ECONOMíA • SUBNOTA › ANTECEDENTES Y PERFIL DE JAVIER DE URQUIZA
› Por Claudio Scaletta
Javier de Urquiza es lo que se denomina un “pingüino puro”, mote que no se gana desde la ideología, sino sólo en los años compartidos en las frías tierras australes. Al nuevo secretario le gusta recordar su pertenencia a los interlocutores. En su despacho de Agricultura, el que ocupaba como subsecretario de Ganadería, hay dos retratos que seguramente llevará a su nueva oficina: el de un pingüino y otro junto al Presidente.
Pero la relación con Kirchner empezó desde tribunas opuestas. De origen radical, De Urquiza lo enfrentó como candidato a vicegobernador en 1991. Probablemente resulte delicioso releer las crónicas de los diarios santacruceños de la época. Sin embargo, el nuevo secretario de Estado llegó a la política desde su lugar como productor de ovinos y dirigente rural. Entre 1987 y 1994 fue el presidente de la Federación de Instituciones Agropecuarias de Santa Cruz. La FIAS fue miembro de CRA hasta 1990. En ese año, De Urquiza, médico veterinario, asumió como presidente del Consejo Regional Patagonia Sur del INTA.
Por esos tiempos solía enfrentarse al titular de Agricultura provincial, el actual presidente del INTA, Carlos Cheppi. El futuro destino común en el escenario nacional junto a Kirchner era difícil de imaginar, pero el acercamiento empezó enseguida. En 1994 Kirchner nombró al líder estanciero como interventor del Consejo Agrario Provincial de Santa Cruz, cargo que ejerció hasta 1998.
Cuando Kirchner asumió en Nación, los nombres que sonaban para ocupar la Secretaría de Agricultura eran dos, Cheppi y De Urquiza. “Quiero el INTA”, le dijo Cheppi al Presidente. En el núcleo duro de los pingüinos siempre hizo ruido que Campos siguiese ocupando el lugar reservado para De Urquiza. Es probable que el ex secretario deba agradecer su larga permanencia en el cargo a la férrea oposición de las entidades del agro a su gestión. Kirchner puede poner candidatos de las corporaciones, pero no le gusta que las corporaciones le saquen funcionarios.
Desde que asumió como subsecretario, De Urquiza siempre se sintió secretario. Ninguneó a Campos cada vez que pudo pasándolo por encima en su relación con los representantes sectoriales. Entre los datos de color se destaca el del enfrentamiento físico con su ahora derrotado rival. La gente de Campos dice que el pulcro ex secretario le pegó una trompada. La de De Urquiza afirma en cambio que fue este último quien lo “agarró del cogote” a Campos. En terreno neutral se habla del vuelo de un pesado cenicero. Fue a fines de 2005, en una reunión para limar asperezas. Qué sucedió realmente lo saben sólo los testigos directos, pero parece claro que la relación nunca fue la de jefe y subordinado.
Estanciero con muchas hectáreas en la zona de Río Chico, oriundo de la pequeña localidad de Gobernador Gregores y dirigente agropecuario, los ganaderos siempre lo consideraron uno de los suyos. A tono con las alcurnias de los linajes locales, hasta lo llaman “El Vasco”. Tal vez por esta pertenencia es que desde la oligarquía más rancia lo acusaron de “traidor”. Hacia delante sólo resta ver a cuál de sus orígenes De Urquiza permanecerá más fiel. Cualquiera sea el caso, es probable que sea un error interpretar la salida de Campos como un gesto hacia la dirigencia agropecuaria. Una lectura consistente es que ahora el equipo del presidente en el área está completo.
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