EL MUNDO › VENCIó A SU RIVAL BARACK OBAMA EN UN ESTADO GRANDE, PERO POR UN MARGEN MENOR AL ESPERADO
En las primarias demócratas de ayer, la ex primera dama consiguió mantener la pelea por la nominación gracias a las mujeres, los obreros y los ancianos. Se refuerza la tendencia de que la eligen en los estados que aportan más delegados.
Hillary Clinton transpiró un poco, pero finalmente se quedó con Pennsylvania, el último estado grande de la interna demócrata. Al cierre de esta edición, las principales cadenas norteamericanas da ban ganadora en ese estado a la senadora neoyorquina. Con el 84 por ciento escrutado, CNN le otorgaba un 55 por ciento de los votos. Su rival, el candidato negro Barack Obama, habría conseguido achicar la brecha de las encuestas de las últimas semanas y alcanzaría el 45 por ciento. Según adelantaban los analistas, no estaba claro si la ex primera dama había conseguido la victoria contundente –por arriba de 10 puntos– que necesitaba para seguir en carrera para la Convención Nacional de agosto próximo. Si la diferencia disminuía, Clinton no sólo no conseguiría desempatar, sino que seguiría segunda en el conteo de delegados.
Sonriente, Hillary se dirigió a sus simpatizantes: “En Pennsylvania queda evidenciado que la marea está cambiando”. Según bocas de urnas difundidas por CNN, Clinton habría ganado el apoyo de los electores blancos, obreros, las mujeres y de mayor edad. Obama, en cambio, logró conservar el fiel electorado negro, los jóvenes y los independientes, quienes se anotaron a último momento en el Partido Demócrata para poder votar en las primarias. Estas adhesiones permitieron un record histórico de participación. Además de las características raciales y de género que se destacan en el enfrentamiento Clinton-Obama, en las elecciones de ayer el electorado también se dividió por la religión. La mayoría de los católicos y los más creyentes se volcaron por la ex primera dama, mientras que los protestantes y menos practicantes optaron por el joven senador de Illinois.
A pesar de las proyecciones, la senadora neoyorquina se había negado a desechar un triunfo por poco margen. Durante la tarde, cuando los demócratas todavía acudían a las urnas para emitir sus votos, Clinton había asegurado que cualquier victoria la confirmaría como la candidata más fuerte para las elecciones presidenciales de noviembre próximo. “Una victoria aquí sería un gran logro”, había señalado a la cadena NBC. “No creo que el margen tenga gran importancia; una victoria es una victoria”, había agregado.
El mismo optimismo se respiraba anoche en el bunker de la candidata. No importaban los márgenes, que con el correr del escrutinio se achicaban. Para sus simpatizantes, lo importante era volver a ganar. Llamativamente, en el comando de Obama tampoco se sentían desilusionados. El propio candidato ya había adelantado durante la tarde que no apostaba a ganar, sino a limitar la derrota. “Yo no pronostico una victoria nuestra, pero sí creo que estaremos cerca. Clinton partía con una gran ventaja aquí”, había celebrado de antemano el senador de Illinois. Ayer, su gente festejó el apretado resultado.
La interpretación de los resultados de ayer en Pennsylvania es muy importante para contemplar lo que resta de este proceso. Obama tenía hasta ayer una ventaja de 166 delegados elegidos en las urnas –144 si se cuentan los superdelegados–. Pennsylvania, el último estado grande en las primarias demócratas, otorga 158 delegados y 29 superdelegados. Dado que se reparten proporcionalmente a cada candidato, no son suficientes para recuperar el liderazgo en la carrera partidaria.
A Clinton le quedan, entonces, dos opciones para seguir aspirando a una nominación: alcanzar la mayoría de los votos totales emitidos en el conjunto del país o un masivo respaldo por parte de los superdelegados (cerca de 800 notables del Partido Demócrata que tienen voto en la convención sin haber sido elegidos directamente en primarias).
La primera de esas opciones es bastante remota. Obama dispone ahora de una ventaja de 2,6 puntos en número de votos. Clinton necesitaría una cadena de victorias contundentes para revertir esa cifra. En consecuencia, la más clara posibilidad para la senadora neoyorquina es apelar al apoyo de los superdelegados. Quedan alrededor de 400 superdelegados que no han hecho pública todavía su decisión y los otros 400 no tienen restricciones para cambiar su postura a último momento. Un masivo pronunciamiento a favor de un candidato sí puede resultar decisivo en la convención demócrata.
El argumento de peso que intentará presentar Clinton ante los superdelegados será su personalidad de superviviente, especialmente en los estados más grandes del país. Además de Pennsylvania, la senadora neoyorquina ya ganó en otros estados importantes, como Ohio, California y Nueva York, en el esencial Supermartes. La debilidad de Obama en esta materia es innegable. Pero –y este pero es con mayúscula– Clinton no consiguió una victoria amplia como necesitaba. Ayer la ex primera dama no sólo debía demostrar que podía ganar los grandes estados, sino que podía revertir la creciente popularidad de su rival. Hace apenas unas semanas, Clinton tenía una ventaja de más de 20 puntos porcentuales en Pennsylvania.
Obama se quedó ayer con una nueva “derrota dulce”, por lo que no llegará golpeado a las próximas elecciones en Carolina del Norte (dentro de dos semanas), en las que es el favorito indiscutido. Ayer su popularidad volvió a comprobarse, a pesar de la derrota. Según una encuesta de CNN, la mayoría de los electores de Pennsylvannia, incluso los que votaron por Clinton, creen que Obama se quedará con la nominación demócrata.
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