EL MUNDO › SIN EMBARGO, FUE EVIDENTE LA TENSIóN ENTRE LOS DOS ALIADOS
› Por Angeles Espinosa *
Desde El Cairo
Alfombra roja, abrazo y sonrisas. La recepción del rey Abdalá de Arabia Saudita al presidente estadounidense George W. Bush ayer cumplió todos los ritos de la hospitalidad árabe. Sin embargo, a pesar de nuevos acuerdos para proteger los recursos petrolíferos y desarrollar un programa nuclear civil, las buenas maneras no pudieron ocultar las tensiones en una alianza estratégica que acaba de cumplir 75 años. Ni el monarca saudita parece en disposición de rescatar a Estados Unidos de los altos precios del petróleo como necesita Bush, ni la política de Washington en la región ayuda a que sea de otra forma. A ambos les preocupa Irán, pero discrepan en la forma de desactivar ese peligro.
Por segunda vez en lo que va del año, Bush pidió a Abdalá que aumente la producción de petróleo para rebajar los precios, que están creando una enorme presión sobre la economía estadounidense. Tal como se esperaba, el mensaje de los sauditas fue que no ven razón para hacerlo, aunque están dispuestos a ello si lo requiere el mercado. “Lo haríamos para compensar descensos de otros productores, pero de momento oferta y demanda están equilibradas”, declaró el ministro saudita de Petróleo, Ali al Niami.
En Estados Unidos, el temor a una recesión es tal que los demócratas han presentado una resolución en el Senado para bloquear una venta de armas a Arabia Saudita por valor de 1400 millones de dólares si Riad no incrementa su producción en un millón de barriles diarios. El reino, que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo, ha reconocido en el pasado que podría llegar a producir hasta 11 millones de barriles diarios frente a los cerca de nueve que produce ahora. No obstante, los observadores recuerdan que ya el pasado enero el monarca saudita rechazó la petición de Bush con el mismo argumento.
Desde entonces, el precio del barril subió 30 dólares y ayer superó un nuevo record al cotizarse por encima de los 127 dólares. Es cierto que una parte corresponde al descenso de cotización del dólar pero, por otra, el alza resulta de la creciente demanda de India y China más que de una baja producción. De ahí que algunos analistas duden de que un aumento en la oferta vaya a reducir de forma significativa los precios.
Además, desde el punto de vista político, tampoco Bush tiene mucho que ofrecer a cambio. Su política en la región es un completo desastre y los ciudadanos sauditas, como el resto de los árabes, cada día se muestran más críticos con la relación que sus gobernantes mantienen con Estados Unidos. Para ellos, la situación en Irak o el enquistamiento de la cuestión palestina son consecuencia directa de la actitud de Washington.
Incluso respecto a Irán, cuyas ambiciones regionales preocupan sobremanera a ambos gobernantes, la coincidencia en el diagnóstico no se traduce en un acuerdo sobre la cura. Para Abdalá, frenar la influencia iraní exige resolver el conflicto israelo-palestino que alimenta la cólera y las frustraciones del mundo árabe. Y Bush llegó a Riad desde Israel, donde celebró el 60º aniversario de ese país sin lograr ningún avance en el llamado proceso de paz.
Consciente de esas nubes en la relación, la Casa Blanca anunció la firma, durante la visita, de cuatro importante acuerdos. Por un lado, Arabia Saudita aceptó unirse a dos iniciativas globales, una para combatir el terrorismo nuclear y otra para luchar contra la proliferación de armas de destrucción masiva. Por su parte, Estados Unidos, que es el mayor consumidor de energía del mundo, se compromete a proteger las infraestructuras energéticas del reino y ayudarle a desarrollar un programa nuclear civil.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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