largo del día con los índices bursátiles de las plazas europeas. En los barrios parisinos de la Bolsa y de la Opera, centro neurálgico de los operadores financieros, el crac histórico del lunes pasado y de ayer descompuso los rasgos de quienes trabajan en directo con los mercados. “Es el pánico total, todo se vuelve absurdo”, comenta azorado Xavier de Villepin, director de ventas de sala de mercados de la empresa Global Equities.
El viernes fue, para muchos operadores, como una estadía en el cadalso. Las bolsas europeas se desplomaron en una sucesión de caídas que llevó a Londres a perder 8,85 %, a Francfort 7,01, a París 7,73 y Madrid 9,14 %. Durante la sesión, las cuatro bolsas atravesaron incluso la frontera del 10 %. “La gente está vendiendo hasta los valores seguros”, decía Xavier de Villepin al final de la jornada. El salvataje de los bancos, las garantías de los depósitos bancarios, la inyección de sumas escalofriantes en el circuito interbancario, el descenso de las tasas de intereses o las declaraciones de los responsables políticos y económicos, nada corrigió la sinistrosis que se apoderó de los mercados.
“Estamos en una situación de capitulación. La crisis es multiforme”, declaró ayer al diario Le Monde Jean-Pierre Petit, jefe economista en Exane BNP-Paris-Bas. Ayer, en medio de una alucinante carrera de declaraciones, iniciativas y retrocesos, los europeos dieron al fin el primer signo de que podían cumplir una promesa en suspenso: reunirse en una cumbre y adoptar un perfil global para atenuar el terremoto. Al cabo de varias semanas de fuertes divergencias y acusaciones gravísimas destiladas a través de los medios de comunicación, los quince dirigentes europeos que coronen el eurogrupo –los países de la zona euro–, se encuentran en París este domingo a fin de lanzar lo que se presume será una iniciativa común de gran envergadura.
El punto de inflexión de esta cumbre esperada desde hace por lo menos dos semanas es la actitud de Alemania. La canciller Angela Merkel pasa hoy por ser la responsable del remolino descendente que arrastró a los mercados europeos debido a su posición inamovible en torno de la idea de un plan global europeo. Londres y Berlín habían puesto un sólido veto al principio de la solución multilateral y jugaron todas sus cartas con la opción nacional. Según contó el semanario Le Canard Enchaîné, en el curso de la minicumbre celebrada en París el sábado pasado con los cuatro países europeos miembros del G-8, Merkel le habría dicho al presidente francés, Nicolas Sarkozy, “cada uno con su mierda a cuestas”. Y así ocurrió a lo largo de toda la semana con la consecuente marea en los mercados.
Las autoridades alemanas atenuaron su posición. “Hay que terminar con las soluciones caso por caso”, dijo por ejemplo el ministro alemán de Finanzas, Peer Steinbrück. Esa solución que se tratará en París se articula en torno del plan propuesto por el primer ministro británico, Gordon Brown. El plan consta de dos brazos: una garantía estatal para los préstamos que se hacen los bancos entre sí –con ello se evita la falta de liquidez– y una nacionalización parcial de los grupos bancarios en dificultad.
El plan británico tiene su contraparte. Londres ha puesto entre la espada y la pared a sus socios europeos, ya que si no se alinean con sus medidas los demás bancos nacionales podrían verse en desventaja respecto de los establecimientos británicos, protegidos ahora por el Estado. La convocatoria a la cumbre de este domingo es clara: “Definir un plan de acción conjunto de la zona euro y del Banco Central Europeo frente a la crisis financiera”.
El tiempo apremia, tanto más cuanto que ya no hay analista o actor de la crisis que no asegure que se “reventó la burbuja financiera”. Pero junto a la burbuja está la realidad y los dirigentes empiezan a ver venir la silueta de la otra amenaza: que la explosión de la burbuja se transfiera a la economía real. Esa silueta se precisa cada vez más con la manera en que la crisis del crédito repercute en los sectores de la construcción y la industria automotriz. El colapso de las finanzas no es una pieza que se juega a puertas cerradas entre banqueros y mercados bursátiles. En Francia, las pymes ya constatan la anulación de pedidos. Los consumidores gastan con cuentagotas, no porque sus finanzas tambaleen sino porque la sombra del desempleo derivado del cierre de empresas empieza a ser una realidad tangible.
En la iglesia de Nôtre-Dame de Pentecôte del barrio de La Defense, la “city parisina”, el “tsunami” financiero ha cambiado muchas cosas. El padre Pierre Anglarès está acostumbrado a confesar a poderosos. Ayer reconocía: “Hay mucha preocupación, angustia. El mundo del trabajo provoca muchas penas”. Nôtre-Dame de Pentecôte ofrece un espectáculo inédito. La iglesia está llena, al contrario de lo que ocurre en el resto del país. Los folletos distribuidos en la iglesia sobre “yo y el dinero” o “el hombre en el centro de la empresa” se agotan rápido. Cuando el Dios mercado se hunde, el otro, el misterioso, emerge en el fondo del miedo para aliviar la profundidad del abismo. A la entrada del recinto, un salmo (28 17) de Isaías grabado en los muros de la Iglesia recuerda un principio olvidado por los feligreses que acuden con repentina fe: “Usaré el derecho como medida y la justicia como plomada”.
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