Lun 17.03.2008

EL MUNDO  › LA IZQUIERDA GANó EL BALLOTTAGE DE LAS MUNICIPALES; EL GOBIERNO LO MINIMIZA

Francia castiga en las urnas a Sarkozy

Ayer se terminó de definir la nueva división de fuerzas en el mapa territorial: el socialismo pasó a controlar 25 ciudades, siete de las principales, y los conservadores se quedaron con 12. El partido de centro de Bayrou también resultó golpeado.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

El misil socialista siguió su ruta. La oposición de izquierda confirmó ayer en las urnas la casi ola rosa que se había esbozado en la primera vuelta de las elecciones municipales. La derecha gobernante salió sancionada con la pérdida de numerosas ciudades como Caen, Reims, Metz, Amiens, Saint-Etienne y, entre las importantes, Toulouse en el sur y Estrasburgo en el nordeste. En París, el intendente socialista Bertrand Delanoë fue reelecto con más de 57 por ciento de los votos, pero sin modificar de manera sustancial la relación de fuerzas entre los barrios administrados por la derecha y la izquierda.

La mayoría conservadora y el centro fueron los más golpeados por las urnas. Con algo más del 49 por ciento contra 47 por ciento para la derecha, la izquierda oxigena su electorado a escala local. Ello le permite detentar el control de una considerable cantidad de municipalidades y consejos regionales. Otro de los grandes perdedores fue el centro, dirigido por François Bayrou. El partido centrista Moden había complicado hasta el absurdo los pactos entre la primera y la segunda vuelta. En vez de una consigna global, el centro pactó acuerdos “caso por caso” y sirvió así como una suerte de comodín cambiante. A veces se alió con la izquierda, otras con la derecha. Esa política de centro danzante le costó a François Bayrou la municipalidad de la ciudad de Pau, donde fue derrotado por un socialista. El clima de la noche electoral lo dio François Copé, jefe del grupo parlamentario UMP –derecha– en la Asamblea Nacional. “Esta es una noche de derrota. Pero nueve meses después de una elección presidencial la derrota es una combinación entre los impacientes y los descontentos. Los impacientes están a la derecha, los descontentos a la izquierda”.

Los socialistas se instalaron cómodamente en la línea del mensaje que sustentó su campaña electoral y cuyo contenido fue asegurar que estas elecciones debían ser un voto sanción contra el gobierno. A su vez, el Ejecutivo insistió en desligar el voto de un eventual castigo por su acción. El primer secretario del Partido Socialista, François Hollande, recalcó que estos resultados sólo podían conducir a una consecuencia: “la conclusión que debe sacar el presidente de la república consiste en corregir la política que aplica desde hace 10 meses. El primer cambio que debe hacer es el de sí mismo, el de su comportamiento y el de su manera de actuar. El tema principal fue aquí el poder adquisitivo. Pues bien, luego de estas elecciones no puede haber ninguna decisión que penalice el poder adquisitivo de los franceses”. El primer ministro francés, François Fillon, respondió en la dirección contraria y se consagró a ratificar la política del gobierno. En vez de interpretar las cifras negativas de las urnas como un llamado de atención, Fillon vio en ellos un motivo para seguir adelante: “el voto de los franceses no debe ser instrumentalizado por consideraciones partidarias. No hay que mezclarlo todo. Los franceses eligieron la política de Francia en el curso de las elecciones presidenciales y legislativas. El presidente de la república se comprometió y nosotros vamos continuar con esa política”.

Mucho más agresiva, la candidata socialista a las elecciones presidenciales, Ségolène Royal, advirtió que ahora “vamos a tener que reparar lo que el gobierno destruyó y arruinó en estos 9 meses”. Royal aseguró que la derecha estaba condenando a Francia al retroceso, que todo era más precario que antes y que, en ese contexto y con el resultado de las elecciones como evidencia, el gobierno debía escuchar el mensaje de las urnas y “cambiar su política y su comportamiento”.

Antes de la consulta municipal y cantonal de ayer, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, adelantó que sacaría las conclusiones de la elección pero que las reformas continuarían e incluso serían aceleradas. En los círculos gubernamentales ya se anunció un cambio en la distribución de las carteras ministeriales con la creación de nuevas secretarías de Estado. Los mensajes que se escucharon anoche tienen ecos de ópera política clásica. Los electores castigaron la gestión presidencial pero el Ejecutivo insiste en restarle valor nacional a ese voto y repite hasta el cansancio que las reformas seguirán su curso. A su vez, la oposición socialista, ecologista y comunista exige que se cambie de rumbo, de política, de estilo y hasta de costumbres.

Hasta ayer, la izquierda tenía 51 de los 101 departamentos del país y debería sumar entre 7 y 9 más. Asimismo, al cabo de esta segunda y última vuelta la oposición de izquierda controla en adelante 7 de las diez primeras ciudades de Francia, entre ellas París y Lyon. La derecha conserva tres, Marsella, Burdeos y Niza. Una de ellas, Marsella, era el emblema de la ola rosa que se esperaba pero los conservadores la salvaron y ello atenuó el efecto nacional de las otras derrotas. Una cifra suplementaria sirve sin embargo para tomar conciencia del sismo que se produjo en Francia: la izquierda recuperó seis ciudades que tenían entre cien mil y doscientos mil habitantes. Hasta el 16 de marzo, la derecha controlaba 21 de esas ciudades y la izquierda 16. Ahora la cifra se invirtió: 25 para la izquierda, 12 para la derecha.

Francia amanece hoy con una suerte de cohabitación entre una izquierda a la cual los electores le dieron un sólido poderío territorial y municipal y una derecha que tiene las riendas del Ejecutivo. Este resultado más que positivo no hace sino acentuar la paradoja del progresismo de izquierda francés: éste domina a escala local pero desde hace ya muchos años no llega a poner en jaque el liderazgo de los conservadores en el ejecutivo nacional. Hay hoy una izquierda de gestión local y una derecha de gestión del gobierno. A la izquierda le faltan la credibilidad y las figuras para construir un puente entre lo local y un destino nacional.

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