La causa amazónica sufrió un duro revés en Brasil. La ministra de Medio Ambiente y ex sindicalista del caucho, Marina Silva, renunció ayer sorpresivamente a su cargo tras ser derrotada en su lucha por preservar la Amazonia, que los grandes productores de soja se están devorando. Aunque nadie informó oficialmente las razones de la dimisión, se cree que Silva se alejó del ministerio debido a roces con colegas de otras carteras que apoyan los incendios forestales, la construcción de plantas hidroeléctricas y la producción de etanol en el pulmón del mundo.

La noticia cayó como una bomba en el Congreso. “Nos tomó por sorpresa. Nosotros no lo sabíamos”, dijo una fuente parlamentaria cercana a la ministra saliente. Silva entregó ayer su renuncia irrevocable al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, pero no hará comentarios hasta que su salida haya sido formalizada por la presidencia, según informaron sus asesores.

Con su alejamiento, el gobierno acaba de perder una ministra con una biografía que pocos políticos y dirigentes sociales son capaces de igualar. “La ministra Marina Silva es una militante histórica del PT (el Partido de los Trabajadores del presidente), de la causa ambiental y de la Amazonia. Ella le dio al ministerio la marca de sus convicciones y brindó una contribución muy importante para el gobierno”, dijo el presidente de la Cámara baja, Arlindo Chinaglia, también del PT.

La fundadora de la central unitaria de trabajadores (CUT) en el estado amazónico de Acre ocupaba la cartera de Medio Ambiente desde el 1º de enero de 2003, cuando comenzó el actual gobierno. En los inicios, era una de las personas de mayor confianza del mandatario –ella fue el primer miembro del gabinete nombrado oficialmente por Lula–. Conocida por trabajar junto al sindicalista asesinado Chico Mendes, la funcionaria se destacó por su capacidad de mantener el equilibrio en medio de los conflictos con sus colegas que defendían obras peligrosas para la preservación ambiental.

Sin embargo, las relaciones entre Lula y Silva se fueron desgastando debido al apoyo del jefe de Estado a otros ministerios volcados a fomentar el desarrollo de la Amazonia. Los problemas habrían comenzado en julio del año pasado, a raíz de las presiones que enfrentó la ministra para aprobar la licitación para dos grandes plantas hidroeléctricas sobre el río Madeira fronterizo con Bolivia, en el estado amazónico de Roraima.

Silva se opuso desde el principio al proyecto en una puja con la ministra de la Presidencia, Dilma Rousseff, pero finalmente la primera de las hidroeléctricas fue subastada y la segunda será sacada a licitación la semana próxima, tras las advertencias hechas por la ahora ministra dimisionaria sobre posibles daños al ecosistema.

El otro enemigo que Silva no pudo vencer fue el agronegocio que, según la funcionaria, aumentó la tala de árboles en la foresta amazónica. La ex cauchera, ex concejal y ex senadora tuvo roces con el ministro de Agricultura, Reinhold Stephanes, por su defensa del uso de áreas ya destruidas de la Amazonia para cultivar la caña de azúcar utilizada en Brasil y fabricar etanol. Incluso, llegó a discrepar públicamente con él por respaldar a los productores de soja. Sin nombrarlo, también atacó al gobernador del Mato Grosso, uno de los mayores reyes de la soja y más crudo defensor de la deforestación amazónica.

Pero la gota que desbordó el vaso fue la decisión de Lula de no entregarle a Silva el comando del Programa Amazonia Sostenible (PAS), lanzado la semana pasada, dijo Greenpeace. El mandatario puso a cargo del PAS al ministro de Acciones de Largo Plazo, Roberto Mangabeira Unger, lo que la funcionaria habría tomado como una bofetada.

Afiliada al PT desde 1985 y ex integrante de la resistencia comunista, Silva fue analfabeta hasta la adolescencia, ya que en el lugar donde nació no había escuelas. Recién a los 15 años, cuando se enfermó de hepatitis y tuvo que trasladarse, pudo ir a la escuela y recibirse de historiadora por la Universidad Federal de Acre.