ECONOMíA
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Hagan sus apuestas
› Por Maximiliano Montenegro
“¿Al Presidente le conviene ser Alfonsín y terminar con una corrida contra la moneda? Hay que pensar en la estabilidad del peso.” Frases como ésta, escuchada ayer en el Banco Central, hablan del pico de tensión que alcanzó la controversia entre el titular de la entidad, Martín Redrado, y Roberto Lavagna.
Para entender la discusión vale hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué un gobierno al que le sobra dinero solicita al Banco Central que emita pesos “con la maquinita” para financiarlo?
La respuesta va más allá de la fórmula de Roberto Lavagna para pagarle al Fondo Monetario. Es parte de una decisión política de Néstor Kirchner. El Presidente aspira a cumplir con los vencimientos del FMI sin dilapidar el ahorro fiscal “genuino”, que imagina con devolver a la sociedad, a través de nuevos aumentos de jubilaciones, salarios de estatales, planes sociales u obras públicas.
Alcanzar simultáneamente ambos objetivos se asemeja para algunos a descubrir la cuadratura del círculo. Pero dentro de la actual coyuntura económica es algo plausible.
La administración Kirchner le solicita a la autoridad monetaria –en teoría, independiente– financiamiento en pesos, a cambio de bonos (compromisos de pago) de la Tesorería. Los pesos emitidos por el Central no corren el riesgo de encender la chispa inflacionaria, porque no se vuelcan a la circulación. Con ellos se adquiere los dólares, de las reservas del propio Banco Central, necesarios para cancelar las vencimientos con el Fondo Monetario.
Como resultado, en el Central disminuyen las reservas en divisas y aumentan los papeles del Tesoro. El Gobierno, en tanto, queda endeudado con el Central, pero paga al Fondo cuidando la caja, guardando en el “colchón” parte del superávit fiscal, con la expectativa de volcarlo al gasto o la inversión doméstica.
“Desde la ortodoxia esta operatoria puede verse como algo aberrante, pero esto no es Suiza ni Estados Unidos”, dispara un estrecho colaborador de Lavagna. Redrado está convencido de que esta política no termina bien. Y, por eso, se opuso a una interpretación laxa del artículo 20 de la Carta Orgánica del Central, que fija un límite al financiamiento que la entidad puede otorgar anualmente al Tesoro.
El funcionario sostiene que habría que definir qué hacer con el FMI. Si el problema fuera cubrir vencimientos por los próximos 3 o 6 meses, mientras el acuerdo está suspendido, afirma que el Gobierno debería echar mano de los excedentes propios depositados en el Banco Nación: 1300 millones de dólares de Tesorería, 1500 millones de pesos de la Anses, 450 millones de la AFIP y 300 millones del PAMI. Además, según sus cifras, hay 11.000 millones de los gobiernos provinciales en el sistema financiero.
Si el plan fuera cancelar la deuda con el Fondo en 3 años, para quitarse la correa, la discusión sería otra. Redrado dice que el Presidente está interesado en definir una estrategia, en lugar de dar “manotazos” espasmódicos a las reservas. Lavagna retruca que Kirchner avala su política. Hagan sus apuestas.
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