Mié 30.01.2002

ECONOMíA • SUBNOTA

Nadie dice cómo salir del cepo

› Por Julio Nudler

Un mes ya de nuevo gobierno y de renovada conducción económica, y todo parece estar aproximadamente como al principio, incluyendo trancas y barrancas. Las grandes preguntas que plantea esta apabullante crisis siguen sin respuesta, mientras las energías del oficialismo, de los lobbies y de las víctimas del derrumbe están concentradas en la lucha por repartir los costos del naufragio del modo más conveniente para cada parte. Pero quien desease saber qué será de la Argentina este año y el próximo empezaría por formularles a los dirigentes cuestiones como éstas:
- ¿Cómo piensan lograr que reaparezca la demanda monetaria? Es decir, la disposición del público a recibir liquidez y retenerla. El sensato rechazo a la dolarización no puede conducir a la irrazonable esperanza de que los argentinos de pronto estén dispuestos a guardar saldos líquidos en pesos. Es lógico que por bastante tiempo opten por hacerlo en otra forma más segura. Por tanto, cualquier incremento en la oferta monetaria, a través por ejemplo de una flexibilización del corralito, provocará mayor demanda de dólares. Aunque los medios de pago se inyecten por la vía de planes sociales para los más pobres, tarde o temprano desembocarán en el dólar, presionando sobre el tipo de cambio y minando el plan en su conjunto.
- ¿De qué manera recuperará el país un sistema bancario, sin el cual no podrá soñar siquiera con la reactivación? El corralito involucra al stock de depósitos y créditos que existía dos meses atrás. Cualquiera sea el balance patrimonial en que concluya la pesificación, es improbable que el público vuelva a confiar prontamente en estos bancos, y en la legislación argentina y sus tribunales (de ahí el reclamo, al son de las cacerolas, de que renuncie la Corte Suprema). Esta desconfianza se suma al poco entusiasmo que despertará un menú de alternativas financieras en moneda local, a menos que la indexación se torne atractiva. Pero la indexación tiene dos grandes problemas. Uno es que seduce a los depositantes cuando hay mucha inflación, por lo que implica un escenario indeseable. Otro es que cuando la indexación convence a los ahorristas, por la misma razón ahuyenta a los demandantes de crédito.
- Si el peso no será adoptado en un futuro previsible como reserva de valor, y si además a nadie se le ocurrirá por el momento llevar fondos frescos a los bancos, el dólar seguirá siendo la única opción. Cada uno lo demandará en la forma que esté a su alcance: billetes para la caja de seguridad o el colchón, depósitos en el Uruguay o en plazas más lejanas. El resultado será, sencillamente, más de lo mismo: falta de crédito en el país y fuga de capitales. El gradualismo con que el elenco de Duhalde está encarando la transición entre el pasado y el futuro no funciona.
- Cómo trazar un Presupuesto en estas condiciones, si la recaudación impositiva es impredecible. Y cómo definir una política monetaria creíble cuando se desconoce cuánto déficit público habrá que monetizar.
En el país se está destruyendo riqueza día a día. Eso es lo que expresa la caída del Producto Bruto. No es muy diferente de lo que vino ocurriendo en los últimos años, desde que la convertibilidad alcanzó su destino inexorable: la depresión sin fin. Ahora, sin 1 a 1, con control de cambios y estado de sitio financiero, todo ha cambiado, menos la parálisis económica. Con corralito y sin moneda, de poco sirve tener una paridad competitiva. Es como agregarle cilindrada a un auto, sin quitarle el cepo.
¿Vendrá la solución con la eventual ayuda del Fondo Monetario? Quién sabe.
La plata del FMI puede servir para fines diversos, y entre ellos financiar la salida de capitales sin que ésta remonte demasiado la cotización del dólar. También podrá aplicarse a subsidiar a los deudores del sistema bancario y a apuntalar patrimonialmente a los bancos. Pero no por eso habrá condiciones para volver a crecer, lo cual explica que Mario Blejer se muestre “optimista” al vaticinar el crecimiento recién para fines del 2003, un año después que Jorge Remes Lenicov, con lo cual el optimismo de éste se acercaría más al delirio. Pero, ¿cómo imagina Blejerque el país aguantará, social y políticamente, dos años más de indigencia? Lo que se ha visto estas semanas es mucho trabajo entre los escombros de la vieja economía, moviéndose contradictoriamente entre las ruinas. Pero, llamativamente, no hay señales para el futuro, fuera de la devaluación, que terminó con el dólar barato pero ni siquiera propuso alguna certidumbre. Sólo se sabe que el actual dólar oficial es ave de paso.

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