Uno de los desafíos que Nielsen plantea para el futuro es consolidar un funcionamiento estatal eficiente, lo que a su juicio se dificulta por la exigua remuneración para los puestos jerárquicos. Dice: “Una preocupación que yo tengo es la capacidad gerencial de la burocracia estatal y la dificultad creciente para retener al personal más calificado”.
–¿Dificultad para retenerlos por los sueldos vigentes?
–Por supuesto. En las condiciones actuales de remuneración del sector público me está costando retenerlos.
–Eso se hace extensivo también a usted.
–Sí. Si queremos un Estado más inteligente hay que modificar la situación.
–¿Y eso se plantea?
–Por supuesto.
–¿A qué nivel?
–Al máximo nivel.
–¿Y por qué no se modifica: por razones políticas, por hipocresía o porque en el Gobierno hay quienes piensan distinto sobre cuánto deben ganar los funcionarios?
–Hay visiones distintas. Además, hay un tema que es real y a la vez complejo. Para determinados sectores de la administración pública, los sueldos que se pagan no son mucho más bajos que los que se cobran en el sector privado. Pero en el área en la que trabaja la gente de mi equipo la diferencia es abismal.
–Entiendo la lógica del mercado. Pero si se la aplicara en el Estado llevaría a que en un mismo escalón jerárquico unos ganen más que otros. Por ejemplo, que en Economía ganen más que en el Ministerio de Desarrollo Humano.
–Es un problema complejo que requiere solución política. Lo que yo planteo es un tema gerencial. El Estado necesita de buenos funcionarios para ser un organismo inteligente y eficaz.
–¿La remuneración máxima es de 6000 pesos y no hay ningún ingreso extra?
–No cobramos sobresueldos ni ningún otro ingreso extra. Todo eso que algunos dicen por ahí no tiene ningún asidero.
–¿No cobran gastos de representación?
–Sí, por supuesto. Si invito a comer a un funcionario internacional pasó la factura y me la reintegran. Pero nada más que eso. No hay ningún monto fijo, ni cajas chicas exuberantes, ni nada que se le parezca.