EL MUNDO › LOS ATAQUES XENóFOBOS SE EXTIENDEN POR TODA SUDáFRICA
Los ataques contra los inmigrantes ya causaron treinta mil refugiados y cuarenta y dos muertos y se propagaron a los centros turísticos. Desde el gobierno culpan a Inkatha, el enemigo histórico del gobernante Congreso Nacional Africano.
› Por Lali Cambra *
Desde Johannesburgo
Los ataques xenófobos que asolaron la provincia sudafricana de Gauteng y su capital, Johannesburgo, con unas escalofriantes cifras provisionales de 42 muertos y 30.000 refugiados, se están extendiendo. Billy Jones, el vocero de la policía de Ciudad del Cabo, dijo que unas 400 personas buscaron refugio en un hipódromo después de que doce personas fueran heridas durante los ataques en la noche del jueves al viernes. Hubo episodios de violencia también en las provincias del Noroeste y Limpopo, aunque sin víctimas. El presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, movilizó a la fuerza nacional de Defensa de Sudáfrica por primera vez desde el fin del apartheid, en 1994.
En Pretoria, en el ghetto de Ga-rankuwa, se repartieron panfletos que exhortaban a los extranjeros a dejar el asentamiento antes del viernes, por lo que la policía dispuso unidades en la zona en máxima alerta. De acuerdo con cifras policiales, desde el inicio de la violencia, hace más de dos semanas, se han arrestado a 400 personas, las últimas con colaboración de soldados del ejército, enviado por el gobierno.
En Ciudad del Cabo, la ira del gentío en el campo de villas y chabolas de Du Noon y en la población de Somerset West se centró en las tiendas y negocios de los extranjeros. No son hechos nuevos: la comunidad somalí, muy activa en la apertura de pequeñas tiendas de alimentos en los ghettos, lleva todo el año acosada: un centenar de somalíes han sido asesinados en este tiempo. Los ataques en Du Noon ocasionaron que medio millar de personas tuvieran que buscar protección policial y refugio en un centro cívico. Algunos analistas han insinuado que la ola de violencia desatada contra los inmigrantes tiene un origen político, vinculado con los comicios del año que viene: sectores progubernamentales acusan directamente al Inkatha Freedom Party, el enemigo histórico del Congreso Nacional Africano, cuyos choques en la transición acercaron al país al abismo de la guerra civil.
Con la violencia llegando al centro de la valiosa industria del turismo de Sudáfrica, el gobierno trató de desviar la creciente crítica de su manejo de la crisis culpando a la derecha relacionada con el ex gobierno de apartheid por alimentar la violencia xenófoba.
“Hay una mano oculta detrás, seguro”, dijo el jefe de la Agencia Nacional de Inteligencia, Manala Manzini, y añadió: “Hay un esfuerzo deliberado, orquestado, bien planificado”. “Tenemos información que muestra que elementos que estuvieron involucrados en la violencia preelectoral de 1994 han tenido contactos con los mismos que utilizaron en el pasado”, concluyó. Ayer, unos 200 soldados patrullaban las calles de Johannesburgo, mientras los refugiados esperaban pacientemente en los más de veinte campos establecidos en la zona a que se aclarara su situación. “Fuimos a registrarnos, pero nadie dice nada. Se habla de que nos van a deportar, pero no sabemos nada y así no podemos seguir”, avisa Dan Gamala, un refugiado de origen congoleño.
Al mismo tiempo, el vecino Mozambique declaró un estado de emergencia para ayudar a sus ciudadanos a huir de los ataques, advirtiendo que el “éxodo empeorará”, mientras miles todavía están albergados en campamentos provisorios esperando el traslado de regreso a sus hogares. El canciller de Mozambique, Oldemiro Baloi, al predecir el éxodo, dijo que el estado de emergencia había sido declarado el jueves mientras miles de mozambiquenses huían cruzando la frontera. Baloi dijo que unas 10.000 personas habían regresado por su cuenta mientras 620 llegaron el jueves en ómnibus provistos por el consulado de Johannesburgo.
Con la declaración de emergencia, el gobierno de Mozambique puede dar dinero y asistencia para ayudar a los que regresan. Están siendo transportados desde la capital a sus ciudades natales y se les da ropa, alimentos, frazadas e implementos domésticos básicos para que puedan comenzar de nuevo.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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