EL MUNDO › MARINA PETRELLA PREFIERE MORIR A SER EXTRADITADA A ITALIA POR SUS CRIMENES EN LOS ’70
Al amparo de la llamada doctrina Mitterrand, la ex guerrillera había rehecho su vida en Francia. Pero ahora la pidió Berlusconi.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Marina Petrella tuvo dos vidas: una en Italia, donde fue miembro de las Brigadas Rojas durante los años ‘80, y la otra en Francia, a donde rehízo su vida en virtud de una doctrina fijada por el ex presidente socialista François Mitterrand: acordar el asilo a los presuntos terroristas siempre y cuando renunciaran a la violencia. De su vida en Francia, Marina Petrella tuvo que elegir entre la extradición a Italia y la muerte. De estas dos opciones, Marina Petrella eligió la última. Su caso es delicado porque pone en juego una disyuntiva sustancial: cómo ser libre en un país cuando una nación vecina, en este caso Italia, reclama su extradición por los actos cometidos en el pasado. Un cuchillo de doble filo: los actos son reales, la situación jurídica, es decir, el asilo y sus garantías, compleja. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, accedió a la demanda de extradición presentada por Italia. De mujer libre, Petrella se convirtió en extraditable. Según narra su familia, no soportó la idea de ese destino que la remitía a sus responsabilidades pasadas. Marina Petrella fue arrestada y, de inmediato, ingresó en el corredor de la muerte: “Sólo llevarán mi cadáver, nada más”, confió hace poco a su marido cuando la visitó en el Hospital Sainte-Anne, a donde ingresó el pasado 23 de julio en un estado casi terminal, después de una huelga de hambre.
Al cabo de una densa batalla jurídica, la ex miembro de las Brigadas Rojas italianas fue puesta en libertad el martes por el tribunal de apelaciones de Versalles, que basó su decisión en el estado de salud de Petrella. La cámara de instrucción de la Corte de Apelación le impuso una serie de obligaciones, como informar a la fiscalía general de sus lugares de hospitalización y residir en su casa de Argenteuil (al noroeste de París) cuando salga del hospital. La decisión, conforme a los requerimientos de la fiscalía general, no afecta al proceso de extradición de Marina Petrella.
El trámite sigue su curso pero la extradición no debería producirse antes del examen de un recurso presentado ante el Consejo de Estado. Su familia contó ayer que Petrella estaba ahora entre “la alegría” de estar libre y “el miedo” de ser extraditada. El decreto de extradición fue firmado el pasado 3 de julio por el gobierno francés. Nicolas Sarkozy se dirigió al presidente del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, para solicitarle que fuera clemente y pedirle que solicitara “al presidente de la República Italiana la gracia” (de Petrella) teniendo en cuenta la fecha antigua de la condena y su “situación psicológica y de salud”.
Marina Petrella fue una de las dirigentes de la famosa “ColumnaRomana” de las Brigadas Rojas. Este grupo es el responsable del secuestro y el asesinato de Aldo Moro, el dirigente de la Democracia Cristiana. Petrella fue arrestada en 1982 por haber pertenecido a esa columna y cometido un abanico de crímenes. En 1992 la condenaron a cadena perpetua por haber matado a un policía, herido gravemente a su chofer, secuestrado a un magistrado, perpetrado varios atentados y efectuado robos a mano armada. Eran los años de plomo en Italia. La ex brigadista tuvo una hija en la cárcel, Elisa Novelli, que hoy tiene 25 años y reside en Francia. En 1988, gracias a un recurso, recuperó en parte la libertad. Petrella huyó de Italia y llegó a Francia en 1993, justo antes de que la Justicia italiana confirmara la validez de su condena perpetua.
En Francia, amparada bajo la doctrina Mitterrand, empezó con su hija Elisa eso que se llama una nueva vida. Encontró trabajo, conoció a otro hombre y tuvo una segunda hija, Emma, de once años. Trabajó como asistente social en las afueras de París. Su actividad la llevaba a ocuparse de encontrar domicilios a las familias en dificultad. En 2006 ingresó en la asociación Loca’Rythm, que es una suerte de agencia inmobiliaria con vocación social. “La contraté con su identidad, su domicilio, con una ficha policial limpia, como exige la ley”, cuenta una de sus compañeras de trabajo. Petrella vivió en Francia, libremente, sin esconderse. Su pasado era un silencio. “Hablaba de Italia, de los movimientos de extrema izquierda, pero sin decir nunca lo que había hecho”, recuerda una amiga.
El 27 de agosto de 2007 Marina Petrella fue arrestada en el barrio donde vivía. Cuando el mecanismo de la extradición se puso en marcha la mujer decidió morir. “Le niegan su derecho a la reconstrucción, una segunda posibilidad, entonces se apaga”, dice su hija mayor. Stephanie Lacroix, una amiga de Petrella, contó que “Marina dice claramente que prefiere morir libre que vivir enterrada”. Según el certificado médico de la cárcel donde estuvo arrestada, la ex brigadista sufre un “estado depresivo gravísimo”, con “ideas de muerte extremadamente apremiantes” y una “sensación de no tener futuro que indica una tendencia suicida franca y muy preocupante”.
Irene Terrel su abogada, argumenta: “Mi cliente está a punto de morir”. Terrel quiere que se aplique inmediatamente una “cláusula humanitaria” para suspender la extradición. Petrella dejó de alimentarse y empezó a morir. “Mi madre perdió los músculos, no tiene más potasio, llegó a un estado crítico. No hay más vida en ella. Por más que se diga que se curará en Italia, mi madre no llegará a hacerlo”, decía su hija, Elisa.
Ahora, después de la liberación decidida por la Justicia, Elisa confía: “Es un signo de buen augurio, pero el combate continúa”. Gesto humanitario contra responsabilidad política y penal. El dilema es arduo y el caso de Marina Petrella no es el único. Hoy hay en Francia unos 12 casos similares al de la brigadista italiana. En los años 80, entre 150 y 200 militantes de las Brigadas Rojas cruzaron la frontera para refugiarse con los beneficios de la doctrina Mitterrand. De esa cifra, 12 están bajo la amenaza de un pedido de extradición cursado por Roma. El caso más famoso es el de Cessari Battisti, un ex miembro del grupo italiano Proletarios Armados por el Comunismo, condenado en Italia, refugiado en Francia, reclamado por Roma pero defendido por un sólido grupo de intelectuales que, como él, clamaban su inocencia en los cargos que se le imputaban. Battisti, que se convirtió en escritor, se escapó cuando estaba a punto de ser capturado en Francia y hoy vive refugiado en Brasil.
El pasado de la extrema izquierda italiana, los errores y exageraciones de la Justicia italiana que condenó muchas veces sin sustancia, las intenciones políticas de Berlusconi y de muchos conservadores europeos que quieren resucitar las amenazas de un pasado diluido, las propias responsabilidades de los activistas implicados que empuñaron las armas contra el sistema, las cuestiones humanas o humanitarias, todo se mezcla en un doloroso horizonte. De él se desprende una no menos honda paradoja: Marina Petrella espera que la Justicia decida su suerte. Al mismo tiempo, París reiteró su oferta para que miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, puedan venir a refugiarse a Francia si dejan las armas y en el marco de un proceso de negociación con vistas a obtener la liberación de los rehenes secuestrados por las FARC. El perdón, la extradición, la negociación y el olvido. Según los protagonistas, algunos pueden elegir las cartas, otros ya tienen el juego decidido.
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