Vie 23.05.2008

EL MUNDO  › LOS NUEVOS CODIGOS QUE RIGEN LA GUERRA DE LOS CARTELES

El mensaje va con decapitaciones

› Por A. O. Avila *

Desde México

La aparición de la cabeza de un policía en Acapulco marcó el inicio de un nuevo método de los narcotraficantes para enviarse mensajes. Los Zetas, los ex sicarios de los carteles del Golfo escindidos para formar una nueva banda, y Los Pelones, sus peligrosos rivales del cartel de Sinaloa, comenzaron literalmente a descabezarse. Ya no bastaba con abandonar los cuerpos de sus enemigos a los buitres o de los traidores con signos de tortura de la más variada, la violencia en la guerra de las drogas se había hecho más cruel y despiadada.

Los Zetas, Los Pelones y La Familia, entre otros grupos de asesinos a sueldo, establecieron un nuevo y sanguinario lenguaje: ejecuciones al amparo de la noche y de los caminos solitarios y apariciones de cadáveres con leyendas sobre delaciones y otras traiciones. Las decapitaciones son de lejos el lenguaje que más crispación y terror causa en la sociedad. Comenzaron a darse en 2006, sobre todo en los estados de Guerrero y Michoacán, y en su mayoría se atribuyen a sicarios de Los Zeta y de La Familia, que en un ataque contra un grupo rival decapitaron a cinco hombres y lanzaron sus cabezas dentro de una discoteca atestada de gente en la ciudad michoacana de Uruapan. “Es un mensaje que la sociedad civil no logra entender, es terrible. Son símbolos... están construyendo su propio sistema de mensajes y una decapitación es su lenguaje particular”, declaró a la prensa el sociólogo Manuel González. La decapitación, según el mismo experto, “lo asemeja a la forma tradicional de una familia. Es un concepto fuerte para ellos, porque es un grupo que tiene una cabeza, que tiene un patriarca. Es un grupo que funciona en el mismo sentido que una familia: la cabeza, diferentes partes de un cuerpo, una organización difícil de romper y que se recompone inmediatamente”.

Los narcomensajes aparecen en los cadáveres de los ejecutados, en paredes de edificios públicos e incluso en grandes sábanas, como ocurrió en Culiacán, donde el capo Arturo Beltrán Leyva mandó colocar una serie de leyendas: “Soldaditos de plomo, federales de paja. Aquí es territorio de Arturo Beltrán”, “Ya saben dónde estoy. Aquí los espero”, “Gobiernos, y todo lo que se me atraviese, lo quito. Atte. Arturo Beltrán” y “Soy el jefe de la plaza. Este es el comienzo. Esto y más por El Mochomo. Atentamente. Arturo Beltrán”.

La historia negra de los narcos es cada vez más violenta. El defensor de los derechos humanos Víctor Clarck comentó que “ahora prefieren dejar cadáveres desmembrados para garantizar que el mensaje llegue a todas las esferas de poder, a fin de marcar sus territorios frente a otros cárteles y las propias autoridades.La saña y la audacia incrementan la cotización de los sicarios”.

El miércoles aparecieron los cuerpos de dos jefes policiales del estado de Morelos en un guardaequipajes y sobre ellos un narcomensaje: “Así van a quedar todos los que estén con El Chapo y El Rey Zambada”, jefes del cártel de Sinaloa y La Federación, enemigos mortales de Los Zetas.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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