ECONOMíA • SUBNOTA › REFORMA TRIBUTARIA, UNA MATERIA PENDIENTE
› Por Raúl Dellatorre
“Con este nivel de ingresos fiscales, si en 2007 no aprovechamos para hacer una reforma impositiva, no la hacemos nunca más.” El comentario le pertenece a un especialista muy cercano a la conducción económica, que ocupa una banca en el Congreso y, según se asegura en su entorno, ya trabaja en un proyecto para hacer “más equitativo” el régimen tributario.
Para el Gobierno, el nivel de recaudación es una buena noticia desde donde se lo mire. Tal cual señala la nota central de esta página, diversos factores jugaron a favor: más actividad económica, menor evasión, más comercio exterior y más contribuciones de sectores con rentas extraordinarias. De ese análisis se escapan otros aspectos no tan positivos relacionados con la equidad tributaria, como que el impuesto al consumo sigue siendo la base de la recaudación y que las rentas financieras están tan exentas como en tiempos de Martínez de Hoz.
Allí le apuntan los reclamos de cambios al Gobierno, incluso desde sectores encuadrados en el oficialismo que trabajan en forma silenciosa (¿por encargo del propio gobierno?) en el tema. “Nadie arriesga a una reforma cuando tiene problemas fiscales, por eso los cambios hay que hacerlos ahora”, repiten.
Recaudar en base a un impuesto al consumo como el IVA es la forma más simple y segura. Por eso es que los repetidos propósitos de bajar la tasa del impuesto, aun en tiempos de alta evasión, fracasaron: ningún gobierno se animó a comprar el argumento de que “a menor tasa, menos incentivo para evadir, por lo tanto la mayor cantidad de contribuyentes va a compensar la caída de recaudación por la baja en la tasa”. Teóricamente, prolijo. Ahora, en la práctica, era resignar impuestos hoy a la espera de que nuevos contribuyentes llegaran mañana a inscribirse y empezaran a pagar. Todos los gobiernos de los últimos treinta años apostaron al “hoy” y dejaron la tasa tal como estaba. O la subieron.
La inédita coyuntura de una recaudación que ya casi duplica a la que se recogía un puñado de años atrás permite hacer otras conjeturas. La reforma en la que se trabaja le apunta a gravar actividades injustificadamente exentas, como las rentas financieras, a hacer más eficiente la tributación de las manifestaciones de riqueza y a tratar de hacer más equitativo el impuesto a las ganancias que pagan empresas y personas físicas. “Ojo, que el impuesto para los sueldos altos y medianos no se va a eliminar, porque existe en todas partes del mundo sin la resistencia que tiene acá”, avisa de antemano el especialista. Sin pretender tanto, sin duda que un tributo más equitativo, en el que los que viven de rentas especulativas paguen y más que el que aporta de su trabajo, si bien no le aliviaría la carga monetaria al último, al menos se la haría más llevadera. Por ahí pasaría la reforma que se imagina.
Sólo después de estos cambios, que no son simple maquillaje, se avanzaría en el terreno de bajar la carga tributaria sobre el consumo. O sobre el trabajo, aunque en este caso no vendría por exenciones sino por la casi consensuada –a esta altura– suba en los mínimos no imponibles en Ganancias, que verían la luz antes de 90 días. Incluso se piensa en una retirada del impuesto a los débitos y créditos bancarios con la satisfacción del deber cumplido.
Por ahora son sólo apuntes en una hoja de borrador, pero en más de un despacho oficial –alguno cercano al del Presidente– ya se empieza a hablar del tema.
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