EL MUNDO › TRAS LA DERROTA DEL GOBIERNO CONSERVADOR EN LAS ELECCIONES MUNICIPALES
El presidente francés tomó nota del voto castigo contra él y comenzó a hacer ajustes. Renovará la estrategia de comunicación. Y se espera algún anuncio sobre el gabinete.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Algunos lo llaman ajuste, otros preludio a cambios un poco más profundos. Al día siguiente de la estrepitosa derrota de la derecha francesa en las elecciones municipales, Nicolas Sarkozy introdujo las primeras variaciones en su entorno. Mientras se especula con que mañana se haga pública una modificación de la estructura del gabinete, el presidente decidió ayer reforzar el polo político de su dispositivo y corregir la línea de su política de comunicación. La estrategia consiste hoy en rediseñar la imagen desordenada y algo frívola que Sarkozy construyó en los primeros nueve meses de su mandato. Ahora se trata de “presidencializar” al jefe del Estado, o sea, hacerle un traje a la medida de lo que esperan los franceses de un presidente, lejos de las luces del escenario, de las intervenciones improvisadas y polémicas, de las abrumadoras apariciones en las páginas de las revistas del corazón. En suma, todo lo que contribuyó a que Sarkozy alimentara el desamor y la impopularidad con que lo sancionan los electores propios y ajenos.
Su entorno explica que el presidente quiere conservar su capacidad de “reacción rápida”, pero que en adelante encarnará la función de manera “más clásica”. Sarkozy se propuso ser un presidente “comprometido” antes que un presidente árbitro, pero la fuerza de las urnas, el clasicismo de la cultura política francesa, los errores que provocaron sus excesos y el ala conservadora de su partido impusieron un cambio de conducta. La mayoría gobernante no hace un análisis catastrófico de lo que fue sin lugar a dura una apabullante derrota.
La derecha perdió una cantidad abrumadora de ciudades en la segunda vuelta de las elecciones municipales, pero su discurso consiste en desligar el resultado de todo voto sanción. Por el contrario, los dirigentes de la UMP –partido presidencial– argumentan que el electorado no hizo sino exigir más reformas y más rápido. “Una parte considerable de nuestros electores tienen el sentimiento de que la palabra reforma se usa para todo y que, de hecho, hubo muy pocas”, dijo Renaud Dutreil, un dirigente de la UMP. Sarkozy tiene que hacerse cargo de la enorme expectativa que creó durante la campaña electoral y la ausencia de resultados tangibles. Los dirigentes conservadores saben que la UMP perdió un aliado substancial: el electorado popular que tanto contribuyó a la victoria de Sarkozy. Entre mayo del año pasado y marzo de este año, la UMP se quedó sin ocho por ciento de sus simpatizantes. El presidente debe asumir ahora una doble demanda, oriunda de campos políticamente antagónicos, su propia mayoría y la oposición socialista, que le piden lo mismo: que cambie de rumbo; la derecha lo interpela para reformar como prometió y la izquierda para que ponga término a políticas que destruyen el tejido social, crean desigualdades y no absorben la pobreza. Un diputado sarkozysta –Fréderic Lefevbbre– decía ayer: “Luego de esta señal, hay que reformar más rápido, más fuerte, más justo”.
Aunque victoriosa, la izquierda francesa tampoco tiene las cartas fáciles. El Partido Socialista salió de las urnas investido de una innegable mayoría local, pero carece de la figura central que capitalice ese voto y encarne una opción alternativa al programa de Nicolas Sarkozy. El PS arrastra aun los deficit que le costaron la elección presidencial: fuertes disonancias internas, síntesis política, disciplina y un líder. En las elecciones cantonales y municipales la izquierda francesa fue más verosímil que la derecha en los temas que tienen que ver con el medio ambiente, las políticas sociales, la vivienda. Pero cuando se trata de economía, de política fiscal, de seguridad y de gestión global, los socialistas no aúnan en torno de ellos una mayoría nacional, es decir, presidencial y legislativa. El politólogo François Miquet-Marty explicaba ayer en los medios la honda y contradictoria ambigüedad que se desprende de las elecciones: “En el fondo, los franceses constatan el fracaso de las políticas aplicadas, pero no identifican una política alternativa capaz de responder a lo que esperan. Por consiguiente, es cierto que la derecha sufrió una derrota severa, pero este revés no corresponde a un plebiscito o a una dinámica a favor de la izquierda. Aún hay una mayoría de franceses que esperan que la política de Sarkozy dé sus frutos. Esa es toda la ambivalencia de esta consulta”. Esta indecisión es el reflejo fiel de lo que ofrecen los dirigentes políticos: una izquierda que no formula y una derecha que formula, pero confundió las pantallas catódicas con la transformación de lo real, que es una de las dimensiones de la acción política.
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