Mié 23.01.2002

EL MUNDO

Palestino contra israelí, palestino contra palestino

Dos conflictos diferentes se registraron ayer en Medio Oriente: el de los israelíes y los palestinos y el de unos palestinos contra otros, entre signos crecientes de una unidad resquebrajada.

La violencia en Medio Oriente no cesa, pero ayer hubo una diferencia: no fue sólo entre israelíes y palestinos sino entre palestinos y palestinos. Después de una ocupación fugaz de la ciudad cisjordana de Tulkarem, las tropas israelíes entraron en Nablus –otra localidad bajo jurisdicción palestina– y mataron a cuatro activistas de la organización fundamentalista Hamas, que prometió en respuesta una “guerra total” contra Israel. Poco después, un tirador palestino abrió fuego en el centro de Jerusalén occidental, causando 35 heridos, seis de ellos de gravedad; las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa –una milicia afiliada a la organización Fatah del líder palestino Yasser Arafat– asumieron esta vez la responsabilidad. Pero la verdadera novedad vino cuando cientos de palestinos se lanzaron a la prisión de Nablus, bajo dominio de la Autoridad Palestina, demandando la libertad de 25 detenidos de Hamas; la policía palestina disparó con fuego real y los enfrentamientos dejaron un muerto. Posteriormente, la Autoridad Palestina liberó a uno de los detenidos reclamados por la multitud, pero el enfrentamiento puede estar marcando la tendencia –que favorece Israel– de ruptura entre el asediado liderazgo de Yasser Arafat y las tendencias más extremas de su movimiento.
El tiroteo de Jerusalén se produjo durante la hora pico del atardecer, cerca de una calle peatonal donde comandos suicidas de Hamas mataron a 10 israelíes en diciembre. Testigos presenciales dijeron que un tirador solitario salió de un taxi y disparó contra una cola de gente que estaba esperando un ómnibus. Los transeúntes, bajo una lluvia de balas, se precipitaron a buscar refugio, y la policía mató al atacante antes de que pudiera recargar su arma. Dore Gold, un asesor del primer ministro Ariel Sharon, dijo que Israel “responderá apropiadamente de un modo que eliminará esta amenaza continua contra el pueblo de Israel”. Las Brigadas Al-Aqsa asumieron la responsabilidad por el hecho e identificaron al kamikaze como Said Ramadan, de 24 años y originario de Nablus. También afirmaron que el tiroteo era una venganza por un ataque registrado más temprano cuando tropas israelíes mataron a tiros a cuatro miembros de Hamas en una incursión en la ciudad cisjordana autónoma de Nablus. Portavoces del ejército dijeron que los cuatro murieron en una batalla armada después de que una unidad militar arrestara a nueve fugitivos palestinos y asaltara un conjunto de viviendas del que se sospechaba que albergaba talleres de fabricación de explosivos. Pero los palestinos dijeron que se trató de ejecuciones, citando como pruebas las paredes ennegrecidas por las cargas explosivas y los colchones empapados de sangre donde vivían los hombres. Y Hussan Johari, director del hospital de Nablus, dijo que los cuatro habían recibido disparos a corta distancia, y la mayoría en la cabeza.
El ejército israelí desmintió las acusaciones de asesinato, pero admitió que al menos tres de los cuatro eran buscados por ataques dinamiteros en Israel y en Cisjordania. Fuentes de Hamas confirmaron que uno de los muertos, Hassan al-Sarkaji, era un alto comandante de Ezzedin-al-Kassam, el ala militar de Hamas. En una declaración, Hamas anunció que “esta masacre ha abierto totalmente la puerta a una guerra total que va a golpear a los sionistas en todas partes y con todos los medios a nuestra disposición”. Esta declaración fue ampliamente interpretada en el sentido de que Hamas va a abandonar su moratoria de un mes de duración para ataques suicidas dentro de Israel.
Cuando se divulgó la noticia de las muertes, cientos de palestinos derribaron el portón de la prisión de la Autoridad Palestina en Nablus, demandando la liberación de 25 miembros de Hamas encarcelados como parte de los esfuerzos de Arafat para mantener un cese del fuego, La policía palestina dispersó a los manifestantes con gases lacrimógenas, granadas de impacto y fuego real. Un palestino, Abdel Nasser Swaftah, de 37 años, murió posteriormente de heridas en la cabeza. La calma se restableció cuando la policía liberó a uno de los prisioneros, hermano de uno de los muertos horas antes.

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