El documento del BID reconoce que los ciudadanos latinoamericanos se han vuelto cada vez más críticos de las reformas promercado. Citando una encuesta relevada en 17 países, dice: “En 1998 más del 50 por ciento de los latinoamericanos pensaban que las privatizaciones eran beneficiosas para sus países. Este porcentaje cayó al 31 por ciento en 2001 y al 25 por ciento en 2003. En 1998, el 77 por ciento de los latinoamericanos creía que la economía de mercado era buena para el país. En 2003, el apoyo a la economía de mercado se derrumbó al 18 por ciento”. Sin embargo, bajo el titulo “¿Reformas para ricos?”, el documento cuestiona la idea de que las políticas neoliberales sean las responsables de empobrecimiento generalizado de amplios sectores sociales. Argumenta que en Argentina los despidos a causa de las privatizaciones representan una mínima parte del aumento del desempleo y fueron más que compensados por la creación de puestos de trabajo en los mismos sectores. Pero lo más insólito es que apela a una mezcla de sociología y psicología para interpretar por qué, en la visión de los economistas del BID, la gente está tan enojada con las políticas promercado. Se reproduce textual porque no tiene desperdicio: “Primero, la gente tiende a comparar su propia situación económica con la de su grupo de referencia inmediato (vecinos, parientes) antes que con la situación de la sociedad en general. Debido a este ‘efecto rivalidad’ se enoja cuando a otros les va mejor, incluso cuando a todos les está yendo mejor o cuando la distribución del ingreso en la sociedad está mejorando como un todo. La segunda razón es la alta exposición de los patrones de consumo de los sectores que mejor les va... Un pequeño grupo en algunas profesiones (especialmente artistas, deportistas y algunos hombres de negocios) tienen niveles de ingresos asombrosamente altos y consumen en consecuencia, ganando la atracción de los medios y de la opinión pública... La economía de mercado creó nuevas oportunidades, abrió el camino a una gran movilidad social y facilitó la adopción de ostentosos patrones de consumo por parte de aquellos que pueden costearlos, todo a plena vista de los menos afortunados” (sic).