Dom 13.04.2008

EL MUNDO  › ESCENARIO

Cómo le pegan a Hillary

› Por Santiago O’Donnell

Es llamativo cómo le pegan a Hillary. Como se ensañan. Las cosas que le dicen. No ya los conservadores y los evangelistas, que directamente la ven como una víbora, sino también gran parte del periodismo y un montón de hombres y mujeres que parecen poseídos por la idea de hacerla fracasar.

Le pegan por zurda y por conservadora, por manipuladora y por dejarse manipular, por tener demasiada experiencia y por no tener suficiente, por ser de hielo y por mostrar sus emociones, por soberbia y por victimizarse, por oportunista y por inflexible. Carl Berstein, el chico malo de Watergate, hasta le criticó sus “tobillos anchos” en un libro de reciente aparición. Fue la observación más difundida y comentada de todo el trabajo.

La campaña antiHillary antecede la carrera presidencial. En el 2005 se formó el Comité de Acción Político (PAC) “Paren a Hillary”, con el único propósito de impedir la llegada de la ex primera dama a la primera magistratura, cualquiera sea el adversario. El PAC rápidamente se endeudó en más de 230,00 dólares en propaganda contra Hillary, pero fue rescatado por un millonario texano que se hizo cargo de la deuda y se puso al frente de la patriada.

En estos días la web es un valetodo contra Hillary lleno de emoción, sin muchas explicaciones medianamente racionales del porqué de tanto odio. En el Google hay 391 mil entradas bajo el rótulo “Hillary bashing” que vendría a ser algo así como “pegándole a Hillary”. El ciberespacio está plagado de sitios como “I hate Hillary” (Odio a Hillary), Stop Hillary (Paren a Hillary) o Maid Hillary (La mucama Hillary). La semana pasada Salon.com, el website político más conocido, inauguró el foro de discusión “Por qué Hillary siempre miente”.

En los medios principales es un secreto a voces que Hillary recibe una cobertura mucho más negativa que los demás aspirantes a la presidencia de los Estados Unidos. “Las fallas de la prensa... el acentuar lo negativo, se multiplica por 50 en las coberturas de ella (Hillary)”, dijo Mark Halperin de la revista Time al Washington Post. “La prensa la va a destrozar, no importa la razón. Sin dudas salieron a buscarla con sus cuchillos”, graficó Dana Millbank del Washington Post en un programa de la CNN. Paul Krugman del New York Times escribió sobre las Reglas de Clinton, “un término que muchos observadores usan para describir la manera en que analistas y medios de comunicación consideran cualquier acción de (Hillary) Clinton, por más inocua que sea, como prueba de su naturaleza maligna”.

Se habla mucho de “Hillary bashing” pero no tanto del porqué. Cuando se les pregunta a sus críticos, en entrevistas, en chats, casi siempre contestan lo mismo: no es que no quieren que una mujer sea presidenta, es que no quieren que sea esa mujer. Pero las estadísticas muestran otra cosa.

Una encuesta de la CBS del mes pasado señala que más votantes creen que una candidata mujer “enfrenta más obstáculos para llegar a la presidencia” que un candidato negro. Mientras el 33 por ciento opinó que los negros enfrentan obstáculos, un 39 por ciento opinó lo mismo acerca de las mujeres. Según la encuesta, los comentarios racistas ofenden más que los comentarios sexistas. El veinte por ciento de los encuestados admitió que prefiere votar por un hombre antes que una mujer, contra sólo el seis por ciento que admitió que prefiere a un blanco antes que un negro. La encuesta refleja la opinión mayoritaria de los hombres, pero también la de muchas mujeres.

Hasta algunas feministas se la agarraron con Hillary. Referentes como Nora Ephron y Susan Faludi le pegan por ser demasiado conservadora en temas de género y por haber apoyado la invasión de Irak. Jane Fonda la llamó “un ventrílocuo del patriarcado con pollera y vagina”.

Sin embargo. Hillary usó su poder como primera dama para hacer campaña por el mundo en favor de la legalización del aborto, inclusive en países ultracatólicos como la Argentina. NOW, la organización madre del feminismo norteamericano, asegura que Hillary tiene una “historia demostrada de apoyo a las causas feministas”. Gloria Steinam, el icono de la revolución feminista de los años ‘60, salió en defensa de Hillary con un editorial en el New York Times.

“¿Entonces por qué no se toma tan en serio a la barrera de sexo como la barrera racial? Las razones son tan perdurables como el aire que respiramos: porque el sexismo todavía se confunde con la naturaleza, como antes sucedía con el racismo; porque cualquier cosa que afecte a los hombres es vista como más seria que lo que ‘sólo’ afecta a la mitad femenina de la raza humana; porque los niños aún son criados casi siempre por mujeres y por eso muchas veces sienten que están volviendo a su infancia cuando tratan con mujeres poderosas; porque el racismo ha estereotipado al hombre negro como más ‘masculino’ durante tanto tiempo que el hombre blanco se siente más hombre en su presencia (siempre y cuando no haya demasiados); y porque todavía no apareció la forma `correcta’ para que una mujer maneje poder sin ser considerada una ‘ya sabes qué’”, escribió la autora de La Revolución Interior.

Lakshimi Chaudry sostuvo en The Nation que Hillary divide a las activistas de género entre feministas tradicionales, que la apoyan, y post feministas, que la rechazan. Esta es su explicación: “Romper el techo de vidrio, una ambición histórica de las feministas, ha perdido mucho encanto desde que asumió George W. Bush. Durante su presidencia, Bush nombró a muchas mujeres en puestos clave. Al mismo tiempo hizo todo lo posible para erosionar los derechos de las mujeres. Así es como asistimos a un asalto salvaje contra los derechos reproductivos, mientras Condoleezza Rice se convertía en la primera mujer afroamericana al frente del Departamento de Estado”.

Hillary es la primera mujer con aspiraciones serias a alcanzar la presidencia de los Estados Unidos. Hubo otras candidatas, pero nunca perforaron el techo de vidrio que menciona Chaudry. Pat Shroeder se quebró en un mar de lágrimas después de una derrota temprana en la campaña de 1988. Elizabeth Dole se presentó en el 2000 pero ni siquiera llegó a la primera primaria porque los recaudadores de su partido le dieron la espalda, ignorando su impresionante currículum. Geraldine Ferraro no compitió por cuenta propia pero fue elegida compañera de fórmula de Walter Mondale en la estrepitosa derrota demócrata de 1984. Terminó escondida en la campaña tras revelaciones de supuestos nexos entre su marido y la mafia italiana.

El género siempre jugó un rol importante en la carrera política de Hillary, una exitosa abogada recibida en Yale que irrumpió en el gran escenario en 1992, durante la primera campaña presidencial de su marido. Presentada como la segunda mitad de una sociedad con Bill, Hillary dejó en claro desde el vamos que, en caso de ganar, su agenda sería mucho más ambiciosa que redecorar la Casa Blanca, como suelen hacer las primeras damas. En vez de eso, se puso a trabajar en un plan para reformar el elefantiásico sistema de salud, un tema de especial interés para las mujeres.

Durante esa campaña Hillary también demostró que tragaría su orgullo con tal de ganar, algo que muchos críticos no le perdonan. Primero, engañada o no, apareció de la mano de su marido en 60 Minutes para negar historias de romances extramatrimoniales de él que sí existieron. Después, para aplacar a quienes la acusaban de soberbia y desubicada, se hizo fotografiar sirviendo galletitas cocinadas por ella durante una reunión entre su marido y sus consejeros, siguiendo un obsoleto ritual de primeras damas para mostrar sumisión ante el electorado.

Durante el gobierno de Clinton Hillary tampoco la tuvo fácil. Le nombraron un fiscal especial que la persiguió durante años por su manejo de un negocio inmobiliario, pero el fiscal nunca encontró pruebas suficientes para procesarla. Después vino Monica.

Más tarde, durante su primera campaña como candidata en el año 2000, la cuestión de género volvió a marcar su camino. Debatía con su contrincante por la senaduría de Nueva York, el republicano Rick Fazio, que la aventajaba en las encuestas. Cuando terminaron las preguntas, Fazio se bajó de su tarima y se abalanzó sobre ella. Armado de una planilla y una lapicera quiso apurarla para que firme un compromiso de no recibir fondos de grandes lobbyistas. Hillary lo atajó serena, ofreciéndole la mano, y no firmó nada. Fazio quedó como un prepotente y se hundió en los sondeos. Hillary ganó la elección.

Desde entonces la acusan de hacerse la víctima. Por eso durante toda la campaña presidencial, a pesar de todo lo que le tiraron, Hillary nunca dijo que la atacaban por ser mujer. Pero el martes pasado casi lo dijo. Michelle Norris, reportera negra de NPR, le preguntó si la única alternativa que le quedaba para ganar la nominación era montar una campaña sucia.

“–Es lo que vengo escuchando, cada vez más, de votantes, periodistas y analistas que siguen la campaña –redondeó la periodista.

–(...) Yo creo que ha habido, durante toda esta campaña, un doble standard (me miden con otra vara). Lo acepto y vivo con eso –contestó Hillary.

–¿Cuál doble standard? –inquirió Norris.

–Me parece que es bastante obvio para cualquiera que lo viene siguiendo –devolvió Hillary.

–En caso de que no sea claro para alguien, quiero que me diga cuál es el doble standard –insistió Norris.

–Por ejemplo, ¿por qué no le hacen esa pregunta (sobre la campaña sucia) al otro candidato? Los dos necesitamos superdelegados para ganar... pero la pregunta casi siempre me la hacen a mí o a quienes me apoyan.”

Dos días más tarde, Elton John le cantó “I’m still Standing (Sigo de pie)” en el Radio City de Nueva York. El concierto juntó dos millones y medio de dólares para la campaña de Hillary.

“Estoy acá porque estoy convencido de que Hillary Clinton es la mejor persona para ocupar la presidencia de los Estados Unidos”, dijo entonces el pianista inglés. “Me indigna la actitud misógina de alguna gente de este país. ¡Que se vayan al demonio!”

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