ECONOMíA
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“Estoy acá de nuevo”
“Llegué a la fila a las cuatro de la mañana y me dieron el turno a las 10. Compré 600 dólares, recién pude salir a las cuatro de la tarde, me tomé una gaseosa, y ahora estoy acá de nuevo”, dijo con cansancio Ana Henríquez mientras, una vez más, esperaba sentada frente al Banco Nación. Ayer a las 18, tres horas después de que las entidades financieras dejaran de atender al público, unas 40 personas ya hacían cola para poder comprar dólares hoy.
Ayer, cuando a las 10 el empleado del banco salió para comenzar a dar los turnos, una parte de las 3000 personas que esperaban desde la madrugada se abalanzaron sobre él y su talonario. Luego de 45 minutos de desorden, se logró hacer una lista con las 300 personas que habían llegado primero y serían atendidas. “Yo llegué a las cinco de la mañana y finalmente quedé afuera, porque la cola ya tenía cuatro cuadras”, se lamentaba Ernesto Mansilla, dueño de un negocio de fotografía, que ocupaba el primer lugar de la fila que será atendida hoy. “Hace dos días que no laburo, pero tengo que recuperar aunque sea una parte de los ahorros que me robaron en el corralito” dijo, mientras que otra persona de la fila le pedía el termo para hacer mate. “Esto no perjudica a la economía, porque los que hacen subir la divisa son los exportadores”, se preocupó en aclarar. Y agregó: “Yo no quiero hacer diferencia, si compro y el dólar no sube más, mucho mejor”. Carlos Ramírez trabaja en un sanatorio y viajó desde Villa Luro para reemplazar a su mujer en el segundo lugar de la fila porque “ella está embarazada y se vino a las seis de la mañana”. “Me acuerdo que en el ‘89 la híper nos tomó por sorpresa porque era la primera vez que pasaba algo así”, comentó Ramírez, “pero esta vez no vamos a dejar que se nos pulverice el salario, no importa lo que cueste”.
“Te cuido el lugar” decía el cartel de cartón que sostenía Carlos Balcarce, una de los tantos que había ido decidido a “hacer unos pesos”. El lunes se cobraban 25 pesos por hacer la cola durante toda la noche, y ayer aumentó a 50. Ramírez explicó que “desde que en el ‘93 me echaron de la fábrica, sólo trabajo dos días por mes de chofer, y este tipo de changas me vienen muy bien”. Carlos, a diferencia de la mayoría en el lugar, llevaba una bolsa con ropa de repuesto y algo para cenar. “La idea es que la gente venga acá a la tarde o a la noche, me deje una seña, y a la mañana yo le cedo el lugar para que pueda sacar el turno.” Cada tanto se acercaba algún hombre de traje y corbata para preguntar las tarifas, aunque con cierta desconfianza. “Yo entiendo, hay que tener cuidado: hoy apareció una mujer ofreciendo números truchos y la gente estaba tan desesperada que muchos le compraron”, comentó Balcarce.
“Si no vengo todos los días a recuperar algo me tendré que ir del país” afirmaba, con cierta desesperación, Ana Henríquez, una enfermera chilena que vive en Argentina hace 24 años y, antes de la devaluación, podía mandar 700 dólares al exterior para su familia. “Aunque el límite es mil, hoy sólo compré 600 dólares porque no tenía un peso más. Acabo de salir hace 45 minutos y ahora vuelvo a hacer la cola hasta las 12 de la noche, porque después me reemplaza mi cuñado que trae más pesos”, explicó. “Voy a tratar de venderlos en las casas de cambio y hacer alguna diferencia, para recuperar algo de lo que pierdo con la devaluación.”
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